Por León D. Robles.

Cerrando un año de viajes, a orillas del río Cataca me cogió un junio ardiente, lo habitual para la región.  Llegué bordeando las 6 horas de viaje,  salí bien tempranito en la mañana a eso de las 10 de Cartagena La fantástica (nunca más Ciudad inmóvil), embarqué en un Berlinas Exprés y almorcé a medio día en Barranquilla, otra hora y pico de viaje a Santa Marta y de ahí casi hora y 30 hasta Aracataca, más una moto desde la entrada del pueblo hasta el hostal.

Por recomendación de los  Todaro (mi único contacto en el pueblo) me quedaría en Casa Morelli, si acaso el único hostal del pueblo, y además sería yo para aquella fecha también el único huésped. El camino al hostal se anuncia  por un decorado de mariposas amarillas pintadas sobre el pavimento; cayendo ya el ocaso llegué al hostal, descargué mochilas, me duche para mentirle al calor y espantar el grajo y luego me tumbé bocabajo una hora sobre la cama hasta que el hambre me despertó.

Ya de noche salí a por comida y encontré una tienda cercana en la que compré cualquier cosa. Quedó expuesta mi desorientación porque habiendo  caminado unas pocas cuadras ya desconocía la ruta de regreso al hostal, en ese momento comprobé que no hay secretos en pueblo chico,  porque mientras  casi a tientas intentaba encontrar las mariposas amarillas sobre un cruce de calles, una voz lejana me gritaba : – A la izquierda!

maquina

A la mañana siguiente con algo de emoción, me propuse caminar las calles y descubrir algún destello de la magia que envuelve el Macondo mítico, por infortunio la fiebre del Mundial había invadido hasta el ultimo centímetro cuadrado del pueblo y aquellas memorables piedras grandes y ovaladas como huevos prehistóricos yacían pintadas sobre las calles en amarillo, azul y rojo, el moto-taxismo predominante transportaba a los José Acadios y Aurelianos hacia algún estanco para ver el partido y tomarse una «fría» y de repente ante mis ojos miles de mariposas amarillas transmutaron en camisetas de la selección y el pueblo entero efervescía a punta de vallenato, cerveza y gol, resultado: Colombia 2 Macondo 0; ante tanto alcohol  y pasión desbordada Aracataca era igual a cualquier otro pueblo costeño en día de fiesta y salvo por la comentada  Casa Museo Gabriel García Márquez no parecía tener otro atractivo turístico. Ese día ni me atreví a sacar la cámara.  Me hallé perturbado  de regreso al hostal, al ver en el pórtico contiguo un mulato sentado sin camisa, de unos ojos azules penetrantes que no paraba de observarme, su mirada no sé si de desdén, me analizaba de arriba a abajo como si fuera una pieza de circo, una rareza excepcional, yo lo observé de igual manera y nos encontramos en un intercambio violento de miradas hasta que el movimiento automático de mi andar, de sacar las llaves, abrir la puerta e ingresar al hostal interrumpieron la acción.

Temprano, al día siguiente me dirigí a un abarrotes a hacerme de provisiones para los días que me quedaban en el pueblo, en el abarrotes descubriendo que no era paisano me preguntó el tendero muy cordial:  Compa, ¿de dónde eres? ¿Qué haces por acá? ¿Hasta cuándo te quedas?; Me despacharon rápido no sin antes advertirme que tuviera precaución al andar, relatándome una historia de asaltantes a la orilla del río. De regreso al hostal  otra vez el mulato me observaba, fija y cáusticamente, le ignoré pues tenía un almuerzo dónde los Todaro y me aprestaba a partir .

Los Todaro son una familia tradicional cataquera, como casi todas, la mayoría de los 35 mil personas que viven allí, lo hacen porque allí nacieron, de ahí son sus padres y hasta sus abuelo, más allá se remontan las fechas de la fundación, la real 1885 , las migraciones de la costa, del interior, libanesas, europeas, caribeñas,  de los trabajadores del tren y los esclavos libertos. Los Todaro poseen un pequeño restaurante en el patio de su casa, que le hace homenaje a los dos cataqueros más ilustres de su historia, el magna popular Gabriel García Márquez y el no tan conocido e ignorado Leo Matiz. La decoración se muestra en múltiples fotos de Gabo y Leo, publicaciones, artículos, revistas, las banderas de México e Italia y varias caricaturas hechas por Italo, el hijo menor de los Todaro, muy expresivo a pesar de ser sordomudo y un hábil dibujante. Comida italiana y costeña acoplada al paladar de un vegetariano, una buena sobremesa y una entrevista con la señora Todaro, pues mi propósito en Aracataca era investigativo.

