La última novela del escritor chileno Roberto Bolaño no deja de ser un misterio, para un aficionado a sus trabajos siempre existen constantes en su narrativa que tienden a ser algo confusas o por lo menos llamativas, no dejan de ser desconcertantes las historias no acabadas que reflejan sus personajes –especie de historias fragmentadas o cercenadas, sin pasado concreto, sin  presente claro o con futuro incierto-, quien se enfrenta a sus libros nunca descubre un personaje y descubre demasiados personajes (por lo menos en 2666 o en detectives salvajes), que a veces lleva a enfrentar la pregunta ¿cómo es que distingo a los personajes?, hay elementos imprecisos en sus letras, nunca está del todo definido la razón de un personaje, en Detectives salvajes nunca se sabe a ciencia cierta el motivo  de Arturo Belano para fundar el realvisceralismo o por qué deciden huir de México Arturo y Ulises (solo sugiere que este pudo ser un poema a una mujer porque al parecer así se lo imagina Laura Jauregui, en el segundo caso algunos se imaginan que huían de algún grupo de neonazis). En 2666 se replican las historias inconclusas, o no desarrolladas, o de desarrollo prematuro, previo a un acercamiento personaje-escritor- además de los personajes inacabados sus espacios son difíciles, digo…, ¿qué es esa sonora de detectives salvajes?, ¿Qué son esas calles del DF?, ¿Qué es ese el lugar mágico o sofocante donde es ejecutado un nativo?, ¿Qué es Santa Teresa?

Aquí solo me interesa mencionar ese espacio confuso y denso, ubicado al sur de los Estados Unidos –Santa Teresa-, ciudad gemela del Paso, rodeada por un desierto latinoamericano –como única referencia sur-, donde habitualmente asesinan mujeres, donde el aire ofrece una sensación calurosa o salubre, donde una masa de concreto habitada se resuelve entre el horror y la simpleza, donde los basureros respiran, donde occidente aprende unas tres cosas acerca de la vida y flota sobre una nube de cotidianidad y pobreza, donde agotada la magia se recurre al asco; algunos de sus personajes confiesan sentir temor a la ciudad, la describen en ocasiones como una entidad propia, con vida y lógica de funcionamiento diferente a la de sus habitantes, un personaje expresa que a veces siente que esa ciudad tiene un ritmo cardíaco algo agitado, hay una periodista que menciona su temor a la ciudad, dice sentir los pasos de Santa Teresa tras ella.

Ciudad de límites norte-sur. Uno de los personajes desconocidos de 2666 hace la siguiente referencia a esta ciudad «Compartiré contigo tres certezas. A: esa sociedad está fuera de la sociedad, todos, absolutamente todos son como los antiguos cristianos en el circo. B: los crímenes tienen firmas diferentes. C: esa ciudad parece pujante, parece progresar de alguna manera, pero lo mejor que podrían hacer es salir una noche al desierto y cruzar la frontera, todos sin excepción, todos, todos.»; Santa Teresa es la ciudad límite entre norte y sur, su relación con el Paso sugiere que ella es la última parada del desierto latinoamericano, expira entre la relación sueño-utopía, entre lo normal y lo horrible, entre lo común y lo asqueroso; Santa Teresa es América Latina, hecha normal y simple, es un desierto cultural, un desierto político, un desierto económico; como todo límite, ella es una distinción arbitraria, como toda frontera encierra un absurdo, entre quienes salen, huyen, se refugian, entre los que trabajan, entre los que vagan, entre los académicos, entre los que visitan putas, entre los visitantes y las visitas, todo gira alrededor del desierto, todo ocurre alrededor de la contradicción «América Latina, sur del resto de América»,  América con solo un norte, América sin sur.

Ciudad de refugio. Muchos de los personajes de la novela entran en el juego norte-sur que plantea la ciudad a través de la idea del refugio, Bolaño se vale del desempleo para tumblr_lt5ycwM83C1ql3sxso1_500introducir algunos de sus personajes en esa ciudad viva con la esperanza de encontrar vida en el desierto; lo más cerca posible al norte –al paso-, algunos de los habitantes de Santa Teresa sueltan sus vidas en esta convulsión norte-sur, a medio paso del aburrido desierto sur está la excéntrica vida norte, justo en ese medio paso habitan las personas en Santa Teresa, entre el horror, entre la evanescente idea norte,  y el cementerio que refleja nuestra tierra sur. ¿Que buscamos en el norte?, al final nunca se explica que nos impulsa a buscar hacia el norte, las relaciones norte-sur están tan diseccionadas que cualquier paso por el desierto hace imposible la relación entre los diferentes habitantes, Santa Teresa –y América Latina en general- no es tierra de occidente, la paradoja de Amalfitano así lo sugiere, esta no es tierra de arte ni artista, hace años la ciencia fue expulsada de nuestras descabelladas ideas, la razón europea está lejos de entender tres cosas acerca de la vida en el desierto latinoamericano.

Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento. De más está decir que este fragmento de Baudelaire alimenta todo lo que he escrito con anterioridad, Roberto en un ensayo se refiere a esta sentencia con claridad divina, esa que solo él pudo escribir, me tomaré el atrevimiento de copiarlo en su totalidad:

«¡Saber amargo aquel que se obtiene del viaje!

Monótono y pequeño, el mundo, hoy día, ayer,

Mañana, en todo tiempo, nos lanza nuestra imagen:

¡En desiertos de tedio, un oasis de horror!»

Y con ese verso, la verdad, ya tenemos más que suficiente. En medio de un desierto de aburrimiento, un oasis de horror. No hay diagnóstico más lúcido para expresar la enfermedad del hombre moderno. Para salir del aburrimiento, para escapar del punto muerto, lo único que tenemos a mano, y no tan a mano, también en esto hay que esforzarse, es el horror, es decir el mal. O vivimos como zombies, como esclavos alimentados con soma, o nos convertimos en esclavizadores, en seres malignos, como el tipo aquel que después de asesinar a su mujer y a sus tres hijos dijo, mientras sudaba a mares, que se sentía extraño, como poseído por algo desconocido, la libertad, y luego dijo que las víctimas se habían merecido lo que les pasó, aunque al cabo de unas horas, más tranquilo, dijo que nadie se merecía una muerte tan cruel y luego añadió que probablemente se había vuelto loco y les pidió a los policías que no le hicieran caso.

Hoy, todo parece indicar que sólo existen oasis de horror o que la deriva de todo oasis es hacia el horror.

Lautaro Müller

 

 

 

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