1Son las 8:30 de la mañana y mi pensamiento divaga en la conveniencia de tal o cual tema para esta columna ingrata de cada viernes. Después de una extraña noche durmiendo sobre una colchoneta en un templo cristiano, por razones equivocas que no vale la pena mencionar aquí, he llegado a la conclusión de que quiero escribir sobre cualquier cosa sin importar la opinión del idiota e inconforme lector que solo pide sangre de escritor como en un grotesco circo romano. Seré sincero conmigo mismo y por una vez no complaceré el sentido de aquella verdad escrita por Bukowski que no podré parafrasear por falta de memoria, pero que más o menos dice que la gente quiere hermosas mentiras, a lo que yo agregaría,maravillosas puestas en escena donde con triquiñuelas se disfrace la falsedad de todas y cada una de las manifestaciones de la vida. Hoy no usaré subterfugios y juego de palabras, mi ánimo no me lo permite. Así que dejaré que la mano escriba lo que le venga en gana, como aquellos famosos “Texts for Nothing” de Samuel Beckett (claro está, guardando las proporciones para que ustedes no se escandalicen) que parecían ser laberintos de palabras que no conducían a ningún lugar pero que escondían sentidos profundos de la existencia y la importancia o quizás el absurdo del lenguaje. Hoy jugaré a fingir que escribo por escribir.

Sobre la interpretación de la realidad y el ñañañaña

Todos en Yellow Hell City y en el planeta  se toman en serio a sí mismos y a los modelos de interpretación de la realidad. Gente que estaría dispuesta a matar por una teoría-supositorio (¿Quién alza la mano y me dice qué es una teoría-supositorio?). Gente que oprime y destruye por defender las heces que le depositaron en el inodoro-cerebral. Todos nos movemos con certezas y justificaciones, dándole la espalda al Caos primigenio que nos rodea, y no es por otra cosa que por el instinto de supervivencia, porque para nadie es un secreto que el Caos produce pavor hasta en los más radicales y escépticos.

Al punto al que quiero llegar (no quiero llegar a ningún punto) es que para todo se han inventado una explicación (yo lo llamaría justificación), un mecanismo para  aparentar orden y coherencia, y todo lo que salga de esos dos conceptos, es lo pernicioso, lo inexplicable, lo irracional (en este punto llega un kantiano o en el peor de los casos, un lector de Heidegger, a decirme con una jerga de los más barroca, que estoy equivocado en cuanto a mis planteamientos con respecto a la interpretación de la realidad. Yo lo miro de arriba abajo y le digo mientras me saco un moco: “ñañañaña”.

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Asuntos tan profundos como estos no se deben tratar en una columna frívola de la que se espera que un mono llamado “El Señor Underground” baile por la banana y haga reír al espectador-lector con uno de sus descabellados argumentos.

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Sobre la lectura

Leer es tan placentero como culear y tener un orgasmo (¿Por qué usa esa palabra tan fea señor escritor?). El 90% de los habitantes de esta ciudad son lectores frígidos, se quedan en los juego preliminares de intentar meterle mano al libro pero nunca llegan al coito del final (a las parejas que no usan el coito que me perdonen, son tantas las tendencias sexuales en estos momentos que no las puedo mencionar a todas, eso sí, cada una es respetable, porque dan cuenta de las necesidades calentonas de un individuo). También es despreciable encontrar  la fauna de los que fingen leer (¿hay algo más triste que fingir un orgasmo?). 9 de 10 lectores de estas palabras se preguntaran: “¿Qué le pasa a este que compara un mete y saca con leer?” esos que lo preguntan, no conocen las bajas pasiones que puede llegar a despertar un libro.

Sobre el Pick-up

El pick-up es una maravillosa bomba de tiempo, una impredecible lámpara de Aladino que al frotarla te puede conceder una inolvidable noche de diversión o un cuchillazo en el cuello. El pick-up es el propio underground cotidiano de Yellow Hell City y solo los valientes y temerarios descubren en él, el tacataca misterioso, el pandemónium que hace vibrar la carne. Si conoces a alguien que va a los pick-up cada fin de semana, felicítalo y dile que es un valiente, porque es un alma que se mueve entre la vida y la muerte, cosa que  no haces tú porque eres un cobarde al que no le gusta la champeta y porque estas apegado a la ilusión de la vida. El champetudo es un semidiós caprichoso que hace malabares con la dualidad (¡por Dios señor underground, que idea tan descabellada!)