Luego de la entrevista me atreví a sacar la cámara por el pueblo, tomé unas fotos y videos a lo único conservado y antiguo que encontré en el lugar: la estación del tren, que ya no transporta gente sino carbón desde La Loma hasta Santa Marta (gracias  Drummond), y una especie de playita donde se puede bañar en un tajo del río Cataca. Regresando del río al atardecer, ya sin batería en la cámara, me topé con un monumento a medio construir, una especie de placita delgada y larga, en cuyo centro se erigen dos piedras triangulares con las inscripciones de los últimos pasajes de Cien años de soledad en la primera, y de Pedro Páramo en la otra, siendo ambas piedras próximas a otros dos grupos de piedras cubicas de menor tamaño que deletrean los nombres de Cómala para la piedra de Cien Años de Soledad y de Macondo para la de Pedro Páramo, el monumento en un principio se suponía era una fuente y entre piedra y piedra se elevarían chorros de agua formando un arco, simbolizando la relación de fraternidad entre México y Colombia, pero dicho arco aún no se ha levantado y la obra esta inconclusa digamos que por folclorismo político, y estando la construcción contigua a un colegio Distrital el homenaje es más bien un muro de anotaciones juveniles, donde se leen muchos Jenny te amo, Cindy The Best! o Junior tu papá. Esa noche pernoctaron en el hostal un joven y su padre ecuatorianos, partirían rumbo a Cartagena muy temprano al día siguiente.

El cuarto día tuve que ir a Santa Marta, había acordado ser entrevistado en Pasión por Santa Marta una emisora de radio local. Estuve en Santa Marta todo el día (hermosa ciudad por cierto), algo que me llamó la atención fue el costo del trayecto entre Santa Marta y Aracataca, 10mil pesos, se me hizo costoso tratándose de un viaje entre la capital departamental y una de sus provincias, de regreso a Aracataca entrando al hostal volví a toparme  con esa mirada profunda y siniestra que me recordaba al antagonista de la telenovela Escalona ese que interpretaba Rodrigo Obregón, aquella noche tuve pesadillas y me decidí a la mañana siguiente a encarar a aquel sujeto directamente.

Mi ultimo día en Aracataca iniciaría temprano, para mi investigación realizaría otra entrevista con Robinson Mulford gestor cultural,  activista cataquero y muy buen conversador, luego,  quedándome pocas horas decidí cumplir con el deber de turista e ir a la famosa Casa Museo G.G.M en compañía de la Señora Todaro, me apresté a sacar las maletas del hostal y antes de irme me paré en el pórtico , esperando apareciera aquel hombre que me miraba violentamente y enfrentarle, espere un rato con la maleta sobre el anden hasta que recibí la llamada de la señora Todaro, me insistió a que me apresurará porque antes de ir a la Casa Museo tenía que mostrarme otro lugar para mi investigación y también porque corría el rumor y había oído hablar de alguien que decía que le habían dicho que el embajador de México estaría ese día en la Casa Museo sobre las 2 de la tarde. Abandoné el pórtico y el hostal sin que apareciera el hombre siniestro, dejé mi maleta en casa de la señora Todaro  y nos fuimos para  aquel otro lugar que mencionaba  con motivo de mi  investigación.

