Roberto Bolaño ya había afirmado en un apunte aislado que el narrador de 2666 era Arturo Belano, cuando además propuso como final tentativo para dicha novela lo siguiente: “Y esto es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano”. Esta última cita es mencionada por el crítico catalán Ignacio Echevarría, reforzando así la idea de que quien escribe 2666 es Belano, lo que en mi opinión elimina posibles dudas y se entrega así, con algo de certeza, una respuesta al interrogante sobre el verdadero autor de la obra, o por lo menos el motivo o razón que la inspiró. Ahora, ninguna de las afirmaciones es gratuita, pero antes de abordarlas quisiera detenerme un momento en las implicaciones de aceptar que en efecto Arturo es el autor de 2666.

El capítulo primero de la novela, la parte dedicada a los críticos, señala  una relación académica y sexual de los personajes, se recrea la impresión de efecto capicúa con sucesos de Los detectives salvajes; los Realvisceralistas son descritos como una pandilla de libertinos, la fuerza de las drogas, del deambular, el sexo etc. Afianzan la relación o unidad del grupo, los poetas no escriben poesía, viven poéticamente y coinciden en sus vidas poéticas, entre el tragaluz de lo real y lo perdido; esa capicúa es una lectura moderna donde se enfrentan dos culturas; la de detectives, la cultura peregrina en Latinoamérica lleva a Belano del D.F. a Barcelona; en 2666 es diferente,  las vidas europea son traídas a nuestra tierra; ese arribo aventurero de los personajes muestra dos caminos iniciados en lugares diferentes pero que coinciden en un mismo punto, un punto que se dibuja mentalmente en sus experiencias y que los conduce a las máximas de sus temores.

Belano intenta construir un camino de regreso a América sin latinos, los críticos europeos exploran el salvaje desierto de Latinoamérica, la experiencia del híbrido latino –Santa Teresa- invadido por el pensamiento europeo.

Grupo Archimboldi. Los críticos no pueden pasar desapercibidos, la convivencia sexual muy al estilo Belano no es un hecho aislado, es una puerta que se abrió en Los Detectives Salvajes, algunos personajes como las hermanas Font, Pancho Rodríguez, Jacinto Requena o Laura Jáuregui son el anverso, el otro sendero de Pelletier, Espinoza y Norton; encontrados en el mismo punto en que una vez se unieron Ulises Lima y Octavio Paz.

Arturo dibuja el encuentro de pueblos desproporcionados, trae críticos europeos a Latinoamérica; desarrolla una experiencia que llegada a la misma banca, sentará el mismo episodio Paz-Lima, algo de América perdida entre europeos creídos salvajes, un poco de Europa sin el salvajismo de nuestra América para algunos latinoaméricanos expatriados  o exiliados.

Las relaciones se tejen alrededor de ese ese punto; el grupo Archimboldi es el cuarteto de la modernidad, la modernidad europea, aunque es redundante; sus nacionalidades indican Europa, mar, bosques, invasores. Un español, un francés, una inglesa  y un italiano –Morini- siguen los pasos de su única aventura, equivocadamente buscan los restos de su cultura escondidos sobre un desierto llamado Latinoamérica, sobre una frontera llamada Santa Teresa.

De regreso. El primer viaje fue diferente, emprendido por él, Felipe, Ulises etc. Luego de atravesar el canicular desierto fronterizo occidente-Latinoamérica llegan a Europa, los salvajes sobre París, los salvajes en Blanes, sin poesía, sin vivir poesía, ahora se hace prosa, cuentos. La aventura iniciada en libros, terminada en las calles, iniciada en calles finalizada en libros,  ‘lo que empieza como comedia acaba como tragicomedia. Todo lo que empieza como comedia acaba indefectiblemente como comedia. Todo lo que empieza como comedia acaba como ejercicio criptográfico. Todo lo que empieza como comedia acaba como película de terror. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no? Todo lo que empieza como comedia indefectiblemente acaba como misterio. Todo lo que empieza como comedia acaba como responso en el vacío’, aquel punto, el lugar exacto en que se sienta el peregrinaje, en que finaliza el viaje, la última página del libro, la última vez de la vida, justo en esa banca Arturo quiso sentar a seis hombres; ahora, lo que inicia en Europa termina vagando en América, lo que es gestado en estas tierras terminó exiliada en Europa, todo parece indicar que de vuelta nuestro continente, nuestro continente como cementerio de Europa o Europa buscando un refugio en nuestro cementerio.

Se encorvan los caminos y la vida, se enredan y arman un verdadero sendero que oculta y que borra huellas como los cuernos de un reno, así es la capicúa armada; llegan tres, una angloparlante, un francoparlante y un castellano hablante, ¿aprenden?, sí. Ellos han aprendido ‘tres cosas sobre la vida,’ tres cosas sobre la vida en el desierto de Santa Teresa.

Sexo para Belano. En Los Detectives existen muchas recreaciones del sexo, desde las más intensas hasta las que rayan en el desinterés, es imposible no reaccionar de alguna manera ante esas páginas, desde la curiosidad encarnada en la afinidad aleatoria planteada por Bolaño, hasta la absurda manera de aferrarse a esos momentos aleatorios y pasajeros. Es algo icónico, su importancia resulta en ocasiones decadente, por momentos existe un desinterés en el tema; al parecer es una práctica que «ensorba» a los personajes, pero siempre está presente. En 2666 los críticos son los personajes más  extraños, son europeos, el sexo deja de ser afinidad aleatoria tediosa, es algo desinteresado pero siempre se mantienen las viejas instituciones; aunque se conviva en un menagé a trois, los personajes siguen viéndose bajo las antiguas categorías de las que tendrán que salir.

La salida, el desinterés que padece más adelante el trío de críticos se los proporcionará Latinoamérica, una vez más en el desierto la sensación y el viejo deseo se esterilizan por el tedio; quien lo creyera, como lo dice Bolaño en otro escrito, ‘follar cuando no se sienten ganas puede ser sublime’; a eso se enfrentan los críticos en Santa Teresa, la vieja vivencia de Belano en el D.F. es reconstruida desde las fronteras, donde se esconde el último gran escritor europeo y las fuerzas que empujan la vida son apagadas, donde el sexo se vuelve un cumplido más, un libro, un libro más, un viaje, un viaje más.

Cuando poco se disfruta solo queda esperar que el horror venza el tedio, eso no lo sabían los europeos, el camino de regreso al tedio de Latinoamérica es entonces un cumplido de años perdidos.

Lautaro Müller

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