El 2020 sentenció la música latina. Se llevó, uno tras otro, a los grandes maestros que redefinieron el sonido latino para siempre. Y el 2021 siguió arrebatándonos a estos pilares. El último fue el gran Johnny Ventura, «el caballo mayor», como le decían, dejando huérfano al merengue para siempre.

Porque Johnny Ventura se inventó el merengue.

Sí, antes de él ya existía, pero era apenas una manifestación folclórica que se tocaba con acordeón. Su sonido original era equivalente al del vallenato tradicional, solo que en vez de caja tenía la tambora. No obstante, necesitaba de Johnny Ventura para llevarlo a otro estado.

El caballo mayor estuvo en la música desde muy joven. Vivió en carne propia los inicios y la ebullición de la música latina en Estados Unidos, entre cubanos, boricuas, nuyoricans y negros gringos que comenzaban a gestar lo que sería la salsa. Y con salsa me refiero a todo ese conglomerado sonoro que juntó, mezcló y hasta canibalizó cada manifestación musical de Latinoamérica.

Johnny Ventura tenía su combo —el Combo Show, dado su alineación y espectáculo visual—. Interpretó la música afroantillana o la salsa, si se quiere, cuando esta agarraba forma y FANIA apenas era un bebé. Con su orquestación, no solo tocó los ritmos cubanos, sino también los ritmos regionales, entre ellos el merengue que, como la bomba o la plena en Puerto Rico, o la cumbia en Colombia, eran ritmos de región. Y así fue como se inventó el merengue, metiéndole arreglos de piano, bajo, vientos, acelerándolo sin traicionar la cadencia original y creando, sin proponérselo, un monstruo que fue tan grande como la salsa, siendo la salsa un conjunto de ritmos entre los cuales está el merengue como ítem infaltable para artistas como Willie Colón, Celia Cruz, Rafi Val o la Sonora Ponceña, entre cientos más.

Johnny Ventura se inventó el merengue que amamos. El merengue que escuchamos por primera vez. El merengue que se escuchará para siempre. Dio la pauta para que Wilfrido Vargas lo potenciara con su virtuosismo, para que Bonnie Cepeda lo tecnologizara con su sintetizador, para que Oro Sólido lo acelerara a la máxima revolución y para que Proyecto 1 lo fusionara con rap y house.

Y es curioso, casi no se habla de Johnny Ventura en nuestra cotidianidad, no tanto como se habla de otros merengueros, aun sabiendo que todos lo han escuchado en algún momento de la vida. Y es porque siempre está ahí, como una presencia omnipresente y visionaria, con su voz particular e inconfundible, como la de los verdaderos grandes de la música.

Su tono era atípico y magnético, como el de Rolando Laserie (quizás por eso grabaron un LP juntos). Cantó salsas bestiales como Dilema o Mucho guaguancó. Cantó boleros inolvidables como Resumen. Compuso clásicos universales como Patacón pisao para él y como Trampolín para otras orquestas. Compartió escenario con gigantes como Oscar D’León, Andy Montañez, Frankie Ruiz, El Gran Combo de Puerto Rico, Celia Cruz, todos ellos viéndose y sabiéndose menores que el gran caballo mayor cuando este se paraba a su lado, pues Ventura fue primero que todos ellos.

Y cuando extrañamente decidió dejar la salsa a un lado y dedicarse a ser merenguero a tiempo completo, siguió siendo enorme. Grabó más de 100 álbumes, pegó un montón de éxitos, ganó todos los premios que un artista como él podría ganar en su país y se llevó otros más de varios países. Participó en política e hizo de su merengue una herramienta política también (véase el trasfondo de su tema El tabaco). Viajó por todo el mundo y no dejó ser ser un invitado de lujo en cada escenario. Cantó con Wilfrido Vargas y con Las Chicas del Can. Y era recibido con cariño, con abrazos efusivos, porque Ventura era el tipo al que todos querían. Un tío, un papá divertido que bailaba frenético en primera línea.

Era asombroso verlo siempre lleno de vitalidad pese a los años, tirando sus pasos con la misma energía de sus años dorados. Es por eso que su muerte asombró a todos, no había ninguna señal que nos hiciera pensar que Johnny Ventura moriría en algún momento.

Pero lo hizo y dejó un vacío enorme en la música. Y se llevó a la tumba el honor de ser el paradigma del merengue, como esa canción suya que dice «yo soy el merengue, soy la inspiración de mi país, yo soy la alegría y soy el sentir de la tierra donde viví».

Si el merengue se resiste a morir, ya sea regresando a su origen o encontrando un nuevo sonido, la presencia de Johnny Ventura estará en cada compás, porque fue él quien hizo del merengue un ritmo para el mundo.

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(Cali, 1992). Reside en Bogotá hace 17 años. Profesional en Estudios Literarios y tecnólogo en escritura para medios audiovisuales. Director del sello editorial La Plena Noche. Hijo de la televisión enlatada, salsero hasta la médula, coleccionista de libros de terror y defensor de la cultura pop.

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