Alrededor de la 1:50 pm ingresamos a la Casa Museo, la señora Todaro estaba más pendiente de la visita del Embajador pero yo me dediqué a disfrutar del tour, fue un recorrido muy agradable, en realidad da una perspectiva diferente a todo el relato de Macondo, las instalaciones están bien adecuadas y los guías turísticos son amables y están bien instruidos, el lugar también cuenta con información interesante y bien explicada y hacia al fondo, luego de un gran árbol ya no recuerdo de que fruto, hay un salón donde los artistas cataqueros  realizan sus  exposiciones temporales. En aquél salón me topé con Melquín Merchán el artista que exponía, se encontraba realizando allí mismo un taller de pintura con niños locales, la señora Todaro me lo presentó y cruzamos un par de palabras, pero proseguí a detallarlo mejor a partir de lo que exponía, sus cuadros eran una bonita expresión cultural  de lo que es Aracataca, al salir de la casa, me tropezaría con otro ilustre artista local,  está vez un Músico, tradicional, pintoresco y atrevido conocido popularmente a lo ancho de la región bananera y toda la Ciénaga Grande como MAMBO que a sus casi noventa años de edad aún canta y parrandea con alegría y aún viaja en soledad  por los territorios de la Costa Caribe para realizar pequeñas presentaciones y vivir sus  aventuras, MAMBO se cantó un par de porros, continuó con sus anécdotas y se despidió feliz.

Me dirigía a buscar mi maleta y decirle adiós a Aracataca  mientras la señora Todaro no hacía otra cosa que quejarse por las mentiras e invenciones que hace la gente del pueblo:  – «Es que inventa la gente acá, que venía el embajador de México. Siempre es lo mismo, que viene el Presidente, hasta el Papa, pero son puras habladurías de la gente que está aburrida y se pone a inventar». De camino a su casa, comenzó  a caer un sereno y estando cerca de una prima de la señora Todaro lo escampamos ahí, yo estaba ya reflexionando el viaje y esperando para partir, cuando la señora Todaro recibió una llamada: – «Ay, si vino? Y Dónde está? En la biblioteca?». Apenas colgó el teléfono escampó y en bici taxi fuimos  hasta la biblioteca para conocer al embajador de México.  Pasa en estás latitudes que las mentiras bien contadas se creen y transmutan en verdades.  En  un pequeño salón de la biblioteca se encontraban las personalidades del pueblo, el Alcalde Tufith, la Primera Dama, algunos políticos, un grupo folclórico de niños tamborileros  que tocaban un Bullerengue espectacular, la señora Todaro y yo, recibiendo al embajador de México en Aracataca. Terminaron de tocar  los niños y apareció MAMBO, interpretó respetablemente a pesar de sus casi 90 años un porro con una hojita de árbol y sus maracas, y luego del aplauso el embajador se fajo un discurso que a pesar de mi mala fe con los políticos me convenció, dijo que estaba en Aracataca para destinar los recursos y por fin terminar la fuente de Macondo-Cómala y con la intención de realizar otros proyectos para el pueblo, hubo más aplausos y  me le acerqué, cruzamos algunas palabras e historias, fue muy condescendiente conmigo y me dejó su contacto, muy útil espero para la investigación que estoy realizando.  De repente mientras hablaba con el embajador de México más aplausos vinieron y la primera dama comenzó a poner a manera de homenaje un prendedor en forma de mariposa amarilla, lo hizo con el embajador, y con otros políticos de la delegación y sonriendo mientras la señora Todaro le exclamaba: – «ponle a él también», me vi homenajeado sin razón y sin esperarlo con una bella mariposa amarilla que guardo con afecto. Así concluyó mi viaje, redescubriendo el mito de Macondo, aquél que vaya hoy en día esperando ver casas de bareque y un circo ambulante de gitanos, se topará con un pueblo cualquiera de la costa, donde sus habitantes han renovado sus casas y sus maneras de vivir a la modernidad y ahora se asemeja más a Sincelejo o un barrio clase media de Cartagena, pero hay que creer para ver y si es atento y de buen ojo, se dará cuenta que el realismo mágico nunca se encontró en los paisajes, en su arquitectura , ni si quiera en su historia,  sino en las particularidades de los habitantes de este pueblo que es una flor de más de cien años.


NOTA:

-En este enlace puede ver algunas fotos que tomé en el viaje https://www.flickr.com/photos/andres_sandoval/sets/72157646046765422/

-Y en este otro puede conocer a MAMBO y sus ocurrencias https://vimeo.com/101137668

Fotos: León D. Robles

 

 

 

 

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