Erick J. Mota, nació en La Habana, Cuba, en 1975. Es licenciado en Física por la Universidad de la Habana. Egresado del curso de técnicas narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Narrador de ciencia ficción y fantasía, ensayista, guionista de audiovisuales y videojuegos y astrónomo aficionado.
Su obra ha participado en diversas antologías y publicaciones en diferentes países, y relatos suyos han sido traducidos al inglés, francés e italiano. Fue finalista de la octava edición del Premio Internacional de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción 2011, de la editorial Minotauro (España).
Ha publicado los libros Historias del cosmos salvaje, 2014; Memorias del cosmos cercano, 2016 y Crónicas del Hipercosmos, 2020, todas por la Editorial Gente Nueva, Cuba. También publicó las novelas Habana Underguater, Atom Press, 2010, El colapso de las Habanas infinitas, Editorial Hypermedia, 2018, el libro de relatos Memorias del mar de Dirac, publicado por UME Ediciones, 2021, y la novela El foso de Mabuya, publicada por la editorial colombiana Ediciones Vestigio, 2022.
Ramón Medina. ¿Te consideras un escritor de géneros?
Erick J. Mota. Sí y no. Es una pregunta difícil porque decir que uno es escritor de género implica estar de acuerdo con el hecho de que la ciencia ficción es un género literario, cosa con lo que no estoy de acuerdo. Pienso que un género literario es la narrativa, la ciencia ficción simplemente es una forma de hacer narrativa, de hacer literatura, tan válida como las demás. Creo que llamarle género a la literatura de ciencia ficción, o llamarle subgéneros a distintos escenarios, como la ópera espacial o como el cyberpunk, es una manera de degradar la literatura como expresión artística y de reforzarla como mercancía. No estoy en contra de que la literatura sea una mercancía, pero tampoco estoy de acuerdo con darle una clasificación aparte. Por lo tanto, en una primera aproximación no sería un escritor de género. Eso es la “letra de la ley”, ahora vamos al “espíritu de la ley”, y el espíritu de la pregunta es si me considero un escritor de ciencia ficción y fantasía, y la respuesta es sí. No me considero un escritor de realismo o un escritor que use el nivel de la realidad del realismo. Se podría decir que soy un escritor de fantástico porque no solamente exploro la ciencia ficción o la fantasía, sino en general la literatura fantástica, es decir, la literatura que explora la otredad, que no describe el mundo tal cual es, sino que emplea metáforas de universos que no existen, o al menos que no son percibidos para el lector de esa manera, y empleo metáforas fantásticas para hablar de los problemas reales, así que, según el espíritu de la pregunta, sí soy un escritor de género, entre comillas.
Ramón Medina. ¿Qué encuentras en la ciencia ficción y el fantástico para poder plantear tus historias?
Erick J. Mota. Soy graduado de física y eso me obligó a tener un perfil profesional ligado a la ciencia. Mi manera de ver el mundo con esa meticulosidad científica ha hecho que tenga una respuesta diferente ante las cosas, que no sería igual si hubiese sido periodista, ya que tuviera la mirada del cronista que está viendo el suceso y está tratando de ver el mundo. Todo suceso en el que yo estoy, desde el más soez hasta el más espectacular, lo veo con el ojo del científico. El ojo del científico es el narrador natural de la ciencia ficción y de la fantasía. El ojo del científico me hace pensar “este choque ocurrió por la resistencia a los materiales y tales leyes están implicadas”, obligándome a tener un narrador muy técnico, y a fabular de una manera diferente. Creo que mi narrador tiene mucho que ver con el científico que soy. Con los años he aprendido que la mejor manera de aproximarse a una realidad no es fotografiándola, no es observándola en hiperrealismo. El hiperrealismo te da un lente demasiado cerrado. Hay dos colecciones de cuentos que tomo de patrón para ejemplificar. Las dos colecciones se hicieron en los años noventa en Cuba, es decir, el tiempo del período especial, después que se cayó la Europa del Este, un momento complicado de la sociedad cubana. Los dos libros son escritos en la capital de Cuba, uno es Trilogía sucia de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez, que es hiperrealista. Es una fotografía de determinados barrios de La Habana en el momento de más marginación que tuvo la ciudad. Pedro Juan es un escritor hiperrealista, yo le digo que es un escritor de método, un escritor muy vivencial, muy conectado con la realidad, que además salía a sentarse con la gente en la calle y a vivir él las experiencias que él mismo en cierta