Una parte de este texto fue publicado originalmente en un especial de bandas sonoras de terror editado por la revista bogotana “Léase a plena noche”, naturalmente, cuando se escribe para un medio impreso se tiene que tener cierta economía con las palabras, mientras que dicha economía, no es tan necesaria cuando se escribe para un medio digital, dicho esto, no podía dejar la oportunidad de publicar el texto completo, y por qué no, pensar en la eventual posibilidad de una serie dedicada al mundo fantástico de los escualos y su representación en el cine o la literatura. El encargo original empezó como una reseña de la música de una película de Terror. Y aunque el género nos ha legado numerosas y estremecedoras partituras, como las de Jerry Goldsmith en La Profecía, Bernard Herrmann en Psicosis o Christopher Young en Hellraiser, solo por nombrar tres rápidos ejemplos que chapotean en mi mente, debo decir que mi primer pensamiento fue en una dirección más conocida: mi patológica fascinación con la película Jaws, más conocida como Tiburón, cuyo título suena mejor en español. Entre otras cosas, debe ser la película que más veces he visto; tanto que olvidé la primera vez que la vi, no recuerdo si fue por TV o en un VHS que llegó a casa durante un viernes en la noche, el fin de semana podías rentar 3 cintas, te daban la 4ta gratis y podías devolverlas el lunes en la tarde. Ciertamente, Tiburón no es un filme de terror, pero es innegable que toma prestados ciertos elementos del popular género, al mismo tiempo que su trama se sumerge en las aguas del suspense, el thriller y las viejas películas de aventuras piratas.
No obstante, lo que sí recuerdo perfectamente, es el miedo que me causó el tiburón. Es más, para poder traducir este miedo que me producía Bruce —sobrenombre que le dieron al tiburón mecánico, basándose en el abogado de Splieberg, Bruce Raynor— me veo obligado a confesar que, en cierta forma, Bruce fue mi Pennywise, con el que crecí en los 80. Recuerdo que un día le pregunté a mi papá si el agua del mar era fría y su respuesta asertiva hizo que, al no haber agua caliente, nunca volviera a cerrar los ojos cuando, en la ducha, tenía que lavar el champú que había en mi cabello; es normal que pequeñas vetas de este líquido espumoso se escurran por la frente hacia las cuencas oculares, juro que algunas veces yo prefería dejar los ojos abiertos, así me ardieran y quedaran tan rojos como los de un fuma-mota porque mi biblioteca mental de imágenes dejaba fija, como una diapositiva, aquella del tiburón con sus ojos negros vidriosos que me miraban penetrantemente y esas amenazantes y multidentadas fauces, que ofrecían una segura y desgarradora muerte imaginaria; y eso que mejor no les cuento el pánico que sentí cuando conocí el mar por primera vez; si me mojé las rodillas fue mucho.
La verdad es que, literalmente, me cagaba en los pantalones cada vez que escuchaba la música de la película tiburón, aquel angustiante y universal leitmotiv del «TA RAN TA RAN TA RAN TA RAN»; una macabra onomatopeya submarina que sugiere el movimiento oscilatorio y rápido de la aleta caudal del tiburón. Y es que, en todo este proceso, Tiburón no solo horrorizó mi infancia, también, terminó por avivar mi interés por el cine fantástico en general, me volví un junkie de las películas de todo tipo de bichos comegente, dentro de los cuales, los escualos, siguen a la cabeza de mi cadena alimenticia cinéfaga. Asimismo, de vez en cuando, este subgénero recibe uno que otro electroshock directo al corazón que activa su ritmo cardiaco por unas cuantas películas más, los siguientes títulos, son claros ejemplos: The Reef (2010), The Shallows (2016), 47 meters down (2016) filmes que me hicieron volver a recoger las piernas para cubrirlas con los brazos, justo cuando veía las apariciones de estos nuevos Bruce, digitalmente aterradores.
Creo que ha llegado el momento de ir abriendo su silla de playa, póngase sus gafas de sol, aplique bloqueador, cuelgue la toalla en el espaldar de la silla porque nos meteremos de fauces, no solo contra el mítico mundo detrás de uno de los motivos musicales más estremecedores y célebres, sino que conoceremos algunos referentes históricos, literarios, culturales y por último cinematográficos; los cuales han hecho que Tiburón sea, por antonomasia, el gran blockbuster primigenio. Leven anclas, ¡zarpamos ya!
