Dejaremos las guerras mujer,
he traído tulipanes para taponar el cañón de tu fusil.
Deja junto a los floreros la pólvora de ayer,
toma tu manta tejida de nubes,
aquellas cansadas de volar que cayeron sobre tu cabeza,
esas mismas con las que hiciste un sudario para mí.
Es suficiente el belicismo de los vientos que corren,
de los corazones plagados de maldad.
Déjame reemplazar las bombas que cargas en tus bolsillos
por un par de gatos pequeños con nombres de escritores fantásticos.
Déjame curar las heridas minúsculas de tu cuerpo bravo y combativo,
las fisuras pequeñas que cargas en tu corazón de colibrí,
ese tan rápido que suena como mechas encendidas
hasta la futura explosión y apertura de la libertad.
He traído todas las flores amigas para hacer una corona para tu cabeza,
una alfombra para el dolor de las grutas de tus pies,
un rocío humectante para tus labios secos de clamor.
Yo arrojaré mi Colt .45 al pozo de los olvidos,
con sus desviadas balas de infantil crueldad,
así armoniosas serán las nuevas caras del sol.
No volverás a estar inmóvil como estatua,
como mascarón de proa de barco en la niebla
Mirando el cielo con los ojos nublados.
Carlos Andrés Pérez De Ávila