Por Pablo Muñoz Rojo*

 

Donald Trump ya ha dicho que puede no reconocer los resultados de las elecciones de noviembre en caso de que pierda. Y esto es terrible.

Trump sabe que no puede cambiar la fecha de las elecciones. Aun así, lo ha pedido varias veces. Desde 1845, el Congreso de Estados Unidos estableció que el presidente fuera elegido cada cuatro años el martes después del primer lunes de noviembre y cambiar eso implica la votación de las cámaras, el Congreso y el Senado. Esto ya ha sido criticado por observadores electorales al señalar que lo que busca es desacreditar desde ya esas elecciones.

Lanzar la alarma, ya son varias veces en los últimos días, de que es más que probable que los resultados estén amañados plantea un escenario bastante peligroso si atendemos al contexto en el que se encuentra el país.

El panorama no pinta bien, a día de hoy, para el presidente en un momento en el que las encuestas dan como vencedor a Joe Biden con cada vez más distancia, incluido en Estados claves Republicanos. Ya el pasado 26 de julio, a cien días de las elecciones, todas las encuestas le daban ganador. Y en el que cada vez más miembros del partido Republicano se han distanciado de Trump como Lindsay Graham, Ted Cruz o el líder de la Cámara alta Mitch McConnell.

Si bien es cierto, conviene recordar que hace cuatros años las encuestas tampoco daban ganador a Trump. Pero entonces ni existía ese margen de distancia, ni la tendencia actual, y, sobre todo, ni estaba el país con una pandemia de por medio y con más de 160 mil muertos. Recordemos que Trump llego a afirmar que “Si nos quedamos en los 100.000 muertos habremos hecho un gran trabajo”.

Pero la situación es compleja con el momento de mayor tensión política, racial y económica de las últimas décadas. Cada vez hay más grupos armados, paramilitares, supremacistas blancos que tienden a aparecer con armas en sus manifestaciones como la Milicia Liberty de Michigan, que llegaron a entrar en el capitolio de Michigan armados, los Boogaloo Boys o los Proud Boys y que son seguidores a ultranza de Trump y creen absolutamente todo lo que este dice. Estos grupos han recibido el apoyo directo y público de Trump y están aprovechado el contexto de la pandemia para resurgir con más fuerza y visibilidad. Cabe señalar que en las últimas décadas la amplia mayoría de ataques terroristas y víctimas de atentados han sido a manos de supremacistas blancos. Hablamos de neonazis, grupos supremacistas y paramilitares de extrema derecha que por primera vez en mucho tiempo encontraron a una persona a quien votar alegremente.

A su vez, el país está inmerso en movimiento político de mayor duración en la historia de Estados Unidos en función del número de protestas y la cantidad de personas que han participado a partir de las movilizaciones del Black Lives Matter y unas poblaciones negras que se han cansado del racismo estructural que no les deja respirar. Esto ha puesto en alerta y movilizado aun más a los grupos supremacistas y ha dado alas a nuevos ataques de la extrema derecha que ven peligrar sus privilegios. Durante las protestas en más de 60 ocasiones, racistas arremetieron violentamente con el coche contra manifestantes causando múltiples heridos y varios muertos. Así mismo, Trump ha creado un grupo paramilitar con fuerzas federales, como reconoció el Departamento de Seguridad Nacional tras ser enviadas a Portland cuando las protestas pacíficas ya estaban decayendo lo que por el contrario invitó a su recrudecimiento. Ello está siendo investigado por Comité Judicial de la Cámara Baja por detecciones ilegales y secretas, así como todo tipo de abusos de poder.

Los supremacistas en el contexto de la movilización del Black Lives Matter verían en la perdida de Trump como presidente un ataque directo a sus identidades y una puesta en peligro en lo que para ellos, desde las lógicas racistas, es una “guerra cultural” donde la blanquitud está en peligro. Esto puede llevar a una movilización especialmente alta de la población blanca más conservadora a votar en las elecciones. De la misma forma que Black Lives Matter, o por lo menos una corriente de este movimiento -la más institucionalizada-, busca y empuja por una movilización del voto negro comparable a la que se dio con las primeras elecciones de Obama.

Todo esto sumado a que la economía estadounidense sufrió en el segundo trimestre la mayor contracción de la que se tiene constancia. Se presentan las tasas de desempleo más altas en décadas, millones de personas sin trabajo, y tantas otras que necesitan dos y tres trabajos para salir adelante, añadido al auge espectacular de todo tipo de teorías conspiranoicas creadas desde estructuras supremacistas y grupos de extrema derecha que se amparan en la sociedad de la fake news donde todo vale, y por lo tanto, todo pierde su valor. Muchas reforzadas desde los tweets del propio presidente del país. No importan los hechos, ni los datos, sino las sensaciones. Estados Unidos se presenta a las elecciones con la sociedad más polarizada en décadas. Precisamente por la normalización de discursos que se sustentan en el odio. Y el odio lleva al odio.

En el caso de que Trump perdiera las elecciones, lo cual está por ver, y de que estas fueran por un margen mínimo – recordemos que Trump fue presidente con menos votos que Hillary-, nos quedaría apelar a la responsabilidad de una persona reconocida por sus decisiones ampliamente irresponsables (y no sólo en relación con la pandemia). De ser tal, de cumplir con no reconocer tales resultados, ¿Qué podría pasar? Las tensiones podrían dar pie a episodios de conflicto político difíciles de imaginar.

El globo sonda ya está tirado. La duda está puesta sobre la mesa. La irresponsabilidad del presidente con mayor poder en el mundo nos sitúa, una vez más, en el terreno de una incertidumbre cuanto menos incomoda.


*Pablo Muñoz Rojo, es licenciado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Escribe regularmente en el periódico español El Salto. Sí es un problema de racismo (2018), publicado por la Editorial Diwan Mayrit, es su primera obra. Vive en Cartagena, Colombia.

* Imagen de portada tomada de https://aldianews.com/es/articles/culture/estos-son-los-hermanos-detras-de-las-protestas-en-facebook-en-contra-de-la

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Licenciado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Escribe regularmente en el periódico español El Salto. Sí es un problema de racismo (2018), publicado por la Editorial Diwan Mayrit, es su primera obra. Vive en Cartagena, Colombia.

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