El sujeto del traje gris
No solamente yo le temo a los escualos. De hecho, el miedo a los tiburones es universal. Las historias de estos susodichos comen-hombres provienen de todas las latitudes de la tierra a donde llegue el mar o haya una paradisiaca playa. Los tiburones se alimentan generalmente de noche, al atardecer o a la madrugada. Dentro de su cadena alimenticia, predominan otros peces más chicos, las focas y los leones marinos y parece que los humanos no les gustan tanto. Este dato se basa en la gran cantidad de ataques mortales y no mortales en los que el tiburón muerde y suelta a su presa, rebanando o cortando alguna extremidad corporal. De igual forma, se han presentado ataques a surfistas, que se cree son producto de una identificación errónea por parte del tiburón, que ve a sus víctimas como focas o leones marinos, desde una perspectiva profunda, justo como ocurre en Tiburón, con la muerte del niño Kitner, al que el tiburón acecha desde el fondo, en un plano en contrapicado, que muestra al pequeño tumbado sobre su flotador amarillo. En una pose que fácilmente se puede asociar con un león marino. La primera dentellada de Bruce, es suficiente para huir con las piernas del pequeño y provocarle la muerte por hemorragia.
De los ataques a humanos, los buzos encabezan la estadística, registrándose ataques en zonas con no más de 10 metros de profundidad, en condiciones climáticas, digamos favorables y con aguas calmas y cristalinas, lo que contradice muchos de los mitos asociados a estas fascinantes máquinas asesinas. El rol de antagonista del tiburón, está asociado hasta con su nombre, como ocurre con el vocablo inglés Shark, que etimológicamente desciende del término germano Schurk o Schurke, que traduce villano o individuo de poco fiar. Otro término antiguo también utilizado para referirse a tiburón, fue el de pez perro, lo que tampoco los deja bien parados. Aunque, no siempre el tiburón fue el malo de la cinta; por ejemplo, los maoríes, en Nueva Zelanda, celebran un rito religioso con el tiburón. También, diversas regiones en la polinesia francesa, Hawai y otras islas del pacífico, adoraban al tiburón como un dios, llegando a creer en historias míticas sobre hombres tiburón. La popularización del término Shark, se le debe al marino inglés John Hawkins, quien en 1569, organizó la exhibición de un gran tiburón blanco (Great White Shark) que había capturado recientemente. Aquel hecho marcó un tipo de transición del bestiario del tiburón, hacia una mirada más científica, acorde a la época. Igualmente, empezaron a aparecer diccionarios y publicaciones científicas que incorporaron varias especies de tiburón, marcando un interés más académico; eso sí, hasta que apareció Jaws, en el verano de 1975, para mandar todo al carajo y coronar al Gran Tiburón Blanco, como la especie más maléfica de todas, sin tener en cuenta que de las más de 200 especies documentadas de escualos, sólo alrededor de 30 son potencialmente dañinas para el hombre. En este mismo orden de ideas, Tiburón derramó tanta mala leche que hasta el mismo Peter Benchley, autor original de la novela, participó en un documental para la Natgeo en la que se lamentaba del papel negativo que pudo haber jugado su libro y la película. Por lo que intentó reivindicar el importante rol desempeñado por el tiburón, dentro de la cadena alimenticia y su vital importancia para el equilibrio de los ecosistemas marinos. Del mismo modo, desde los años 80s, los gobiernos de Australia y Sudáfrica han creado programas para la conservación de los tiburones y la promoción del turismo marino. Incluso, investigaciones recientes, han descubierto una posible cura para el cáncer, que podría derivarse del estudio del sistema inmunológico del tiburón. Pero aún después de haber dicho todo esto, el tiburón parece estar destinado a ser el malo en las películas de explotación y en la cultura en general. Lo siento sujeto del traje gris, espero comprendas que, si hay que responsabilizar a alguien, es a Peter Benchley y a Steven Spielberg. Más bien si tienes el tiempo y la oportunidad Tiburón; no dudes en hincarle el diente a ese par, o bueno, a Spielberg, porque Benchley ya dejó este plano, ya lo sabes, tú eres el todopoderoso del reino acuático y salino, allá en lo profundo, haces la ley del diente
