-MINOS:  ¿Tenías que matarlo?

-TESEO: Sí, por lo mismo que tú tenías que encerrarlo. Aquí divergen nuestras sendas, Rey,  pero la inteligencia es alta y se comprende de un hombre a otro y desde sus diferencias.

Julio Cortázar.

 Estimado Teseo, remito esta  misiva con el mayor de los gustos, con ese placer nacido de la congoja que usualmente sienten los reclusos. Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer una breve apología al encierro, como sabrás, desde estos muros el mundo puede ser diferente, pero fuera de ellos es un caos –creo que de eso no nos cabe la menor duda y tú lo sabes aunque en público lo niegas, no te juzgo; sé estimado Teseo que eres hombre ignorante y como a tales se les perdona sus necedades-; desde hace un tiempo Minos ha decidido que soy un peligro y para mantener el orden y demás, logró capitular con la libertad y la dignidad una salida que no les agrada a los Minotauros. Él logró imponer reglas a la libertad y las reglas desgraciadamente Teseo nos hacen hombres menos felices, las reglas infortunadamente convierten a hombres en bestias, las reglas por causas inexplicables recluyen a los hombres en presidios.

Entonces, allí están los Minotauros, valientes, gritones, febriles, delirantes; sabes, ya no son hombres, los han expatriado, han sido enviados a vagar en el mar, han construido presidios en las lejanías del océano para aliviar sus locuras, sus delirios; nos han desterrado por causa de una enfermedad  contagiosa, el deseo de libertad. Sé lo que piensas al respecto, dirás: «que falta de coherencia son tus palabras, como ha llegado, un recluso en fuga y acuartelado, un Minotauro. Como es que puede igualarse a los hombres, creerse con el derecho de ser un hombre despersonalizado». Sí, pero  los Minotauros también somos hombres, sí, en serio que lo somos, no te asustes por nuestro aspecto que las apariencias son creadas por las reglas y eso lo has aprendido; desde que se creó la palabra locura se han concebido los locos, desde que se creó el presidio hay hombres encerrados, cuando hablar y ser diferente fue un crimen los Minotauros se convirtieron en bestias salvajes en predadores, nacieron los cuentos aquellos que hoy repiten; pero no es cierto.

Hoy, espero con el mayor de los gustos tu asistencia a mi laberinto, pero recuerda, un Minotauro no solo es carne, también es el montón de palabras sueltas que pululan hasta de su mirada,  matar la carne es trabajo sencillo, pero esas palabras que expide el Minotauro, transportadas por el sonido a velocidad de la luz, son tu verdadero enemigo, y es una pena que ellas no mueran con una daga Teseo.

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