Aquí en Colombia escuchan a alguien decir la palabra «Sinaloa», o la leen en redes sociales y pronto viene la imagen de un narcotraficante o la asemejan con droga, violencia incluso el infierno.
El Periodista Martín Durán, quien escribió el libro de cuentos «Ella cantaba corridos: fragmentos de una guerra perdida», nos bofetea el alma al recordarnos que somos seres sensibles mientras habitamos un plano territorial que todos reconocemos como América: símbolo de conquista, historia y resiliencia.
El escritor sinaloense comparte en su obra temas nostálgicos, complejos y de su propia vida con personajes que son víctimas de una guerra en contra del narcotráfico.
En este libro podrán encontrar historias como ‘La fosa’, ‘Quica’, ‘Mar de Cortés’, ‘Una novela policiaca’, ‘El Tiburón’, ‘La despedida’, ‘El encuentro’, ‘El perseguido’, ‘Noche de perros’, entre otros como ‘Cartas a Charlottenbourg’, por el que el autor ganó mención honorífica en el Premio Nacional de cuento Beatriz Espejo 2019.
Uno de los retos de los autores de México es decidir si abordan o no la espiral de violencias que vive su país y si lo hacen es cómo hacerlo sin caer en el sensacionalismo.
George Steiner cuando dice que «el lenguaje es profundamente inmoral, pues con el mismo pulso sereno es capaz de enunciar palabras de vida y enseguida palabras de muerte, puede hacer gozar y hacer daño».
La cultura cambia la realidad y sus tragedias en conocimiento; y el arte transforma la violencia y la crueldad de la vida en belleza.
Hablar sobre Sinaloa y el periodismo de una manera íntegra es imposible. Entonces, mejor estableces un juego a través de la ironía, de lo particular, de esas partes con las que se pueda hacer alusión de la totalidad de ese símbolo tan complejo, al que hemos dotado de toda una carga impresionante de significados, eso hace Martín Durán.
La metáfora de la fantasía permite sublimar la realidad, resuelve antes de extenderse sobre la necesidad de abordar con la literatura toda esa violencia que ha permeado en la sociedad mexicana.
Esa creación de escritura permite, a la vez que iluminar ideas, llenarlas de sugerencias mediante la potencia de un decir que trasciende lo literal.
Un poder innominado se abate sobre nosotros, reprime, sofoca, distrae, se disfraza de benefactor.
La obra actúa como un despertador de conciencias: sin previo aviso, la congoja de ser en el mundo podría usar los codos como armas y arrinconarnos contra la pared. Puesto que la mayoría del tiempo vivimos en la superficie.
Esta obra es una fiesta para la lectura y el pensamiento; una propuesta para mirar más allá de las apariencias y contemplar el fondo del mundo y nuestra vida en él.
Combinar los elementos sociales más característicos de la región: la pobreza, el poder, la religión y la mitología local. Su caracterización se conforma de personajes que van de lo chusco a lo terrorífico, de la violencia a la redención, y de lo santo a lo impío.
Estos personajes se convierten en el eje de las obras literarias que, con su narrativa, nos sumergen por medio de las letras a un mundo surreal, un lugar en donde lo tangible importa poco, porque lo que importa está en la imaginación, en esa capacidad que tenemos de alejarnos momentáneamente de nosotros mismos para crear nuestro propio mundo.
Mientras sigamos teniendo esa deuda con los necesitados, seguirá triunfando la imaginación sobre la razón, y lo mágico sobre lo real.
Y es que uno de los desafíos más importantes del periodismo en las últimas décadas ha sido ampliar la representación de la diversidad social y cultural que nos habita.
Trabajar en una mirada que ponga el foco en lo que los migrantes o las sobrevivientes de feminicidio quieren contar de sí mismas. A partir de eso se puede aprender una forma de investigar y abordar lo que en las escuelas de periodismo llamamos realidad. Esto implica moverse de lugar, no dar por sentado nada, revisar los textos o tomar las fotografías de otra manera.
Esta es la Escuela de Martín Durán.
Es un periodista sinaloense originario de Costa Rica con más de 15 años de trayectoria. Actualmente es subdirector editorial de El Sol de Sinaloa, colaborador en El Sol de México y fundador del diario digital La Pared. Fue coautor en el libro Un Árbol Lleno de Pájaros, escrito en memoria del difunto profesor Álvaro Rendón, y el cuento Cartas a Charlottenburg, publicado en esta colección, recibió una mención honorífica en el Premio Nacional Beatriz Espejo 2019.