La historia sobre cómo vaciaron las playas y llenaron los cines
Como algunos de ustedes saben, la película Jaws (Mandíbulas), título original en inglés, fue en realidad la adaptación del best seller Tiburón, del escritor gringo Peter Benchley, por lo que, en este apartado, los invitaré a que se levanten de esa silla de playa y escojan su mejor traje de rana para que buceemos en la fuente original que hizo que las mandíbulas más famosas del cine, se abrieran de par en par. Se conoce que Benchley armó su novela basándose en variadas fuentes documentales, entre libros sobre escualos, crónicas de ataques reales a humanos, hasta entrevistas con viejos lobos de mar con escarapelas de caza tiburones colgadas al cuello. Sin embargo, es hasta la novela Tiburón (Jaws), que estos marrajos cartilaginosos, aparecen como los protagonistas estelares ya que siempre habían sido a jugar el papel de la rémora de reparto. Por ejemplo, en la novela de Henry Melville, Moby Dick, en donde el leviatán marino es un colosal cachalote blanco; existe un capítulo titulado “La Matanza de los tiburones”, en el que el capitán Ahab, pone en práctica su odio a los cartilaginosos come-hombres. Igualmente, en obras como 20 Mil leguas de viaje submarino o El viejo y el mar, los tiburones siguen siendo los segundones.
Pero, dicen que todo cambió cuando Benchley entregó las primeras cuatro páginas del borrador de Jaws, en junio del ‘71. Peter Benchley salió de la oficina de la editorial Double Day con 1000 dólares en su bolsillo como adelanto y además con el compromiso firmado de entregar los primeros cuatro capítulos en un plazo prudencial. Y así lo hizo, el 15 de abril del ‘72, ese mismo día, Benchley salió con otros $7500 adicionales y para cuando entregó el manuscrito final, en enero de 1973, consiguió embolsarse 600 mil dólares más, lo cual es un dineral gigante, si tenemos en cuenta que la novela no había sido publicada. Antes del estreno de la película, el libro Tiburón vendió más de 3 millones y medio de copias solo en los Estados Unidos, a través de la editorial Bantam, quienes meterían las manos en el proyecto poco después de que Benchley terminó el borrador, buena elección, porque Jaws se transformó en un best seller de bolsillo, pero con críticas más bien tirando a malas; es más, comúnmente se tiende a pensar que los libros son mejores que las películas, pero con Tiburón, no estaría tan seguro. Aunque, ya hablaremos sobre esto.
El esqueleto de la historia de Jaws, se sostenía entre estructuras óseas de ficción y realidad, tanto Benchley como posteriormente Spielberg, se basaron principalmente en una serie de ataques que ocurrieron en la Nueva Jersey de 1916. Según se comenta, la ola de calor fue infernal ese año, como era natural, las playas estaban atestadas de bañistas. El primero de julio, Charles Van Sant, de 23 años de edad, estaba nadando cuando un tiburón le arrancó las piernas, ante decenas de testigos oculares, presentándose como el primer ataque de tiburón documentado en una playa de Estados Unidos. 5 días después, el 6 de julio, cerca de allí, en otra playa, irónicamente llamada Beach Heaven, Charles Bruder de 28 de años edad, salió a nadar más allá de la zona de seguridad cuando fue atacado por otro tiburón. Un testigo ocular dio aviso a los salvavidas alegando que “el hombre de la canoa roja se había volteado”, pero la canoa Roja, era en realidad un efecto visual creado por la espesa sangre de Bruder, que se había regado como vino tinto en el mar. Este ataque fatal desató una alarma que comprendió 35 kilómetros de la costa de Nueva Jersey, muchas playas fueron cerradas, mientras que en las noticias y algunos diarios amarillistas, rodaron noticias disparatadas que aseguraban que el culpable era un monstruo marino o incluso tortugas asesinas, nada más lejos de la realidad. Después de todo, la autopsia clarificó que la muerte había sido provocada por hemorragia, tras amputación de miembro inferior por mordida letal de un tiburón de gran tamaño.
