Mirabilia Libros es una librería bogotana especializada en el género fantástico, con un catálogo increíble, que con el tiempo se ha convertido en una suerte de paraíso en la tierra para los amantes de la ciencia ficción, el terror y la fantasía. Angélica Caballero y Luis Felipe López son los dueños, fundadores y libreros de este proyecto que es también una editorial, con cuatro colecciones y más de veinte libros publicados. En esta oportunidad, para los lectores del Laberinto del Minotauro, recomiendan una selección de cuatro obras de ciencia ficción imprescindibles, un género que también es lo que a ellos más les gusta leer.
El hombre hembra, Joanna Russ (Nova)
Un lugar común de la ciencia ficción quiere creer que la única autora del género es Ursula K. Le Guin. O la única que hay que leer. O lectura suficiente. Otro lugar común dice que en los años setenta la ciencia ficción en lengua inglesa estuvo caracterizada por la presencia del feminismo, y resuelve que las mujeres que la escribían apenas hicieron su aparición entonces. Joanna Russ, que entonces publicó sus primeras novelas, pero llevaba más de diez años publicando cuentos, tuvo mucho que decir al respecto, y lo hizo en su ficción y en sus ensayos, como el excelente Cómo acabar con la escritura de las mujeres. Pero si hay un libro suyo que la persona interesada en la ciencia ficción debe leer, ese es El hombre hembra. Allí se cuenta la historia de cuatro mujeres que son en realidad la misma, solo que provenientes de mundos donde todo ocurrió de forma diferente: el mundo desde el que la autora escribe, una utopía feminista donde no hay hombres, otro donde la moral conservadora de principios del siglo XX persiste y uno más donde mujeres y hombres están en guerra abierta. Pero a Russ no le interesa el origami ontológico de existir en un multiverso tanto como contraponer y contrastar esas experiencias para discutir el lugar de las mujeres en la cultura patriarcal, yendo de la narración al ensayo en una estructura fragmentada que a veces roza la autoficción y que da forma a un libro denso en ideas y argumentos.
La exposición de atrocidades, J.G. Ballard (Mirabilia)
Como nos encanta decir cuando hablamos de ciencia ficción, este libro describió nuestra época con medio siglo de anticipación. Sus personajes se obsesionan con los videos de asesinatos de políticos famosos, astronautas sin nombre que son también la segunda venida de Cristo, las minucias de las operaciones estéticas de mujeres famosas, los accidentes automovilísticos y la violencia total de la guerra como la expresión última del placer sexual, el fin del mundo a través de la bomba atómica o del suicidio matemático de una estrella de Hollywood, el arte y los extraños pliegues de la psique humana. En él, Ballard diseccionó un mundo saturado por la violencia, los medios, la tecnología, la cultura de las celebridades, la política y las enfermedades mentales (lo sentimos, no hay internet ni smartphones, pero algo tenía que dejarnos), y dispuso esa lección de anatomía ficcional en un bucle temporal, de modo que personajes y acciones se reiteran de un capítulo a otro en busca de sentido. Esta edición incluye material que permanecía inédito en español, como las anotaciones hechas por el autor veinte años después de la publicación original.
Historia política poética posible de Colombia, AA.VV.; Alexánder Cortés y Juan Alonso, eds. (Malevo)
Al no provenir de una editorial especializada, esta colección de cuentos especulativos colombianos, una de las tres más importantes del año, tal vez no reciba la atención que merece del público lector del género. Sus editores no hacen mención de ciencia ficción, ni de ucronía, historia alternativa o siquiera el mostro académico que es el contrafáctico, pero su premisa claramente lo es: qué habría pasado si (clave suficiente) Gabriel Antonio Goyeneche, candidato reincidente en los impenetrables años del Frente Nacional, hubiese llegado a la Presidencia del país y, esta es la cuestión, hubiese llevado a cabo sus propuestas de campaña, que eran excelentes como tema de conversación y anécdota y, ahora vemos, también para ficcionalizar, pero poco más: pavimentar el río Magdalena o convertirlo en aguardiente, cubrir a Bogotá con una marquesina para tener la lluvia a raya, o simplemente bombardear las nubes, construir las carreteras en bajada para ahorrar combustible, etc. La curiosidad histórica, nos señala el prologuista, es más bien capitalina: no se recuerda a Goyeneche más allá de la memoria húmeda de Bogotá, pero los editores han reunido a un grupo de autoras y autores de distintas regiones, que han adaptado los respectivos detonantes narrativos a su propia experiencia, y el resultado es una colección maravillosamente descentrada, además de llena de humor, una buena dosis de compasión y mucha política. Completa los cuentos el trabajo de ilustradoras e ilustradores nacionales curado con la misma consideración.
Las Ciclistas, AA.VV.; Angélica Caballero, ed. (Mirabilia)
Esta compilación, subtitulada “Antología fantástica de autoras colombianas”, parte de una definición amplia de lo fantástico e incluye diez cuentos distribuidos entre el terreno solar de la ciencia ficción (abducciones, criogenias, distopías, viajes en el tiempo, seres artificiales) y la bruma de la fantasía (objetos que cobran vida por amor, pena o memoria; joyas mágicas, djinns, viajes en el tiempo (así están las cosas)), cuya intersección, por encima de cualquier tema, está en conjugar la tradición de los géneros fantásticos con lo personal y lo local, sin vacilar en su ambición, como recordatorio de que la responsabilidad de la literatura, y de lo fantástico por excelencia, es multiplicar, tan cerca del infinito como sea posible, las dimensiones de lo familiar. Para la pequeña historia de los márgenes queda su origen, en tiempos de pandemia y de talleres virtuales, como un ejercicio de trabajo horizontal donde no hubiera una figura guía representativa de la autoridad, poseedora de la última palabra, y todas las participantes fueran por igual autoras y evaluadoras del trabajo de sus pares.