Introducción
Dispersos en el volumen antológico curiosamente titulado Noticias de un animal antiguo se encuentran, mal contados, al menos una docena de poemas de Jorge García Usta cuyos tópicos principales son el amor filial y la procreación. Ese número equivale quizás al diez por ciento del total de textos que integran la antología sin considerar aquellos de los que prescindió el antólogo, en muchos de los cuales tal vez también podrían rastrearse dichos asuntos. Además de lo dicho, y guardando estrecha relación con lo anotado, en los mismos poemas se pueden identificar componentes que permiten explicar ciertos detonantes del origen del quehacer poético en el caso concreto de este autor. Los comentarios que haré a continuación intentan un análisis en ambos sentidos.
I
Dos motivos poéticos
Esta primera parte del acercamiento en curso no aspira a una interpretación de la poética de Jorge García, sino a la identificación de algunos registros notorios de los dos primeros asuntos mencionados en el párrafo introductorio: el amor filial y la procreación. En repetidas ocasiones la filiación aludida por el yo lírico designa como parte vital suya la existencia de una descendencia numerosa, cuyos distintivos serían la reciedumbre y la nobleza. Así, en Propósito de Luis Taboada, el hablante lírico destaca la importancia de ‘hacer hijos duros, fijos en su rumbo / que tengan hombros altos’. (1). Se enuncia en plural y la altiva noble dignidad se propone en la imagen de los ‘hombros altos’. En Bechara Chalela narra su entrada al Sinú, la voz lírica se refiere a las búsquedas de los inmigrantes árabes, y entre ellas a la de ‘alguna mujer dispuesta / a mimar nuestras espaldas, / a parir doce hijos’. Mientras en Declaración de amor de Demetrio Spath, se lee: ‘Puedo prometerle apenas, una casa con lámparas, / cinco hijos correctos, / almacén y hombrías’. Las dos últimas citas pertenecen a textos del poemario El Reino errante, que según mi entender y gusto, más por el segundo que por el primero, es el mejor de lo producido por Jorge García como poeta. Continuando con esta línea expositiva, en Proverbios del tiempo roto, uno de los proverbios dice: ‘Para el trovador fiel: / hijos que sepan de mujeres madres / y manejos de ríos’. Incluso, cuando la referencia al número de hijos no es directa, sino alusiva, el anhelo de una descendencia numerosa y digna es evidente. Tal es el caso de Mandamientos para la busca de una mujer: ‘Ponle el diente en el alma, / mírate en sus piernas / y recoge dentro suyo / tus mejores trabajos. / Luego tócala siempre / como a tierra pariendo’. Aparece aquí la validación de la tierra como matriz protectora y procreadora, un motivo que se repetirá insistentemente en otros poemas de García Usta relacionados con la vida rural, sus personajes, sus valores y que, valga la pena decirlo, no son degradados retrocediendo anacrónicamente a una rusticidad regional o costumbrista ya superada en nuestra historia literaria.
Lo que en los textos anteriores posee un carácter plural, manifiesto en la amorosa búsqueda de una prole abundante enaltecida por la gallardía y la entereza, se expresa en otros por medio de la filiación directa básica; es decir, un padre, un hijo. Tal sucede en Crónica de un hombre del Bajo de la Marcela, que dicho sea de paso es, a mi modo de ver, uno de los mejores poemas de Jorge. Esta ‘Crónica…’ tiene una estética difícil de igualar. Después de resumir en veintisiete versos de vigorosas imágenes la vida de un campesino que puede ser cualquier campesino de cualquier vereda del Caribe Colombiano, el yo poético, en una especie de doloroso finale, dice. ‘Otro día al morir / deja una cama, un retrato / unas ropas en los alambres / y su nombre en otro hombre del Bajo de la marcela / que tiene diez años / y ha comenzado, también, a usar los puños. En esa misma línea (padre-hijo) se inscriben textos cuyos solos títulos dan cuenta de esa dimensión en la poética que intento interpretar. Merecen destacarse: Consejos de Elías Rumié a su hijo, Receta de guayacán para el acto de amor, y El mejor de sus días. El último mencionado es otro entre los inolvidables. En él, un yo poético, diferente de los anteriores, por estar claramente personificado, identificado y nombrado, habla de sus padres con la emoción llana y simple, pero intensa, que distingue a nuestros hombres de campo, y a medida que habla su voz y sus decires van configurando un poema cuya poesía se hace en el momento de ser dicho, con un impecable juego alegórico en el cual se funden y confunden una calidad del mundo con la voz poética que la enuncia y estetiza al sustraerla de la opacidad que tiene como circunstancia inscrita es un momento y en un lugar concretos.
II
Las raíces de un creador
En esta sección haré algunos guiños (¿qué más podría ser?) a los signos fundacionales del arte poética de Jorge García Usta. Sin pretender agotarlos me acercaré a los específicos de la tierra, el agua y sus variables río y lluvia; la tríada padre, madre, hijo; las canoas; el nacer y el morir, entre otros que ni siquiera cometeré la imprudencia de mencionar.