Los ataques de aquel averno estival no se detuvieron allí. Poco después, el 12 de julio, un viejo marinero retirado, observó desconcertado como una gran sombra gris se deslizaba río arriba bajo un puente sobre las aguas dulces de Matawan Creek. Cottrel, era su nombre, dio aviso a las autoridades quienes al principio creyeron que se trataba de una alucinación por parte del viejo lobo de mar. Además, en la época no se conocía sobre la posibilidad de que un pez gigante, como un tiburón, fuera capaz de salir del mar por el canal y nadar río arriba, a través del agua dulce. Esa misma tarde, el niño Lester Stilwell, pidió permiso a sus padres para ir a darse un chapuzón al río, en compañía de sus amigos. Minutos después de que los chicos estuvieron jugando y salpicando en el agua, uno de los niños vio como una silueta gris y enorme le rozó la pierna, seguidamente pudo ver lo que parecía una cola o la aleta caudal de un tiburón. Un instante después Lester emitió un alarido desgarrador y desapareció bajo el agua ante la mirada atónita de todos los otros chicos que salieron del agua teñida de rojo, tan rápido como el pánico les dejó, poco después se echaron a correr hacia el pueblo para dar aviso a las autoridades. El primero en llegar a la escena de los hechos, fue un gigantón y también experimentado nadador, llamado Stanley Fisher, quien trabajaba en una tintorería. Quien no encontró rastros del pequeño o de su atacante, Fisher, conocía la zona como la palma de su mano y lo primero que hizo fue sumergirse y nadar hacia una cavidad en la que posiblemente el cuerpo pudiera estar encallado. Fisher salió a la superficie y se sumergió por segunda vez y poco después salió para inhalar más oxígeno, fue entonces cuando el agua se empezó a agitar violentamente, Fisher fue succionado bajo el agua y esta vez no volvió a salir. Alguien que justo navegaba por el lugar en una pequeña barca lo intentó auxiliar, pero ya era demasiado tarde. Y como si fuera poco, ese mismo día, río arriba, hubo otros 2 ataques no mortales a una pareja de jóvenes hermanos, posiblemente fue el mismo pez carnívoro.
Así como sucede en con las primeras muertes en Tiburón, estos ataques provocaron una locura mediática. La pérdida económica fue devastadora para los negocios locales que vivían del turismo veraniego, se habla de la cifra de más de un millón de dólares en pérdidas, sólo por turistas que cancelaron sus vacaciones a última hora. También se armaron cacerías que pronto dieron algo de frutos, cuando Michael Scheissler, pescó un ejemplar de más de 2 metros y medio, con los restos humanos de Charles Bruder. Lo curioso de estos ataques es que muchas personas creyeron que fueron ocasionados por un Gran Blanco, pero es poco probable, al menos si hablamos de las víctimas del río, porque el Gran Tiburón Blanco, no puede nadar y respirar en agua que no contenga salinidad. Por el contrario, los que sí logran hacerlo, son los tiburones toro, también llamados zarda o tiburón de Zambesi. Estos pueden nadar en agua salada y dulce, por lo que es más que probable que los ataques en el río, fueran provocados por un tiburón toro, mientras que los del mar, fueron causados por otro escualo, ya que es poco probable que se tratara del mismo tiburón.
Es más, si el lector quiere ahondar un poco más sobre la historia de los ataques reales que inspiraron a Peter Benchley y a Steven Spielberg, le recomiendo ver el nada desdeñable tv film del 2004, titulado 12 Días de Terror, de Jack Sholder, basado en otro libro que recoge estos mismos hechos. Por otro lado, estoy seguro de que el gran blanco es el tiburón con más mala fama mediática y como ya lo dije, se la debe toda a Benchley y Spielberg. Ahora, con respecto al libro y la película existen considerables diferencias. El primero contiene mucho más gore y detalle en las escenas de las muertes, incluso tiene apartes con sexo. De hecho, la novela fue baneada en algunas partes de Estados Unidos. En Sudáfrica por ejemplo, fue rotundamente prohibida por las dosis de violencia. Adicionalmente, a diferencia de la película, existe un prescindible y breve flirteo entre Ellen Brody y Hooper, lo que más adelante crea una tensión entre el oceanógrafo y el jefe de policía y no al contrario, como sucede en la película, entre Hooper y el pescador Quint. El alcalde Larry Vaughn trabaja para la mafia, dándole un guiño gangsteríl a la novela- Quint y Hopper, por su parte, mueren devorados por el tiburón y la acción transcurre en varios días, ya que el Orca atraca diariamente, tras volver de cada fallida faena.
