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Déjeme saludarla y agradecerle por todos los favores que me ha concedido desde la infancia, permitiendo el desarrollo de mis facultades imaginativas. Quiero decirle que aquí muchos nos morimos por usted, porque a pesar de su edad, siempre la hemos visto como a una adolescente, conocedora de todos los misterios y placeres de la vida.

No negaré que a veces me sorprende encontrarla caminando por las calles de esta triste ciudad costera, rodeada de granujas, malandrines, niños confundidos y estudiantes que no pudieron ingresar en la facultad de medicina. Es admirable ver como siendo usted una mujer tan inteligente, se rodea de estas criaturas excluidas por el destino. Si para los demás no es evidente, para mí lo es el hecho de que usted muy raras veces presta sus favores a quienes la atosigan con ridículos sueños de fama.
Ahora, sin más preámbulos me dirijo a exponer el motivo de esta carta.

En el transcurso de mis veintitrés años de vida, he tenido la oportunidad de leer una gran variedad de libros, especialmente aquellos donde se intenta manifestar la complejidad del espíritu humano, a través de fantasías y experimentos de la palabra. Todo lo leído ha sosegado en parte la furia del Hado, que como ya debe saber es una criatura pasional que jamás fue instruida en la misericordia. Es por eso que me siento agradecido y comprometido a proponerle una idea descabellada que puede parecer a todos un abuso de confianza, pero sospechando el alto grado de sensibilidad y comprensión que usted ha debido adquirir en sus largos años de experiencia, es que hoy, por fin, me atrevo a lanzarme por la borda, esperando que sus aguas me mantengan a flote hasta llegar a la Isla de los Bienaventurados.

Como sabemos, cada vez que se lee una obra, se está recreando el conjunto de circunstancia que le correspondió a cada personaje. Cada lectura es un revivir, un reinventar del sino del universo ficcional. Teniendo en cuanta esta premisa, quiero hacerle una pregunta que no pretendo me responda, solo quiero que la tenga en cuenta para que vaya entendiendo aquello que le quiero proponer: ¿Cada vez que leo un poema, un cuento o una novela, hago que los personajes padezcan todos aquellos infortunios que el autor, por razones de capricho, necesidad o conveniencia, les asignó a cada uno, es decir, que si en un día leo doscientas veces la página en donde se narra la tortura de un hombre, entonces doscientas veces ese hombre será torturado sin tener en cuenta su sufrimiento; doscientas veces me convierto en cómplice del Destino ficcional al que éste ha sido condenado; doscientas veces le recuerdo la irracionalidad de un eterno retorno producto de “Un Antojo”; doscientas veces soy dueño del poder de castigarlo a que su existencia sea solo un gran dolor y por lo tanto multiplico las consecuencias –agradables o desagradables- que surgen de esas doscientas veces que leí?

Quien escribe una obra es dueño de un poder, poder que luego es asignado a quien lee. Dependiendo de las capacidades del lector aumentará la energía de ese poder. Ante esta verdad, no me queda otra opción que exponerle mi teoría de la No- lectura: Aquellos que jamás han leído una obra son criaturas poderosas, dueñas de la energía de proyectar sus fuerzas, no sobre personajes de la ficción, sino sobre personajes de la realidad. El escritor le entrega su poder al lector que viene a convertirse en un re-escritor, lo que demuestra que de una u otra forma, para tener el poder de la escritura es necesario, antes, ser poseedor de la lectura.

Ahora bien, el No-lector tiene poder sobre la realidad, en la medida en que su forma de ver el mundo es limitada y por lo tanto, como su número es abundante, juzgan y predisponen al escritor y al lector, a su voluntad. Entre más absurda sea la visión del No-lector, mas grande es su poder para crear circunstancias precarias que definan el destino del Autor-lector. Si se acepta la voluntad del No-lector se caerá en un periodo literario conservador, y si se rechaza, será un periodo abierto a nuevas posibilidades, a nuevos ataques contra los tabúes del mundo. Todo esto demuestra la fuerza que posee el No-lector. Lo que me permite decir arbitrariamente, que en definitiva, el No-lector es el verdadero soberano en el ciclo de la creación-asimilación: El No-lector es el artífice de todas las estéticas.

