Ciertamente vivimos un esplendor de la ficción especulativa, sea audiovisual, cómics, videojuegos o, la que trataremos aquí, literaria. Además, en el caso específico de la ciencia ficción, queda claro que la hegemonía anglosajona en el género ha cedido terreno frente a otros acercamientos venidos de diferentes latitudes. Desde los sesenta, empieza a reducir su protagonismo con la apertura y prestigio de la ciencia ficción de la Europa socialista; la popularidad del animé y el tokusatsu japonés y la nouvelle vague de la historieta francesa. En la actualidad, sustentada en la revolución digital, sigue esta diversificación con las adiciones de la renombrada CF china; el ascenso de Corea del Sur como potencia cultural; el futurismo africano y el del Golfo; la internacionalización de la especulación nórdica y la española y con una nutrida nueva etapa de la ciencia ficción latinoamericana. Dentro de esta última, incluimos a la caribeña.
Pero, para hablar de ella, lo primero que debemos establecer es a qué se llama CF caribeña. Es evidente que la etiqueta parte de una situación geográfica, los autores y autoras que han emergido en estas sociedades caribeñas y sus diásporas. Aunque, a pesar del nombre, en la práctica solo nos referimos con él a la creada desde las Antillas. Queda pendiente investigar sobre el otro Caribe, el continental, determinar si la especulación científica de sus exponentes se diferencia sustancialmente de sus contrapartes nacionales, no salidos de las costas caribeñas, y se acercan más a sus colegas insulares. Entonces quizá podremos hablar de una ciencia ficción grancaribeña.
En tanto a la antillana, empecemos señalando que entre los finales del XIX y la primera mitad del siglo XX, el predominio del especulativo no cognitivo, la limitada industrialización de varios países de la región y, en el mundo hispanoamericano, cierto prejuicio heredado de la península a lo anglosajón y francés mantuvo una reticencia de hablar de una ciencia ficción desde Latinoamérica y el Caribe. Solo se le atribuía el «derecho» a la escritura del género, siempre cuestionado cómo expresión literaria válida, a Estados Unidos y la Europa occidental. Aun así, en las Antillas, tenemos al pionero Juan Manuel Planas Sainz (1877-1963), el «Julio Verne cubano», ingeniero y geógrafo que publica en 1920, La corriente del Golfo, primera novela de CF en la región. Aparte de Planas, otros precursores serían el igualmente cubano Esteban Borrero (1849-1906), el boricua Alejandro Tapia (1826-1882) o el dominicano Juan Bosch (1909–2001) y su cuento «Los últimos monstruos» (1941).
Con lentitud, gracias a los cambios ya mencionados durante los sesenta, además de las transformaciones internas en lo anglosajón: una ciencia ficción social y de mayores ambiciones artísticas de la mano de Michael Moorcock y la Nueva Ola, Úrsula K. LeGuin y Phillip K. Dick, nuevos autores de habla hispana son atraídos al género. Entre los antillanos, tenemos al libro de cuentos Puerto Rico ilustrado (1960), del boricua Washington Llorens; las primeras novelas dominicanas de CF, Inti Huamán o Eva again (1983), de Efraím Castillo y Una casa en el espacio (1985), de Josefina de la Cruz, y, finalizando el milenio, Brown Girl in the Ring (1998), La hija de Legbara en español, de la jamaiquina-canadiense Nalo Hopkinson. Estos títulos son acompañados a través de estas décadas por varios relatos sueltos de autores ocasionales en la especulación científica. Así que sigue siendo el fantástico, el especulativo dominante, hasta la llegada del nuevo milenio en el que ha habido un aumento de la producción sostenida de la CF antillana y que describiremos en los siguientes párrafos, pero antes, hablemos de la excepción: Cuba.
Con la irrupción de la Revolución del 59, se genera una etapa dorada de la ciencia ficción cubana a partir de las políticas culturales socialistas. Emergen escritores como Ángel Arango (1926- 2013), autor de los libros de cuentos ¿Adónde van los cefalomos? (1964), Robotomaquia (1967), El planeta negro (1966) y El fin del caos llega quietamente (1971). Por igual, Miguel Collazo (1936-1999) y su El libro fantástico de Oaj (1966); Arnaldo Correa con El primer hombre a Marte (1967); Otra vez el camino (1971), de Germán Piniella (1907-1999), y Óscar Hurtado (1919-1977) con su poemario especulativo La ciudad muerta de Korad (1964); además de ser el compilador de la primera antología de ciencia ficción cubana, Cuentos de ciencia ficción (1964).