Esto último, en términos narrativos, no le gustaba mucho a Spielberg, porque la acción se cortaba demasiado para una película, por eso en el filme, la acción en el Orca transcurre día y noche en altamar, sin pausas. Entre otras cosas, Spielberg fue contratado para Jaws gracias a su gran trabajo en Duel (1971), traducida al español como El Diablo Sobre Ruedas, en la que un camión gigante acecha la tranquilidad de un hombre que viaja en un pequeño automóvil. La similitud entre Duel y Jaws es considerable, tanto que los finales del Tiburón y el camión son prácticamente los mismos. El primero (la explosión del tiburón mecánico) se sumerge en una estela de sangre y restos de escualo, el segundo, tras otra explosión, cae a un precipicio, envuelto en llamas y una densa nube de polvo. En Jaws, el escualo se deja ver cuando ya hemos visto más de la mitad del metraje, en Duel, el chofer del demoníaco doble troque, nunca se deja ver, o bueno, en todo el film solo le conocemos sus botas texanas y su mano izquierda.
Curiosamente, la Universal Pictures consideró al mismo Benchley para que escribiera el guion de la película Tiburón, lo hizo y cuando Benchley terminó, se lo entregó a Spielberg y le dijo: “haz lo que quieras con él (guion)”; y ciertamente, Spielberg hizo lo que se le antojó. Acto seguido, contrató a un viejo conocido suyo para que re escribiera el guion, Carl Gottlieb, quien además tiene un pequeño rol como periodista en el film, sería el responsable de agregar muchas de las escenas que no aparecen en el libro; hay muchas, como celebración del 4 de Julio, la secuencia del hallazgo de la cabeza de Ben Gardner, o el célebre monólogo de Quint en el que narra como sobrevivió al Indianápolis, buque hundido tras entregar la bomba de Hiroshima; cuentan que la colosal nave se hundió en solo 15 minutos, de los 1196 hombres que cayeron al agua ese día, sobrevivieron 316, muchos de ellos fueron comidos por los tiburones.
Por otra parte, antes de Tiburón, la película, son más bien pocas las apariciones de escualos en la gran pantalla. Si exceptuamos los documentales sobre tiburones de Jacques y Philippe Cousteau o el documental Agua Azul, Muerte Blanca (1971) de James Lipscomb y Peter Gimbel, son pocas las apariciones oficiales. Salvo contados ejemplos como la vieja Tiger Shark (1931) dirigida por Howard Hawks y traducida al español como Pasto de tiburones, esta es quizás la primera película en la que se escenifica el ataque de un tiburón a un ser humano, una característica que será regla principal en todas las películas de escualos que vendrían después de que Tiburón abrió la llave. Otro ejemplo de la explotación morbosa del tiburón, es el infame documental Mondo Cane (1962) de los mercenarios cinematográficos italianos Gualtiero Jacopetti y Paolo Cavara, quienes documentan un asombroso cementerio humano bajo el agua, sobre el archipiélago malayo. Los nativos creen que el agua del mar limpia los pecados y las impurezas del alma, pero, los tiburones piensan solo en alimentarse de los despojos humanos, pudiéndose quizás acostumbrar al sabor de la carne humana. Hay incluso otra delirante y dantesca escena en Mondo Cane, cuando los nativos pescadores capturan tiburones vivos para meterles erizos de mar en la boca, como medio de venganza por los colegas pescadores muertos o mutilados.
