Este año, la editorial española La Imprenta, publicó el segundo poemario del poeta afro-colombiano y afro-español, Yeison F. García López, bajo el título de «Derecho de admisión». El poeta peruano Leo Zelada ha dicho que con la publicación de esta obra «se inaugura la primera generación literaria con acento racializado en la literatura española». La experiencia migrante y sus vicisitudes se convierten en la pulsión que mueve la voz poética del autor que es al mismo tiempo testimonio y crítica de los temas que aborda.

Yeison F. García López, nació en Cali (Colombia) y creció en Madrid (España). Se auto- identifica como Afro- colombiano y Afro- español. Estudió Ciencias Políticas y el Máster en Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales: Innovaciones y aplicaciones, en la Universidad Complutense de Madrid.

En el año 2016, publicó la plaqueta poética “Voces del Impulso”, editada por el Centro de Estudios Panafricanos. Y en el 2021 publicó su primer poemario “Derecho de Admisión” editado por La Imprenta. También ha participado en el libro de Mar García “Inapropiados e inapropiables: Conversaciones con artistas africanos y afrodescendientes” (2018); en la publicación colectiva “Devuélvannos el oro: cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales” (2018) y en el libro de Álvaro López Fernández, Ángela Martínez Fernández y Raul Molina Gil “Lecturas del Desierto. Antología y entrevistas sobre poesía actual en España. Poetas nacidxs a partir de 1982” (2018).

Ha sido parte de diferentes propuestas comunitarias como: la exposición colectiva: “Todos los tonos de la rabia. Poéticas y políticas antirracistas” expuesta en el año 2018 en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) y en la Tertulia Literaria Exiles.

Asimismo ha sido invitado a diferentes festivales y eventos alternativos de poesía, entre los que se encuentran: Festival Internacional de Poesía contemporánea de Zaragoza 2018, IV Encuentro Internacional de Poesía: Madrid la nueva París literaria (2019), Poetry Slam Mostoles 2019, Jornadas de Arte y Creatividad Anarquistas “JACA” 2019 y la segunda edición de la Jornada Poética Antirracista Esclavitud Perpetua 2020. Su poesía ha sido reseñada también por medios como Radio Africa Magazine, Wiriko y Africanidad.

A continuación, compartimos una selección de poemas que componen la obra «Derecho de admisión», escogidos por el propio autor.


Autoadscripción identitaria

Acompañar Afro de (introducir identidad nacional),
no debería ser un ejercicio de encapsulamiento,
ni de ciega bravura patriótica,
mucho menos un discurso cerrado y monótono,
nunca debería convertirse en un refugio.

Afrocolombiano

Afroespañol

Nombrarse Afro de (encajar madrileño),
es sembrar allí donde has sido y eres,
pese a que todo lo conseguido mañana desaparezca,
aunque tu pertenencia sea negada,
nunca es por ellos,
es por ti,
por nosotras,
nosotros,
nosotres,
la comunidad.


Crecer sin tierra

A las que migramos en la niñez
nos toca gravitar en el aire,
ser puente entre varios universos,
reclamar nuestra libertad de pertenencia
a las cosas de las que nos hablaban en casa,
y a otras que han rodeado la mirada.
Hemos crecido en mil mundos,
hablamos diferentes lenguas
para poder comunicarnos desde el limbo.
Tejemos y destensamos la vida
para que nos aguante.
Nuestra identidad está abiertamente
en contra del olvido.
Las cabinas y locutorios fueron nuestra conexión
con aquello que sentíamos cerca,
eran nuestra patria.
En mi casa se escuchó “faltan 5 pa las doce” siempre.