A pesar de una mínima publicación del género durante el Quinquenio Gris, Cuba se desarrolla como la potencia de la ciencia ficción antillana (y una de las de habla hispana) desde la década de los ochenta con una nueva camada de escritores en la que se destacan Daína Chaviano, Agustín de Rojas (1949-2011), F. Mond (1941-2023), Yoss, entre varias decenas de nombres más. Por igual, surgen los primeros talleres literarios dedicados a la ciencia ficción, el Óscar Hurtado y el Julio Verne, y se instituye el primer premio (nacional) en el Caribe, el David, que desde 1980 suma al renglón especulativo, ganándolo en su inicio Los mundos que amo, de Chaviano. Además, son los primeros en la región con publicaciones para el estudio del género, tanto impresas y digitales, como la revista Nova o los e-zine Disparo en la red, por Erick J. Mota, o Qubit, de Raúl Aguilar. Actualmente, la aldea global permite la internacionalización de la ciencia ficción cubana; no obstante esta expansión, la de mayor proyección desde la especulación científica antillana es la jamaiquina.
El Caribe anglófono desde la entrada del milenio ha tenido un creciente protagonismo en la ciencia ficción en inglés, que es la que posee la industria editorial más importante dedicada a lo especulativo en Occidente. Nos referimos a escritores como la barbadense Karen Lord, el granadino Tobias S. Buckell, el anglovirgenense Cadwell Turnbull, la trinitense R.S.A. Garcia o los jamaiquinos Stephanie Saulter, Geoffrey Philp, Diana McCaulay, Barbara Lalla o la ya mencionada Nalo Hopkinson, siendo esta última la de mayor repercusión en el especulativo internacional. Hopkinson, ganadora en su debut del John W. Campbell Award for Best New Writer, no solo ha tratado lo afrocaribeño a través de su narrativa, sino, también, como editora con antologías como la Whispers from the Cotton Tree Root: Caribbean Fabulist Fiction (2000), selección especulativa de escritores del Caribe anglófono, francés y de habla hispana.
A este proyecto regional, se le suman otros como New Worlds, Old Ways: Speculative Tales from the Caribbean (2016), compilación de autores especulativos del Caribe anglosajón realizada por Karen Lord. En tanto el hispano, tenemos primero a Prietopunk. Antología de afrofuturismo caribeño (2022, ed. Aníbal Hernández Medina), selección consistente en 18 textos de ciencia ficción afrofuturista provenientes de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Le siguen la de fantasía y ciencia ficción, Confederación eléctrica antillana. Antología de ciencia ficción caribeña (editores varios, 2023) y, por publicar en este año en curso, el segundo volumen de Latinoamericaeditada que incluye cuentos del género del Caribe hispano junto a representantes de México y Centroamérica. Además, no nos olvidemos de las diferentes antologías nacionales, como los dos volúmenes de la dominiquesa The Flying Crapaud, por el colectivo Piton Noire o, como muestra de la veintena de antologías cubanas, Los días del futuro. Premios Calendario de ciencia ficción 2003-2016, de Yoss.
Volviendo a lo regional, tenemos al Congreso de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica del Caribe (hispano), del cual, su codirector, Rafael Acevedo, firma la novela de CF boricua, Exquisito cadáver, finalista del premio Casa de las Américas, 2001. Y, alojado en el portal de podchaser.com, dedicado al especulativo caribeño, se transmite The Caribbean Science Fiction Network, conducido por Jarrel De Matas. Otra iniciativa es la de la productora Syllble, Inc., fundada por el escritor haitiano-estadounidense Fabrice Guerrier, que promueve en Estados Unidos a escritores especulativos afrocaribeños. Asimismo, desde fuera de la región hay un interés por la CF antillana. Como ejemplo, los libros The Cyborg Caribbean: Techno-Dominance in Twenty-First-Century Cuban, Dominican, and Puerto Rican Science Fiction, del académico Samuel Ginsburg (2023), y Tropical Time Machines: Science Fiction in the Contemporary Hispanic Caribbean (2024), de la doctora Emily A. Maguire. Igualmente, la revista Strange Horizons edita un número especial sobre la especulación caribeña, tanto prosa, lírica y ensayo, que incluye CF como el cuento «The fate of despair», de la cubana Malena Salazar Maciá.
