Ya no es cuestión de tiempo pero sí de onda. El instante precede a la desgracia. Las redes sociales son los bomberos de la angustiosa noticia. ¿Van a apagar un incendio? Sí. La muerte del Escritor José Agustín.

De cuna mexicana, el letrado autor de La Tumba (1964), marcó a varias generaciones de aztecas con su prosa desparpajada, rebelde y políticamente incorrecta que incomodó a las plumas pomposas que anidaron en las ramas de la «Generación de la Casa del Lago», como Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Tomas Segovia, José de la Colina, Emmanuel Carvallo, entre otros.

Hay una brasa incandescente en el «tic tac» (lea La Tumba para que entienda la referencia) del mexicano denominado «lector pasivo de gustos activos», ni borbotones de agua pueden con ella: es la premura de anunciar la partida hacia el otro mundo del escritor que enarboló la literatura de «La onda», bautizada así por la ensayista Margo Glantz, corriente similar a la «Beat», en Estados Unidos, que encabezaron Jack Kerouac y Allen Ginsber, donde la prosa literaria mezclaba sexualidad, drogas, música e independencia emocional.

De la literatura de José Agustín emerge un slang, una germanía, el lenguaje de una subcultura que pretende la comunicación categórica. Había miles de jóvenes que se identificaron con este alud de sensaciones… hoy son incontables.

Y bien lo dijo el Abuelo Simpson: Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que tengo no es onda. Y la onda de onda me parece muy mala onda. ¡Y te va a pasar a ti!

¿Y sucedió tal cosa? Sí. Porque las generaciones van arrastrando dogmas del pasado pero los libros son los pensaderos sin desgaste temporal. Es el último reducto donde los sobrevivientes de «La onda», es decir nuestros padres, conservan esas vivencias. ¿Pero fueron ellos lectores de José Agustín? No lo sé, lo que sí es seguro es que, a esta hora, Facebook, y la mayoría de redes sociales, se han transformado en un escenario de despedidas y nostalgia, recordando al escritor.

La onda que sí es onda

Autores «beats» como Allen Ginsberg («Las cartas de la ayahuasca»), Jack Kerouac («En el camino») y William Burroughs («Nova Express») atraparon con fuerza a José Agustín en un torbellino de sinsabores y letras con mucho trasfondo. 

Lo más curioso es que a José Agustín se le encasilló en «La onda» hasta 1971, siete años después de haber escrito su primera obra. 

Con acierto, él siempre se ha encontrado dentro de una «onda» o fascinación especial y absorbente por la escritura, tal como recordó en una entrevista que me concedió el 28 de enero de 2005 y que fue publicada en el periódico Noroeste.

«Para mí, la literatura es un parto sin dolor, yo disfruto cuando escribo. Escribir es una fuente de placer inaudita y predomina una gran felicidad que no tiene lugar para el dolor», confesó. 

Esa fascinación por experimentar la heredó a su personaje «Gabriel», actor principal de La tumba, quien es admirador del jazz, lector de autores inquietantes para la moral como Friedrich Nietzsche y conquistador de jovencitas de clase media alta que visitaban los cafés «beats» de la Zona Rosa como La Mosca Azul. 

José Agustín rompió esquemas y desdobló tabúes que las familias mexicanas atesoraban en los años 60, su narrativa nunca fue vulgar ni grosera porque escribió para los jóvenes en su mismo lenguaje. 

La anécdota de Romeo y Julieta

Les cuento mi anécdota con José Agustín.

A las 10:00 horas acordamos la cita para la entrevista, el escritor llegó puntal al Café Altazor (finado nido de escritores, trova y rock), corría el 26 de febrero del 2005, con su mañana soleada y el autor puso sobre la mesa sus cigarros favoritos Romeo y Julieta. 

«¿Estás seguro que quieres fumarte uno? Porque son para hombres», advirtió Agustín a un servidor quien aceptó un tabaco, fumándolo con calma e intentó disimular el fuerte sabor de la bocanada de humo. 

Probablemente él fue uno de los últimos escritores que visitó Café Altazor, propiedad de los hermanos Héctor y Roberto Mendieta, cuya especialidad eran los baguetes. Pocos meses después, cerró sus puertas.

Para hablar sobre «La tumba«, José Agustín se despidió momentáneamente de sus 61 años, en el 2005, y regresó a sus 19 años cuando escribió la obra cuya trama centra a Gabriel en un universo de decisiones por tomar. 

Lentamente la novela secuestra al lector con modismos, palabras y acciones que los jóvenes de los años 60 intentaban vivir, muchos de ellos con miedo a ser reprimidos por sus padres, maestros, el Gobierno e incluso el clérigo en su momento. 

Gabriel es un combatiente férreo de los convencionalismos burgueses y del «establishment», dijo el autor, sus teorías acerca de la revolución social las compartía fielmente con sus amigos «Chejov», Elsa, Laura y Dora, personajes cruciales del texto. 

Si José Emilio Pacheco revivía la gloria de la Colonia Roma (Ciudad de México), en su obra Batallas en el Desierto, José Agustín vivía la gloría de la rebeldía gracias a su pluma. 

La obra de Agustín, escrita en primera persona, enfrenta a Gabriel contra sí mismo porque además de emborracharse, lidiar con sus padres y ser criticado por «rojillo» también ama y sufre como cualquier joven. 

Estar en la «onda» se vivía fumando tabaco, mariguana o bebiendo alcohol sin medida para aflorar las ideas antes de que alguien las censurara. Actualmente este concepto sobrevive en las redes sociales donde jóvenes y adultos pueden tener identidades diferentes, pero con experiencias mediáticas y globales. 

Varias colillas de cigarros quedaron apiladas en el cenicero después de esa entrevista con José Agustín. A la fecha el «clic, clic» todavía es un misterio y quizá «La tumba» cumpla 100 años de haberse escrito sin que los lectores sepamos su verdadero significado.

Que viva el Rock and roll.

Obra literaria para saber

El considerado mayor exponente de la Literatura de la onda, frase que acuñó Margo Glantz, aunque jamás estuvo de acuerdo con que se le asociará a ese mote literario, estaba delicado de salud desde el pasado 29 de diciembre.

Autor de novelas emblemáticas de la literatura mexicana en la segunda mitad del siglo XX, como El rock de la cárcelDe perfil y Se está haciendo tarde (final en laguna), José Agustín Ramírez publicó su primera novela, llamada La tumba, apoyado por Juan José Arreola y a la edad de 20 años.

Poseedor de un estilo de escritura muy ameno y de fluida lectura, desde muy joven destacó en el ámbito literario con sus novelas, las cuales, junto con algunas obras de Gustavo Sáinz y Parménides García Saldaña, han sido consideradas, primero por Glantz, y diversos críticos como de la “literatura de la onda”, caracterizada por el lenguaje coloquial, por abordar temas como el rock, el alcohol, las drogas, el sexo y los conflictos familiares, y por personajes jóvenes que expresaron el espíritu rebelde juvenil de la época de los sesenta en la Ciudad de México.

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[Mazatlán, México] Es escritor, periodista, ensayista y promotor cultural. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Máster de Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana. Escribe para la revista El Caimán Barbudo de La Habana, Cuba.

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