Cada año alguien nos recuerda que no nacimos aquí,
que nuestra piel no corresponde a su idea.
En algún momento hemos escarbado un agujero
para escondernos y sólo escuchar el latido,
de nuestros corazones de barro.
Olemos a raíces,
nos arraigamos a la justicia,
cultivamos amor
para poder recibir algo de cariño.
En el desplazamiento dulce de nuestros cuerpos,
de aquí de allí,
de allí de acá,
aprendimos a no creer
en la neutralidad.
Me hablo a mi,
a una generación,
a las infancias
con procesos migratorios,
que crecieron sin tierra.


Llegada

Nunca supe si regresaría o no,
lo único nítido de aquella fecha
es que teníamos casi nueve años,
la edad justa para no comprender lo que estaba sucediendo,
ni lo que queríamos guardar en nuestras maletas.
Aquella mañana olía a café colombiano,
una televisión encendida nos despedía con la imagen
de un avión estrellándose contra un edificio.
A Madrid llegamos un 14 de septiembre de 2001,
nos esperaba tras las barandas nuestra madre,
y un tipo que no conocíamos pero le debíamos mucho,
su nombre aparecía en el documento que nos dejaba
abrazarla.
Algunas infancias tenemos la separación como marca,
nuestras madres y padres fueron al imperio a cuidar de otros,
a entregar sus vidas, a alquilar sus ternuras, a romper sus
espaldas,
para hacer frente a la carencia de nuestros mundos
desposeídos.
Las tías y las abuelas suelen sustituir a aquellas que se fueron,
a cambio el sueldo de la Metrópoli llega a los hogares,
para alimentar las barrigas de una familia,

las de un barrio, las de todo un país.

Cuando llegamos comprendimos que estaríamos en constante
movimiento,
de un andén a otro, saltando de la línea verde a la roja,
encerrados en un transbordo matador de pies.
En más de nueve casas o lugares hemos vivido,
el primero de ellos fue un colchón en el suelo de un salón
convertido en hogar,
nos apretabamos para no dejar escapar el calor de nuestra
confianza recién reconstruida,
fueron dos años los que pasaron antes de volver a ser: una
madre y sus dos hijos.
A papa llevábamos sin verlo desde los cinco años,
según me dijeron cuando nos vió lloro.
Con el paso de las primaveras nos convertimos en hijos
de la Cruz Roja, de los campamentos de verano gratuitos,
de las madrugadas esperando la fila para renovar nuestras
tarjetas de residencia,
de los abrasadores agostos de Madrid, de las piscinas
municipales,
de las líneas de bus verde: el pollo, el arroz y las patatas
cocidas para ir al río.
La memoria de nuestro cuerpo
se aviva con Reggaeton, Bachata, Vallenato y Salsa,
bailamos al mismo ritmo que crecimos,
no sucumbimos al “eso es música de panchitos”,
fuimos caderas intempestivas,
el sudor palpitante que se acumulaba en los parpados
nos indicaba que estábamos perdiendo la candidez.
Mi hermano y yo nos prometimos desde pequeños
sacar a mama de trabajar lo antes posible,
entraba a las seis de la mañana y llegaba a las once de la noche
con su uniforme de colores desgastados lleno de invisibles
ataduras.
Cuando salimos de Cali, tras nuestro paso por Armenia,
durante la espera en el aeropuerto de Bogotá,
nunca nos preguntamos si volveríamos a pisar aquellas tierras,
lo único palpable de aquellos días es que éramos niños.


Si estás en España o sus cercanías, puedes adquirir el poemario «Derecho de admisión» en el siguiente enlace: https://asociacion-la-imprenta-estrategias-y-artefactos-cultura.sumup.link/derecho-de-admision


Editorial La imprenta:

Somos un colectivo dispuesto a luchar las rosas y cambiar el mundo. Somos una librería, una editorial independiente y un centro de conspiraciones culturales.

Somos un puente entre artistas y activistas y un puerto que conecta periferias.

Somos guarida de poetas, personas creativas, personas que buscan otro mundo posible y otras gentes de mal vivir.

Somos una casita con las luces encendidas.

Puedes conocer más de la editorial La Imprenta visitando su página web: http://somoslaimprenta.org/

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