forma fotografiaba en su mente. Eso ayudó a que hiciera excelentes descripciones de ese momento tan complicado que tuvo la realidad cubana, pero con un lente muy pequeño ¿Por qué con un lente mu pequeño? Porque él habla de un tipo de personas, que son las personas como él: hombres, heterosexuales, bien machos, latinos, pobres, marginales, con una forma de hablar específica, con una jerga habanera, que no es la jerga de todo el país, sino el tipo de jerga de los barrios marginales de Cuba. Eso me permite conectar mucho con este protagonista y con la situación que él está viviendo, pero con un lente muy cerrado porque es como un microscopio, logras alta fidelidad, pero con un campo muy cerrado, no ves el conjunto. Sin embargo, una colección de cuentos de ciencia ficción escrita en esos mismos años, que fue Se alquila un planeta de José Miguel Sánchez (YOSS), lo ve todo con una perspectiva de mayor generalidad, usando la extrapolación. En el libro nos encontramos en un planeta que está en la miseria y en la pobreza por culpa de unos extraterrestres, tiene los mismos estereotipos de los que habla Pedro Juan en el hiperrealismo, pero como está hablando de ciencia ficción lo ve con un lente más ancho, no te describe la realidad pero te explica por qué estamos en esa realidad, las metáforas que usa son mucho más generales. Como lector te sientes más identificado y tú dices “claramente este hombre está hablando del periodo especial de cuba, esta es una voz cubana”, pero como está en códigos, extrapolando en ciencia ficción, lo estoy viendo como en campo ancho. Son dos visiones de lo mismo. Cualquier suceso se puede ver con una visión hiperrealista, de campo muy cerrado, o con una visión más amplia, y producto de mi propia formación científica a mí me gusta el campo ancho. A mí no me gusta hacer las cosas en pequeña escala porque creo que pierdo parte de la realidad. Y la extrapolación científica, esa fantasía desbordada que tiene la ciencia ficción, que tiene el fantástico, me resulta cómoda para hablar de lo que yo quiero hablar. Por otra parte, está la belleza. Soy sensible a una belleza soñada que no es la natural, que no es la real. A mí me gustan los paisajes de pesadilla, los paisajes urbanos de pesadillas, las cosas excesivas, aunque no soy una persona de excesos, pero mi imaginación es excesiva. Entonces, proponer escenarios más hermosos de los que he visto, es para mí un desafío intelectual enorme, y por eso es por lo que tal vez nunca haya escrito nada dentro de lo realista, o de lo mainstream, o fuera del fantástico, porque me siento más cómodo hablando de estas cosas.
Ramón Medina Arteta. En una oportunidad comentabas que el deber que tiene la literatura fantástica en general, y la ciencia ficción en especial, es el de sacarnos de la burbuja en la que vivimos. ¿A qué te referías con eso?
Erick J. Mota. El problema es que todos vivimos en una burbuja, la burbuja que nos construimos para seguir viviendo. La ciencia ficción te tiene que sacar de ella, te tiene que mover el piso. La literatura completa te debería mover el piso. De hecho, las que consideramos grandes obras de la literatura, son obras que han reventado la burbuja de todos sus lectores, esa expresión que se usa mucho hoy en día de “me ha volado la cabeza”, es eso, es sacarte de tu zona de confort, es mostrarte el mundo real, no en la forma de “voy a hacer todo lo posible para matar tu esperanza”, no. Es decir, simplemente, “el mundo tiene sal”. La literatura fantástica, la literatura de ciencia ficción, tiene una facilidad y es que te puede proponer exageraciones, te puede proponer mundos que no existen, pero que son posibles. Es lo que tiene la distopía. No voy a decir que la novela 1984 eliminó las dictaduras, o evitó que ocurrieran dictaduras, porque ya sería excesivo, pero sí hizo que muchas personas cobraran conciencia de que la dictadura existe, y que darle demasiado poder a determinadas personas era algo complicado e insano. Me gusta pensar que todo el postapocalíptico que se escribió en los años 80 ayudó al desarme nuclear. En cierta forma, mucha de la ciencia ficción ecológica, mucho del postapocalíptico ecológico que se empezó a hacer después de los años 90, ha influenciado en todo este movimiento de cambiar la matriz energética del planeta. No tengo pruebas de ello, pero me gusta pensar que influyó mucho. Me gusta pensar que la literatura en cierta forma salva, pero la manera que tiene de salvar es una manera terrible, porque te saca de la utopía que tú mismo te inventaste. Por eso digo que es deber de la literatura, en especial de la ciencia ficción y de la fantasía, mostrarte lo difícil del mundo.
