Por Luis Ruidiaz
Cuando llegué a Buenos Aires, hace un poco más de un año, caminaba las calles del Distrito Federal con la emoción y curiosidad por encontrar esa ciudad que ha sido fuente de producción de grandes rockeros, su refugio, su motivo de inspiración, el lugar donde muchos se desarrollaron y la capital que resume la vida de los argentinos. Llegué un tanto sugestionado por los músicos que a lo largo de mi vida escuché sonar en emisoras, programas de tv, en círculos de amigos o en bares. Desde que tengo conocimiento, son muchos los artistas argentinos que han sonado en Colombia, quizá unos más conocidos que otros, entre los cuales se encuentran: Serú Girán, Los Abuelos de la Nada, Charlie García, Luis Alberto Spinetta, Soda Stereo, Los Fabulosos Cadillacs, Enanitos Verdes, Gustavo Cerati, Andrés Calamaro, Los Pericos, Illia Kuriaki and the Valderramas, Bersuit Vergarabat, Fito Paez, Los Rodriguez, Vilma palma e Vampiros, entre otros.
Saliendo un viernes por la tarde a liberar tensiones de la semana y con ganas de escuchar buen rock, mi amigo Allan sugirió ir a rockear a “Lo de Luca”, y de paso tomarnos un buen vino que nos hiciera acomodarnos un poco en esa noche de invierno austral. Cuando escuché el nombre del lugar fue algo desconocido para mí, sin embargo, caminé al paso de mi amigo porteño, fanático del buen rock de todos los tiempos y surfer de la escena rockera de la capital. “Lo de Luca”, ubicada en San Telmo, específicamente en la calle Adolfo Alsina a la altura 451, era más que un pub o un bar rockero, era un templo de culto a la música. Resulta que el nombre del sitio hace referencia a la casa del trascendental músico de origen italiano, Luca George Prodan, quien llegó a la ciudad de Buenos Aires a principios de los años 80`s procedente de Londres después de recibir una carta de invitación de un amigo argentino de origen escocés, Timmy McKern (con quien compartió años escolares en Escocia y convivió luego en Londres).
Prodan tenía una vocación particular por la música. Fue sensible en la adolescencia al rock sinfónico y de la psicodelia de Canned Heat, Soft Machine, Syd Barrett & Pink Floyd o de Peter Hammill & Van der Graaf Generator. Inspirado por algunos músicos como Bob Dylan, Jim Morrison, Nick Drake, John Lennon, David Bowie, Leonard Cohen, Lou Reed, Lucio Battisti, Franco Battiato, o Brian Eno, compuso durante la década de 1970 algunas canciones memorables, que serían grabadas en 1981 en La Cumbrecita, Córdoba (Argentina).
No pasó mucho tiempo desde la llegada de Prodan cuando trabó amistad con el cuñado de McKern, Germán Daffunchio y con un vecino de éste, Alejandro Sokol. Juntos comenzaron a hacer temas que serían los primeros de la banda que se llamaría Sumo. Sumo fue una banda argentina de rock y reggae formada en el año 1981 en la ciudad de Mina Clavero, en la provincia de Córdoba y disuelta a principios de 1988. Con el pasar de los años, el éxito de su trayectoria hizo que se convierta en uno de los grupos más influyentes del rock argentino, de la talla de bandas como Los Abuelos de la Nada, Almendra, Pescado Rabioso, Manal, La Renga, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Charly García, Serú Girán, Soda Stereo, Sueter y Virus.
Durante el camino a la casa de Luca Prodan mi amigo Allan trató de explicarme lo importante que había sido su aporte al rock nacional, con entusiasmo me hablaba de temas que hizo con Sumo, mencionaba temas específicos y hasta me cantó algunos fragmentos, con movimiento de cabeza incluído, mientras yo lo observaba atentamente y al tiempo derramaba ansiedad por mis pies cuando caminaba hasta aquel templo de rockero.