Ahora, brevemente, hablemos en qué se ha caracterizado este auge de la ciencia ficción, en su capítulo caribeño. Independientemente de la diversidad de autores y obras que hemos visto hasta ahora, encontramos una constante que marca a la mayor parte: la glocalización de los tropos y arquetipos del género, ya dicho, dominado por décadas por el mundo anglosajón, y ahora expresados en términos propios, siendo adecuados para servir a nuestra sensibilidad e intereses locales, principalmente a favor de nuestra maduración y conservación identitaria. Como ejemplo, encontramos a un afrofuturismo caribeño que inicia con Brown Girl in the Ring (1998), de Hopkinson. A la cual le siguen, entre otros, The Rainmaker’s Mistake (2007), de Erna Brodbe; el ciclo de cuentos y novela Habana Undergüater, de Erick J. Mota, origen del afrofuturismo en el Caribe hispano; el cuento «Monstro» (2012), de Junot Díaz, publicado en el número de la revista The New Yorker dedicado a la ciencia ficción; La mucama de Omicunlé (2015), de Rita Indiana; Chunga Maya (2017), de Alejandro Martín Rojas Medina; The Yellow Book (2019), de Michael Roch; la selección ya hablada, Prietopunk…; la novela inédita Negros como el cosmos, del cubano Dennis Mourdoch Morán o la colección de cuentos Afroalgoritmos (2024), de la puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro.
Por igual, hay exponentes de una CF neoindigenista antillana, mayormente taínofuturista, como tres de los cuentos en La paradoja del Fénix (2018), del dominico-puertorriqueño Peter Domínguez o Quislaona. A dominican fantasy anthology (ed. Zaivy Luke-Alemán, 2023), selección bilingüe de 16 cuentos y 4 historietas publicada por Dominican Writers Association. También los microrrelatos «El regalo de Yucahú», de Morgan Vicconius Zariah e «Inicio» (no taínofuturista), de Moisés Santana, autor del primer libro de relatos de ciencia ficción dominicana, El Circo (2013), o la novela weird Viaje al centro de los mitos (2023), de Odilius Vlak. Aunque la marca identitaria principal es la hibridez, el carácter sincrético que engloba el mestizaje originario afroprecolombino y europeo. En Midnight Robber (2000), de Hopkinson, vemos al planeta Toussaint, terraformado por caribeños, con varias referencias afroantillanas como la Reina Ladrona del carnaval de Trinidad; la yoruba Anansi; Mami Wata (santa Marta la dominadora en el Caribe hispano); pero, igualmente, la protagonista Tan-Tan, es señalada como heredera de la cacica taína Anacaona. Otro aspecto ampliamente tratado en la CF antillana, es el valor geopolítico del archipiélago para el Norte Global (y sus consecuencias para nuestras sociedades). Por ejemplo, en la novela Tercer Mundo (2019), de Pedro Cabiya, nos presentan a un Puerto Rico como punto caliente de una guerra fría interdimensional. Además, estas «consecuencias», como naciones insulares que somos, se expresan en lo medioambiental, así tenemos las Antillas inundadas en Broad Dutty Water: A Sunken Story, de Hopkinson, o el calentamiento global en Daylight Come (2020), de Diana McCaulay. Por igual, íntimamente relacionado al aspecto geopolítico, no olvidemos lo migratorio; como la terraformación de Toussaint, alegoría a la nutrida diáspora caribeña, la cual es uno de los pilares del género antillano. Como hemos visto, varios de los nombres listados aquí: Hopkinson, Lord, Díaz, Indiana, Guerrier, Dominicans Writers, son emigrantes.
Entonces, hasta aquí llega nuestra escueta introducción, recordándoles los pendientes sobre el Gran Caribe y el neerlandés, y esperando que con estos pocos párrafos, haber podido esbozar mínimamente el escenario de nuestra ciencia ficción caribeña
Imagen de portada ilustrada por Hélène Pineda: https://www.instagram.com/byfebruar