Ramón Medina. ¿Cuáles son las características de la ciencia ficción cubana?
Erick J. Mota. La ciencia ficción cubana es un movimiento que tiene 60 y pico de años, que ha cambiado mucho, por suerte. Creo que la ciencia ficción cubana se ha caracterizado, y es una cosa que la distingue del resto de la ciencia ficción del área, en que la influencia que ha tenido de la literatura norteamericana proviene generalmente del audiovisual, de la cultura de masas. En Cuba no se publican la mayor parte de los clásicos norteamericanos o británicos. Cuba está desconectada del sistema de publicaciones de ciencia ficción que existe en el mundo, sin embargo, los clásicos de la ciencia ficción han llegado a través de sus adaptaciones cinematográficas y de la cultura mass media. Esto ocurrió hasta los 90, después de los 90 gracias a internet, y gracias a la piratería, la verdad sea dicha, es que es que toda una generación de escritores pudo leer en formato digital, casi siempre en PDF, a los clásicos. Actualmente, las cosas del mercado de ciencia ficción que se pueden piratear se encuentran, el resto es un mercado prácticamente informal de personas que viajan y traen libros y cosas así. Ahora bien, la característica fundamental de la ciencia ficción cubana está en que durante mucho tiempo, desde los 70 hasta 1992, se publicó ciencia ficción soviética y de los países de Europa del Este. Eso significa que una de las influencias literarias, aparte de la norteamericana que siempre existió, fue la soviética. Nosotros leímos en los 70 y 80 literatura de ciencia ficción rusa, polaca, checa… Y esa influencia de Europa del Este marcó la literatura que se hace en Cuba. Empezamos imitando a los rusos. Si leemos lo que se publicaba en los años 80, se imitaba mucho a los soviéticos, pero con elementos norteamericanos. En los 90 la poca ciencia ficción que se hizo tuvo muchos elementos norteamericanos que empezaron a irrumpir en esa estética rusa que se hacía en los primeros años. En la década del 2000 hubo una explosión del cyberpunk, una explosión de literatura clásica norteamericana, y creo que ahora, finalmente, hemos salido de la adolescencia y dejamos de imitar a nuestros padres, y estamos haciendo nuestro propio estilo, porque ya tenemos nuestro propio estilo. Además, ha habido un retorno a las raíces, tanto la raíz folclórica cubana, al usar nuestra cultura como elemento que nuclea las historias en la ficción, como la inclusión en la narrativa de ciencia ficción y de fantasía de elementos tradicionales de la historia del fantástico cubano. Se puede decir que la literatura de ciencia ficción cubana es como la cultura cubana, un crisol donde se mezclan muchas cosas.
Ramón Medina. ¿Cuál es tu mirada sobre la ciencia ficción caribeña a partir de tu experiencia en la edición de Prietopunk: antología de afrofuturismo caribeño?
Erick J. Mota. La ciencia ficción caribeña es un concepto nuevo para mí. Se abrió a mis ojos en el 2020. Explorando el tema del afrofuturismo, leyendo cosas clasificadas como afrofuturismo, a partir de una investigación de mi propia novela Habana Undergüater, que algunos teóricos la clasificaban como afrofuturista, empecé a buscar información y me di cuenta de que el afrofuturismo que se hacía en países del Caribe tenía muchos elementos en común conmigo. Ahí comprendí lo que había en la unidad caribeña, o la cultura caribeña, lo cual no deja de sorprenderme. Países que no tienen frontera terrestre y con historias diferentes como Puerto Rico, que es un estado libre asociado de Estados Unidos, República Dominicana, una democracia, y Cuba, un gobierno socialista, no hay 3 países más diferentes, y, sin embargo, la cultura es parecida, la forma de hablar es parecida, su literatura es parecida y sus problemas son parecidos. Es decir, en lo que tiene que ver con sus imaginarios de la ciencia ficción, de lo que se está hablando es parecido. Cuando vamos a otras autoras de Jamaica o de Martinica, nos damos cuenta de que incluso más allá del idioma hay una temática común, como un tono común. Incluso hay elementos comunes en la literatura costeña de Honduras, de Colombia, de Veracruz, de la zona pegada al Caribe de México; entonces, mi opinión, en mi experiencia con Prietopunk, es que hay que seguir trabajando. Para empezar, Prietopunk es una antología que no está completa porque solamente tiene las Antillas españolas, hace falta incluir en el afrofuturismo caribeño, que tiene características completamente distintas, al resto de la costa, al Gran Caribe. No se ha hecho la antología afrofuturista definitiva. Además, la literatura de ciencia ficción caribeña no es solo afrofuturismo, porque el Caribe es un crisol donde hay varias culturas y la ciencia ficción es algo muy complejo, por lo tanto, también hay un indofuturismo, también hay un cyberpunk muy particular, que tiene características diferentes al que se hace en el resto del mundo e incluso al que se hace en América, hay un cyberpunk latinoamericano y hay un cyberpunk caribeño. La ciencia ficción caribeña no es solo afrofuturismo, o prietopunk, es solamente una parte de un todo, y todavía nos estamos conociendo.
