Vendimos nuestras almas
Grady Hendrix
Ed. Minotauro, 2024
344 páginas
Grady Hendrix, el autor revelación del terror moderno, ha escrito sobre herencias malditas y casas embrujadas, exorcismos juveniles, clubes de lectura, vampiros y aterradoras tiendas por departamentos. ¿Qué le faltaba en la lista? Algo de Heavy Metal.
Vendimos Nuestras Almas (2018) aparece en el catálogo de la editorial Minotauro con un bellísimo diseño editorial, una portada digna de un álbum conceptual al estilo South of Heaven de Slayer y con un tratamiento bien particular en cada capítulo, donde cada uno lleva el nombre de canciones de metal de los 80, hasta algo de country.
Todo comienza en 1986 cuando Kris Pulasky, sentada en el sótano, rasga las cuerdas hasta replicar satisfactoriamente el riff de la popular canción Iron Man de Black Sabbath, un momento que la llevará a tomar la decisión, muy de la época, de formar una banda. En la siguiente página ya han pasado 34 años y Kris ahora trabaja en la recepción de un motel en Pensilvania, tal parece que no logro vivir de ese sueño adolescente y su vida se reduce a un mundo ordinario donde tiene lo suficiente para sobrevivir. Mientras conduce su vehículo, recorriendo la nostalgia de su etapa metalera, se entera que Terry Hunt, el antiguo vocalista de su banda Dürt Würk —el nombre se inspira en el tratamiento de Mötley Crüe— está de regreso para la última gira de su grupo de nu metal Koffin. El metal nunca muere, el metal no se rinde, el metal no retrocede. Este será el detonante que llevará a Kris a buscar a los antiguos miembros de su banda y emprender una épica cruzada para salvar su alma y redimir un pacto que nunca debió ocurrir.
En la trama de esta novela se combinan diversos temas asociados con este género musical: experimentos de control mental estilo MK-Ultra, las dinámicas del negocio musical, el cambio de paradigma del heavy metal al nu metal, el guiño al Woodstock 99 y el desastre tras la presentación de Limp Bizkit, y las entrevistas y comentarios radiales que van complementando cada capítulo, brindando un contexto que ayuda a dar coherencia al relato. Es muy dinámica y no da tregua. La acción se va incrementando al compás de la densa batería, los riffs de guitarra distorsionados y las voces rasgadas que van revelando un maquiavélico complot de una entidad llamada la Montaña de Hierro Negro, que no está satisfecha con el trato realizado por Terry Hunt y su Manager Bob Anthony, siendo Kris la única con el arma sonora para desmoronarla.
Una brillante partitura narrativa que me devolvió a mi adolescencia y los primeros encuentros con el metal, gracias a los casetes que compartía con mis amigos de colegio y del barrio, melómanos que conseguían grabaciones piratas. De verdad que me he dado un buen festín sonoro con esta novela. Muy recomendada.