Ahora pido disculpas por demorarme impacientándola con insensateces que evidencian mis nervios siempre que doy un paso importante.

Señora Literatura por las razones que acabo de exponer, quiero proponerle que saquemos de circulación, por un tiempo
indeterminado, a ciertas obras en donde se encuentran algunos personajes que con el pasar de los años se han convertido en mis amigos. Siendo su confidente, he comprendido lo penoso de sus vidas día tras día. Me gustaría que las siguientes obras salgan de circulación, para darles vacaciones a algunos personajes que, personalmente me han dicho, no soportan un día más la monstruosidad del Universo-ficcional. Éstos son:

Juan Pablo Castel (El Túnel)
El Príncipe Miskin (El Idiota)
Maldoror (Los Cantos de Maldoror)
Fernando Vidal (Sobre Héroes y Tumbas)
Gregorio Samsa (La Metamorfosis)
Remo Erdosaim (Los Siete Locos)
Satán (El Paraíso Perdido)
Bernardo Soares (Libro del Desasosiego)
Piskariot (La Avenida del Nevá)
Adams Jeffson (La Nube Púrpura)
Joaquín Font y Cesaria Tinarejo (Los Detectives Salvajes)
Mersault (El Extranjero)
Geoffrey Firmin (Bajo el Volcán)
Orestes (Las Moscas)
El General Aurelio Buendía (Cien Años de Soledad)
Marv (El Duro Adiós)
Walter Joseph Kovacs “Rorschach” (Watchmen)
Kafka Tamura y Satoru Nakata (Kafka en la orilla)
John Blacksad (Blacksad “Arctic-Nation”)
Bartleby (Bartleby, el escribiente)
Michael O’sullivan (Road to Perdition)
William Gurevitch (Tombuctú)
William Wilson
Sir William Withey Gull (From Hell)
Anung-Un-Rama (Hellboy)
Morfeo (Sandman)
Jack Duluoz (Big Sur)
The kid (Meridiano de sangre)

Estos son los nombres de algunos de los que recuerdo en estos momentos. En caso de que mi petición se lleve a cabo, le entregaré una lista completa y organizada donde se incluya el por qué de la elección de cada uno de los personajes. Quiero decirle que esto no es un simple capricho, es el deseo de que se tenga una mínima consideración y se les brinde la oportunidad del reposo y luego que sean ellos los que escojan continuar o escapar del círculo vicioso en el que el lector reinventa el absurdo de sus existencias.
Expresadas mis ideas le agradezco su atención, usted que es una mujer ocupada con una agitada vida social que pocas veces le queda tiempo para complacer a sus inéditos y humildes seguidores.

Me despido, no sin antes alabarla y decirle que me complace que sea la madre de criaturas tan maravillosas como son Poesía, Cuento y Novela. Esas tres personitas coronadas con la genialidad me han brindado hermosas tardes de meditación y esperanza, especialmente Poesía, la hermana mayor, sin la cual los otros hermanitos no podrían vivir.

Gracias por todo, Señora de la palabra… Quiera el universo que esta carta sea leída y no se pierda en el anonimato de las grandes verdades.

PD: En otra ocasión, dado que me han dicho de que usted es una excelente oniromántica le contaré sobre un sueño que tuve donde aparecieron J.L. Borges y Charles Bukowski convidando a pelear H.P. Lovecraft y Hemingway en medio de un incendio, mientras que J.P. Sartre le sobaba las tetas a Virginia Woolf. Imagino que usted podrá interpretar este sueño y revelarme que me depara el futuro en el mundo de las letras (no tengo muchas esperanzas).

Att: Un humilde e insensato admirador,

EL SEÑOR UNDERGROUND

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(1981 o 1987). Agente patafísico en la ciudad imaginaria de Yellow Hell City. Fanzinero (re)negado en varios planetas del Multiverso. Fanático de los collages y los cómics de Grant Morrison y Charles Burns. Murallero crepuscular. El Amigo invisible de Rimbaud y Lautréamont.

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