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Te vi de cerca, y supe que mis huesos se quebraban
ante una oportunidad absurda pero no imposible.
Tuve lo que siempre quise:
Una mujer con la que contar,
los días para escribir los más terribles poemas
y las noches para disfrutar de los placeres de mi amor por la soledad.

Como el chispazo de una clavija sobre la superficie
me vi obligado a permanecer inmóvil.
Sin miedo, a que alguna vez algo tan infame como
la locura me arrebatara los deseos que acumulé
con años de consciencia y aparente humildad.

Hoy, como muchos otros hombres
padecí de las provocaciones del deseo.
Sé que con una caricia de ella bastaría
para que si me dijera que escapásemos
lo haría.

Jairo Andrés Falcon Tejada

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