 Sobre los chicharrones verdes

El 90% de los policías de de Yellow Hell City son unos cerdos hijos de puta con revolver o pistola. El otro 10% no existe.

Sobre en dónde es más conveniente leer

De 2 a 4:30 de la tarde la biblioteca de la Casa Bolívar es el lugar ideal para danzar con el silencio y la imaginación (solo se le pide al universo que a esa hora el remedo de bibliotecaria no se le dé por hablar por teléfono, es la cosa más pedante e imprudente de este mundo).

Sobre los Moto-taxis

Todos se quejan de  los moto-taxis por “su salvaje forma de ser”, pero si es tarde para llegar a un destino no hay individuo más honorable e imprescindible en la ciudad.

Sobre la estupidez

Yellow Hell City disfruta hacer monumentos a la tiranía y a la estupidez. En cada plaza se encuentra la estatua de algún traidor que la historia coronó con medallas y memorias. Placas conmemorativas de “aquí vivió Xutanejo” “aquí murió Perenxejo”, quizás dos aristócratas ladrones y racistas. Esta es una ciudad de autómatas amnésicos.

 Sobre la Niña Tulia y la María Calado 

Todos, absolutamente todos, nativos y extranjeros son chismosos y conspiradores en Yellow Hell City (¡nojoda que ciudad  chismosa!)

Sobre los almacenes Fracaso

Fracaso es la cosa más pecueca y opresora de la ciudad del infierno amarillo. Si se quedan observando se darán cuenta como explotan a sus trabajadores y como son capaces de vender una del millón de ratas que recorren sus pasillos y que hacen que sus bodegas huelan a mortecina.

Sobre el arte

La fiesta de los mismos con las mismas. La rumba de la tiradera, la envidia y la hipocresía. El arte aquí sirve es para emborrachar al Señor Underground y a sus amigos en las inauguraciones. Por ahí conozco a varios que ni hacen ni dejan hacer por andar con la lengua viperina creyendo que saben más que todo el mundo de arte (para ellos también un ñañañaña).

Sobre los turistas o los visitantes en tanga narizona

Muchos se quejan del efecto del turismo en la ciudad, pero luego se matan entre ellos por ser los primeros en besar los cojones y las tetas de los extranjeros. El nativo discrimina al nativo solo para complacer al de los dólares del fucking fucking. Dentro de algunos años este será un patrimonio de la xenofobia.

Sobre lo innecesario

Talleres de poesía, colectivos, semilleros, festivales, inauguraciones, Transcaribe, fundaciones, embajadas, almacenes Fracaso, alcaldes y en especial, esta columna que ahora lees.

Sobre la política

Vale verga. Punto.

Sobre la conclusión de esta columna destinada al eterno olvido

Es viernes en Yellow Hell City, no me voy a engañar creyendo que hoy leerán esto más de tres o cuatro. La vida en esta ciudad es una fiesta, para qué perder el tiempo con lecturas que solo dejan ver lo absurdo que puede llegar a ser un individuo con sus opiniones. Mejor reír y emborracharse. Yo por lo menos espero a eso de las 7:30 ya estar risueño, fumando  y soltando chácharas con mis compinches, los hijos de puta más especiales en cuanto a meterse en problemas se trata. No esperes muchos de este día: te defraudará ¿escuchaste? Te defraudará y por eso vale la pena vivirlo y escribirlo.

20 febrero 2015

EL SEÑOR UNDERGROUND

Fotografías: El Señor Underground

 

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(1981 o 1987). Agente patafísico en la ciudad imaginaria de Yellow Hell City. Fanzinero (re)negado en varios planetas del Multiverso. Fanático de los collages y los cómics de Grant Morrison y Charles Burns. Murallero crepuscular. El Amigo invisible de Rimbaud y Lautréamont.

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