Por Lautaro Müller

Íte directo a la chucha con eso de la democracia güevon. Esta frase debió finalizar el film del chileno Pablo Larraín, hoy, 23 años después de la derrota del general Augusto Pinochet y la caída del último dictador en América Latina, no existen los minúsculos motivos para celebrar, no hay absolutamente nada de que sentirse orgulloso,creo que solo queda la euforia que produce la victoria, pero nada más que eso, no es muy diferente a haber derrotado a Koopa en el juego Mario Bros o finalizar Pacman.

Al final amaneció y no ha sido el pueblo quien ha vencido, la lastimera señora de la cartera continúa sin el dinero suficiente para comprar dos sobres de té o uno de Colcafé, sin embargo la Democracia ha vencidoella, envidiosa y celosa de su vieja hermana helena –dictadura– tendió una trampa y gobierna desde los sillones del antiguo dictador con los mismas manías y abusos; este es el retrato que le hace falta al film de Larraín (quien no se encuentra obligado a tratar este tema dentro la película), sugerir la pregunta al espectador con algo más de picardía de ¿a quién se venció en el plebiscito? ¿Quién venció en el plebiscito? ¿Quiénes luchaban por ganar el plebiscito?, hubiese sido un buen ejercicio crítico.

Yo lo único que quiero anotar en últimas es que vencer una dictadura con los  métodos de venta propios del mercadeo, y mantener la estabilidad política con los mismos métodos es tan recriminable como ganar el poder asesinando a Allende y mantenerlo con desapariciones forzadas, exilios y ejecuciones extrajudiciales; y dentro de esta sin lógica de razones ubiquemos el viejo adagio demócrata ‘puedes obtener el poder a través de las bayonetas, pero no te puedes sentar a gobernar sobre ellas’, un poco cierto e irónico aunque no menos cínico que obtener el poder por las urnas y sentarte sobre ellas a gobernar.

El único problema y gran diferencia entre las formas anteriores de administrar y obtener el poder, es que una tiene a tribunales internacionales como enemigos y la otra es madre de estos tribunales. En ese sentido, la lucha contra la dictadura es fácil de plantear dentro del discurso democrático, por eso es tan sencillo vencerla, a la dictadura la puedes hostigar, joder, fregar, acorralar e intimidar –aunque suene irónico- y vencer. Ante la democracia solo queda aceptar, esconder el rostro, no existe el famoso tercer camino entre quienes ilusoriamente sueñan con la posibilidad de un modelo democrático socializado, solo hay dos batallas que se ganan huyendo en la vida, la primera es contra las mujeres, la segunda es contra la democracia; no tiene caso enfrentarse a semejantes enemigos, en el evento contrario podrías terminar solo como Napoleón o encarcelado como Pinochet.

Por último, ese dialogo de Augusto Pinochet, al final de la película algo interesante y conmovedor es utilizado día a día por las democracias “Yo no me recomiendo, solo digo: analíceme, si me he equivocado en algo perdóneme”, toca no?

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