Los pasados ejemplos son apenas los que puedo enumerar, tal vez hay más, pero los desconozco. Por otro lado, si reparamos ahora los posibles precedentes cinematográficos que pudieron influenciar a Spielberg, podemos citar el ultra clásico Creature From the Black Lagoon (1954), de Jack Arnold, del que Spielberg seguramente calcó los planos submarinos y los planos subjetivos en los que el monstruo observa a sus posibles presas desde el fondo del mar, en un tipo de plano contrapicado submarino. Sin lugar a dudas, Spielberg tuvo que haber visto más de una película con bichos gigantes y asesinos muy populares durante la década del 50, cuando imperó el llamado pánico atómico y se dispararon las cintas con mujeres de más de 50 pies de altura, tarántulas y otros insectos gigantes, alcanzó hasta para monstruos gelatinosos de todas las formas y colores. Del mismo modo, Los Pájaros (1963) de Hitchcock, es otra película de la que podríamos resaltar sus elementos de suspenso y tensión, provocado a través de una jauría de aves dementes que mantienen en vilo el pequeño pueblo costero de Bodega Bay, igual que en Tiburón, en donde cunde el pánico en la pequeña comunidad de Amity Island, tras los ataques que una amenaza invisible y submarina ha provocado.
Y es que el cine de género fantástico siempre ha buscado una excusa en la naturaleza para desatar el ragnarok. Ya sea en menor escala como sucede en la pequeña Isla Amity, cuando un Carcharodon carcharias (nombre científico del tiburón blanco dado por Carlos Linneo en 1758) convierte a los bañistas que invaden su hábitat natural en pasto para escualos. Excusa que Spielberg aprovecha a la perfección para dividir su film en 2 actos. En la primera mitad, nos encontramos ante una película que aplica los códigos del cine de suspenso Hitckoniano con elementos del cine de catástrofe, también, ampliamente cultivado durante esa década. Mientras que el segundo acto, inicia cuando Brody, Hooper y Quint se embarcan en el Orca para dar de baja al tragaldabas elemental, pues ya ha sido suficiente el caos desatado por las fuerzas de la naturaleza. Spielberg introduce elementos narrativos del cine de aventuras, al llevarnos a un nuevo escenario, en este caso al mar, en la implacable caza que espera pronto pueda volver a instaurar el orden frente al caos desatado por el leviatán marino. Con todo lo dicho, no es coincidencia que durante la década de los setentas, en el cine, el hombre acabe pagando los platos rotos, por todo el abuso y la devastación en contra del ambiente, es gracias a esto, que las producciones de catástrofes o desastres, llenaron las butacas y bolsillos de muchos productores de Hollywood durante aquel periodo pre y post Jaws.
Ahora bien, la película tiburón aunque no fue precisamente fácil de hacer para el propio Spielberg, de hecho, parte de su éxito se debe a “errores técnicos y artísticos” como el hecho de que el tiburón mecánico Bruce, no funcionó perfectamente, sino hasta que ya habían rodado más del 60 % del metraje. Por ejemplo, el acertado recurso de los barriles amarillos, fue producto de improvisación sobre la marcha. Pero a pesar de todo la mala leche y problemas durante el rodaje, Tiburón fue un éxito instantáneo que situó a Steven Spielberg en la camada de los nuevos realizadores de Hollywood, entre los que se encontraban George Lucas o el mismo Coppola. Spielberg por su parte, le adjudica gran parte del éxito de Tiburón, al cambio drástico de guion. Gottlieb, escribía a veces sobre la marcha, porque el tiburón no funcionaba. De hecho, tras el monumental éxito de Jaws, la relación entre Benchley y Spielberg, que no era precisamente la mejor, empeoró cuando ambos se empiezan a echar agua sucia, el primero, asegurando que había cambiado completamente su obra, el segundo, justificándose porque consideraba que la novela era mala, los personajes odiosos y con una acción entrecortada. Pero las cifras hablaron por sí solas y transformaron a Spielberg en un midas de Hollywood; según boxofficemojo.com, Tiburón recaudó 260 millones de dólares en taquilla, eso sin contar otra millonada por concepto de la venta de todo tipo de mercancía. El presupuesto final que Universal le dio a Tiburón, fue de sólo 7 millones de dólares, lo que resultó en todo un negociazo.
¿Recuerdas la primera vez que viste Tiburón? ¿Te dio miedo y no fuiste a la playa por un tiempo? Te leemos en los comentarios.
¡Espera la próxima semana la segunda parte de esta entrega!
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