El tema de conversación en la calle, redes y medios de comunicación sigue siendo el resultado de las elecciones del pasado 19 de junio. Si esto es lo normal a unos pocos días de las elecciones se vuelve aún más inevitable si hablamos de las elecciones más sonadas en décadas en Colombia. Tanto por sus candidatos (el boom de Rodolfo ha dado para mucho contenido en redes) como por el propio resultado: la primera vez que gana la izquierda en la Colombia republicana.

El triunfo de Petro se consigue a pesar del miedo inculcado por los mass media a una parte de la población. Un miedo que, antes de que tuvieran lugar las elecciones, propició que determinadas figuras públicas y empresarios anunciarán que se iban del país si ganaba el candidato del Pacto Histórico. Esta idea, sustentada en que estas personas serían privadas de sus bienes y de alguna forma expropiadas sus riquezas y patrimonio (algo totalmente falaz), fue calando en una serie de sectores de las clases adineradas de Colombia.

Fue tanto así que tras la victoria de la campaña con Francia Márquez convertida en la primera mujer afrodescendiente en ser vicepresidenta, no se hicieron esperar los memes y caricaturas de aquellas figuras públicas que en su momento advirtieron de su partida con este resultado.

Vemos como ese discurso, entre otras cosas, se ha empeñado en frivolizar las implicaciones de los procesos migratorios que son, por otro lado, la realidad de miles de personas por todo el mundo cada día. Lo cierto es que Colombia es un país que sabe de eso. No sólo fue hasta hace pocos años el país que mayor número de refugiados genera en el continente, sino que sigue siendo el país del mundo con mayor número de desplazados internos. La mayoría de las personas en condición de ilegalidad en España son colombianas pese a los silencios mediáticos.

Es decir, pese a los silencios muchas veces dados y la caricaturización de las amenazas de determinadas élites colombianas de irse del país, la realidad es que de Colombia se han querido ir, y se han ido, miles y miles de personas en las últimas décadas como consecuencia de las políticas de muerte.

Pero estas personas que se han tenido que ir, nunca fueron tema recurrente para las élites que hoy lanzan la piedra y esconden la mano sobre una falsa intención de partir. Nunca les interesó, por el contrario, defendieron el modelo de país que ha venido empujando a tantos y tantas a tener que dejar su vida atrás a sabiendas de la necesidad de tener que sobrevivir. En su falso relato existe toda una ceguera histórica, bastante repugnante, sobre la realidad de los procesos migratorios, sobre la violencia que hay detrás de cada uno de ellos.

Después de tanto escaparate al final no se irán, como mucho harán un paripé privilegiado. Porque pese a todo, Petro y su proyecto político no pone en peligro a esas élites. Como tampoco a determinadas clases acomodadas. Como mucho las regula. Visto lo visto en 200 años, no parece poca cosa.

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Licenciado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Escribe regularmente en el periódico español El Salto. Sí es un problema de racismo (2018), publicado por la Editorial Diwan Mayrit, es su primera obra. Vive en Cartagena, Colombia.

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