En el caso de ‘la tierra’, la propuesta de García Usta instaura toda una reformulación lírica de lo telúrico. Como lo ocurrido con los personajes tipo (no típicos) de sus poemas de filiación y procreación en los que no hay nada, pero nada de realismo social, ‘la tierra’ en esta poesía no tiene que ver con lo terrígeno agotado en las corrientes costumbrista, naturalista, y realista que pertenece a una tradición desactualizada. De este modo, el Propósito de Luis Taboada de ‘hacer hijos duros’, solo tendrá validez en la medida en que ‘rompan tierras’; clara alusión al campo, pero más que eso, a trabajarlo. Mientras tanto, en el Bajo de la Marcela, los hombres no solo dependen de su afectuosa filiación parental, sino que desde los ‘dos años conocen el valor de la tierra’, y a los quince descubren ‘en los besos de su madre / la edad de una tierra inalterable’, clara alusión poética a nuestra filiación primigenia original, y a nuestro destino final de ser polvo al que retornaremos. En Declaración de amor de Demetrio Spath, el declarante no sabe cómo vino a ‘estas tierras anchas’ (…) donde ‘el verde no limita: se derrama y duele’. Ese inmigrante no solo declara su amor a una mujer, sino a la nueva tierra en la que encuentra el cobijo de una renovada madre genesíaca, en la cual, a su vez, conocerá a Someya Baladí, que en su momento será la madre de los ‘cinco hijos correctos’ que le promete. En Mandamientos para la busca de una mujer, el hombre debe tocar a la hembra como ‘a tierra pariendo’, y en Donde todo sigue naciendo, ‘el hombre / cae a la tierra… En una clara analogía con la semilla fecundante que perpetúa el eterno ciclo de nacimientos y muertes que es el devenir de cuanto existe.
Como las de la tierra, las alusiones al agua no son menos frecuentes. Las mujeres tienen ‘parentesco con la lluvia’ (Declaración de amor…); la mujer que se busque debe ser ‘buena, / con los ojos de agua’ (Mandamientos para…); los hijos deben saber de ‘mujeres madres y manejos de ríos…’ (Proverbios…); para lograr el acto de amor hay que indagar por qué ‘el padre amistoso y la palabra de agua / son puentes de amor’ (Receta de guayacán…); la mujer núbil huele a ‘agua trabajada’, y esa misma mujer tendrá como comadrona a un ‘río partero’; mientras cuando los futuros padres ‘acercaron sus ansias / solo un río a esa hora mostraba el tiempo’ (El mejor de sus días), y en una clara alusión al Río Sinú, en Bechara Chalela alguien dice: ‘soy hijo de estas aguas’.
Pero además de tierra y agua, una pareja de enamorados ‘son ahora, dos canoas / que anulan la paz de la corriente’, refiriéndose al acto de amarse, y en otra parte de la vasta geografía de este libro, los hombres oyen ‘hablar de canoas y preñeces’.
III
Conclusión
La presencia de los motivos interpretados trasciende el repertorio del cual fueron extraídos; configuran un rasgo que aplica a toda la producción poética de García Usta. A mi modo de ver ese rasgo arma una holística de la vida como caosmos relacional en el cual todo lo humano, su parte superficial evidente, así como aquella que emerge de lo más profundo del subsuelo de su condición, descansa en un abismal sentido de pertenencia a la tierra que somos, al agua en que nos disolvemos, al viento que nos traspasa, a los hijos que fuimos, a los que tenemos; incluso los que no tuvimos ni tendremos.
Es un alto mérito disponer de la capacidad para utilizar recursos tan elementales en la construcción de símbolos e imágenes vivaces y dotarlas del ritmo de una danza verbal cuyo sentido estético traduzca las plurales dimensiones de los grandes misterios de la existencia y de los universos en que esta transcurre. Tal vez el secreto que explica ese logro sea que esta poesía está hecha de barro, ceniza, sudor, saliva, agua, aire, tierra, canoas, ríos, cielo, mar, guayacanes, vientre, axilas, ombligos, labios, besos, ¡y hasta de Zoe! En fin, de todo aquello que hace al mundo y nos hace a nosotros. El diccionario de la sensibilidad desbordante de Jorge es inagotable e imposible de inventariar. Si la poesía de sus poemas re-presenta lo más raizal de una región, más exactamente, de un local, no menos cierto es que consigue indagar simbólicamente los grandes enigmas a partir de lo más familiar.
Ya lo dijo Tolstoi: ‘escribe bien sobre tu aldea y serás universal’.
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(1) Todas las citas provienen de la primera edición de Noticias de un animal antiguo, antología de la producción poética que Jorge García Usta tenía acumulada hasta el año 2001. Fue publicada por el Área Cultural de la Gobernación de Córdoba. El texto anterior fue leído en el lanzamiento realizado en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena en aquel ya remoto año.