Llegamos a una gran puerta de madera, tenía mensajes escritos por todos lados, sobre todo con corrector blanco. “Luca vive”, “Luca not dead”, “Sumo por siempre”, son algunas de las inscripciones que podían leerse en la entrada de Lo de Luca, el volumen del rock podía sentirse desde afuera e invitaba a subir las escaleras de la entrada. Las paredes tenían mensajes y aparentemente casi no había espacio para un escrito más, pero un buen fanático siempre se las ingenia para dejar el recordatorio de su paso. Nos recibió un segundo piso con poca luz, había un techo corredizo pero era mejor mantenerlo cerrado durante el invierno, a veces el viento entraba con gran fuerza y no era bien recibido por los rockeros en la pista. Sonaba Jimmy Hendrix mientras recorría el lugar con ojos grandes, había una pista que parece ser el espacio para que toquen bandas en vivo, pero como no había banda esa noche los asistentes brincaban en ella. La pista separaba a un pequeño lobby con mesas, sillas, y sofás, del bar, un pequeño pasillo que lleva a los baños, y otro lobby más pequeño con sofás e iluminado por un par de bombillas color rojo y azul. Había personas por todos lados.
Me puse cómodo, tomaba vino, conversaba con mi amigo, identificaba buenos temas musicales, y cada cierto tiempo el dj colocaba canciones de Luca o de Sumo recordándonos el suelo sagrado que pisábamos. Repentinamente, como aprovechando el contexto y para finalizar su historia, mi amigo Allan, obligado por el alto decibel con el que sonaba la música, me gritó cerca del oído: “¡Al fondo está el cuarto donde hallaron muerto a Luca!”; no pude evitar mi asombro, caminé hacia el final del bar, casi cerca a la entrada de los baños, y estaba allí una escalera que llevaba a un tercer piso donde solo se ubicaba una habitación. Me quedé un instante mirando hacia la habitación, ya que la escalera estaba cerrada y el acceso a la habitación era restringido.
– Esa era su habitación – me dice una chica que parece ser una fan.
– Eso me han dicho – le contesto con un gesto de agradecimiento.
– ¿Conocés la historia?
– No, ¿me la puedes contar? – dije con cara de curioso y reservando la versión de mi amigo Allan.
El último recital de Sumo fue en el estadio del Club Atlético Los Andes el 20 de diciembre de 1987. Según el cantante de la banda Los Violadores, «Luca estaba muy flaco y pálido». Sus ex compañeros recordaron más tarde que esa noche, momentos antes de interpretar una poderosa versión de Fuck you, Luca dijo: «ahí va la última». Así fue. Dos días después, el martes 22 de diciembre de 1987 lo encontraron muerto en la habitación de su casa. Había sufrido un paro cardíaco debido a una grave hemorragia interna causada por una cirrosis hepática.
Después de su deceso una inmobiliaria puso en alquiler su casa esperando que se transformase en un hostal, pero un par de admiradores decidieron evitar que se perdieran los rastros en la vieja vivienda del mítico músico. Alquilaron la casona para recordar a Luca haciendo un bar y un espacio de expresión de manifestaciones artísticas. La vivienda es de 1744, una de las más viejas de la ciudad de Buenos Aires
Con nostalgia miraba hacia su habitación, pensé de inmediato en muchas de las veces que he escuchado rock argentino en Colombia y nunca recordé haber pasado algún track de Sumo o de Luca Prodan, me sentí frente a un descubrimiento, tenía una nueva tarea, escuchar los temas de la banda.
– ¿y qué pasó con Sumo después de la muerte de Luca? – le pregunté casi que preocupado a la fan que por fortuna me había topado.
– ¿Después? Después Sumo se dividió, tomaron distintos caminos.
– ¿Y cómo los busco?
– Sumo se dividió en dos: Divididos y Las Pelotas.
– ¡Hey!, he escuchado algo de Las Pelotas – afirmé con seguridad después de conocer solo un par de canciones.
– Claro, y sus nombres surgieron gracias a una declaración que hizo Luca en un reportaje. El periodista le preguntaba si veía en un futuro a los miembros de Sumo divididos, a lo que el cantante habría respondido:
«¿Sumo divididos? ¡Las pelotas!».
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