Ramón Medina. ¿Qué piensas del afrofuturismo en su versión en la literatura?
Erick J. Mota. El afrofuturismo yo siempre lo divido en 3. Es decir, para mí existe el afrofuturismo clásico o norteamericano, o sea, el primer afrofuturismo, el futurismo africano que es la versión del afrofuturismo en África, y el futurismo de la diáspora o afrofuturismo latinoamericano, que a su vez marca una distinción con el afrofuturismo del Caribe. El afrofuturismo es una respuesta excelente y necesaria a la discriminación racial. La discriminación racial separa también las culturas, y la cultura de los descendientes africanos es marginada por los escritores desde el poder, sean blancos o no, porque hay un escritor desde el poder que puede no ser completamente blanco y creerse perteneciente a una élite, por lo tanto, es una literatura marginal que está visualizando una cultura que existe, que está ahí, pero es invisible, eso básicamente es la idea del afrofuturismo. En Norteamérica el racismo se ha esforzado en separar la cultura afroamericana como diferente a la cultura europeo-norteamericana, que no se le emplea la palabra europeo, se emplea americana a secas, el privilegio del poder te da eso. Los blancos americanos son los americanos, y los escritores blancos de Norteamérica son Americans writers, y los escritores que no son blancos en Estados Unidos son African Americans writers. Es decir, cuando hace falta un prefijo para para mostrar tu cultura ya ahí hay racismo. El afrofuturismo norteamericano es importante y es radical, es el gueto de los afroamericanos porque ellos están aislados y necesitan ese fundamentalismo. No pasa así en el Caribe porque el Caribe es producto de la mezcla, y en el Caribe, como tercer mundo, estamos validando nuestra cultura olvidada, de ahí lo de Prietopunk. Todos somos prietos, los blancos y los negros en el Caribe. Para los norteamericanos todos somos prietos, para los europeos todos somos prietos, por lo tanto, no estamos hablando de que si los autores son blancos o son negros, porque el sistema de racismo, clasismo y de dominación que tuvo el Caribe, que tuvo América, fue diferente. La diáspora africana en América continental, en tierra adentro, tuvo otro sistema de dominación distinto, por lo tanto, ese afrofuturismo tiene unas características diferentes, características que yo preferiría que no fueran generalizables, es decir, que no se tome el afrofuturismo latinoamericano como un anexo al afrofuturismo norteamericano o clásico, como pretenden hacer muchos teóricos, partiendo fundamentalmente de un estilo, de una forma de pensar colonialista. Pienso que cada zona geográfica en función a su cultura debe tener su propio afrofuturismo. Y el futurismo africano me parece excesivamente colonialista, pensar que África es un país, que toda África es una cultura y que eso sería el afrofuturismo. Es lo que he visto hasta ahora. Creo que África es muy compleja y la gente ve a África como la parte de los pueblos que fueron vendidos como esclavos, y hay una cultura de los que vendieron a estos esclavos y se quedaron en África, y hay una cultura de los imperios y las naciones africanas que nunca llegaron a ser esclavos y eso está invisible, porque todo esto viene desde un mercado, sobre todo el norteamericano, que sigue siendo racista y que considera que afro es el prefijo necesario para hablar de los negros y no valida la cultura africana que, al igual que la cultura caribeña, es multilingüe. Es decir, todo lo que he leído hasta ahora de ciencia ficción afrofuturista africana es en inglés, pasando por una curaduría de editores norteamericanos. Yo quisiera leer el África francófona, yo quisiera leer el África italiana, me gustaría leer a los autores africanos que hacen ciencia ficción, que estoy seguro de que lo hacen, en su propia lengua. Hay mucho más por publicar de lo que se está haciendo para salirnos de la etiqueta.
Ramón Medina. Háblanos de tu novela publicada en Colombia, El foso de Mabuya (2022). En ella planteas una recontextualización del espacio caribeño, alterando el curso de la historia. Noto que es algo que te atrae y lo has planteado en varias novelas, de diferentes maneras. ¿Por qué?
Erick J. Mota. La recontextualización del espacio caribeño se puede decir que es mi cruzada personal. La mala idea me la dio Philip K. Dick que recontextualizaba el espacio norteamericano. El hombre en el castillo es un gran ejemplo de recontextualización y de pensamiento fuera de la caja, usar un tema que incluso para los Estados Unidos sea incómodo para reflexionar sobre el propio Estados Unidos. Creo que esa mala idea deberían tomarla los escritores de todos los países. Lo que pasa es que no solo la tomé con Cuba, empecé haciendo una recontextualización del espacio habanero, ni siquiera estaba pensando como país cuando empecé con Habana Undergüater. Yo quería recontextualizar el espacio que yo conocí, después me extendí a Cuba. Digamos que fue cuando me vi realmente como escritor cubano y empecé a recontextualizar todo el espacio cubano, desde la política, la economía, la sociedad, la historia y el patriotismo, simplemente cuando comprendo los puntos en común que tiene el Caribe, descontextualizar el caribe se convierte en algo. Se ha vuelto como una especie de obsesión mía porque es importante ver las cosas desde otro punto de vista, porque nosotros somos el producto de una sociedad que no ha sido planificada, es decir, nosotros llegamos aquí de casualidad, la idea original de nuestros países del Caribe era simplemente la de un lugar donde podía haber oro, donde podía haber riqueza y donde desgraciadamente había una gente viviendo ahí y había que hacer algo con ellos. La idea de la plantación es producir caña de azúcar y ya, todavía sigue siendo así, todavía tenemos un turismo de sol y playa. La idea fundamental no es hacer una cultura caribeña o hacer que el Caribe tenga una cultura, o que las personas que habitan en el Caribe sean personas cultas o que escriban buena ciencia ficción, la idea es la misma de siempre, primero buscaban oro, después buscaban caña de azúcar y ahora buscan un turismo. Las personas que vivimos aquí somos como una especie de daño colateral para el resto del mundo, por lo tanto, pese a ellos hacemos ciencia ficción, pese a ellos somos personas cultas, pese a ellos somos personas, y, entonces, debemos cuestionarnos nuestra historia, porque nuestra historia es un conjunto de casualidades, por lo tanto no podemos honrar nuestra historia nuestras guerras independencia a nuestra cultura nuestros libros no podemos verlos como como producto de una planificación más exitosa porque no hubo una planificación exitosa, hubo un resultado azaroso que en mi opinión fue bueno de casualidad porque Dios nos ama, pero tenemos todo el tiempo que mirar nuestra historia tenemos que mirar a nuestra cultura con un ojo crítico, para poder pulir las cosas malas porque nacimos de la de la dominación, nacimos de la explotación, como nacimos de cosas tan terribles como esa, el plan nunca fue bueno y entonces la recontextualización nos ayuda a pensar fuera de la caja, creo que nuestros pueblos del Caribe pueden brindar al mundo grandes pensadores fuera de la caja. Todos somos Philip K. Dick, sería un excelente slogan.
Ramón Medina. ¿Cómo se te ocurrió mezclar en ese libro tradiciones americanas con las inteligencias artificiales?
Erick J. Mota. Es difícil decir cómo ocurre algo, porque el trabajo primario de una novela comienza en la mente de un escritor y estás haciendo otras cosas mientras estás pensando. Es muy difícil a veces mirar atrás y reconstruir ese proceso, que es muy íntimo, muy personal y a veces uno mismo olvida cómo fue que se te ocurrió algo. Pero, podría decirse que el culpable de todo esto fue William Gibson, hay que darle el crédito. Cuando leí Mona lisa acelerada, aparecen por primera vez los Loas del vudú que eran inteligencias artificiales. Esa idea me voló la cabeza, porque la parte de las inteligencias artificiales era novedosa en esa época. Me fascinó el hecho de que Gibson tomó solamente los Loas del vudú, pero me di cuenta de que había una cultura mucho más rica en el Caribe y que tenía mucho futuro. Después, cuando hice mi propio viaje al interior y exploré las tradiciones taínas, las tradiciones originarias y las mezclas de todo el folclor del Caribe, ya estaba el bichito de mezclar eso con inteligencias artificiales, y a lo que podía llegar ese concepto. Salió solo, fue natural llegar a este punto. No recuerdo mucho más.