Hace poco hablamos con Matías Castro, creador del pulp contemporáneo que es Salvaje Sur, ideado desde el sur argentino. Y aunque podríamos haber transcrito una entrevista, el diálogo con Matías comenzó a dispararnos relaciones e hilos de diálogo con otros temas de interés. Hablamos, por ejemplo, de los vasos comunicantes entre el western gringo y la gauchesca argentina, entre el lejano oeste y la Patagonia, pero también sobre el pulp, la literatura de consumo popular y las publicaciones de bajo presupuesto. Por eso hemos querido hablar de aquellas cosas que surgen de una conversación entre fanáticos del pulp, que nos llevó a comentarios derivados sobre el cine, la publicidad y los bandoleros fugados a la Patagonia.

Para Matías puede establecerse un diálogo común entre las figuras icónicas del lejano oeste, digamos Billy the Kid, y los gauchos matreros. En el western y en la gauchesca el paisaje habla y es, como suele repetirse, un personaje; el territorio se extiende al horizonte y se mantiene inexplorado, es un lugar dispuesto para la aventura y para la huida. Otras motivaciones mueven el viaje y la migración y la Patagonia experimenta a finales del siglo XIX, como California, la fiebre del oro. Este vínculo estético entre ambas atmósferas va a estrecharse más todavía con figuras como las de Butch Cassidy o Sundance Kid huyendo hacia Buenos Aires y de allí continuar hacia el sur, hacia Cholila en el Chubut. Y como no hay western sin pistoleros o bandidos, son estos personajes los que terminan de trenzar el vaso comunicante. Es entonces cuando vemos más claro aquel imaginario que explica Matías, sobre el que se erigió una revista como Salvaje Sur, cuyo creador se dedicó primero a leer la Patagonia y a sus personajes desde el western.

Sobre este tema tuvimos un primer comentario expansivo, uno que va sobre la posibilidad de erigir el imaginario de nuestro pasado. Pensemos en los Estados Unidos, los creadores de esa manera de entender el western que todos reconocemos. Hemos visto cientos de filmes gringos y por ello conocemos los tópicos sobre su pasado; hemos visto los años del lejano oeste y los de la prohibición, hemos visto los años de la segunda guerra mundial, los de su guerra civil o Vietnam. El cine ha instalado en nosotros una memoria colectiva ficticia, de hecho, ese es uno de sus efectos. Sin haber nacido allí, sabemos más o menos cómo eran los Estados Unidos en tal o cual época. Sin embargo, nuestros países han carecido de una industria cinematográfica fuerte y con ello, de la posibilidad de ilustrar el imaginario de su pasado. Por ello nos sorprendemos cuando en diálogos como los propuestos por Salvaje Sur, nos damos cuenta que Butch Cassidy vivió en Chubut y sospechamos que robó el banco Nación. Son los artefactos que tenemos a la mano e ilustramos el pasado tomando imágenes prestadas para hacer arqueología local.

Gauchos (izquierda y arriba a la derecha) y Antonio das Mortes (abajo a la derecha)

Los dos primeros números de este pulp están dedicados al western y un tercero a gauchos y bandoleros. Solo me interesa lo que no es mío, decía el poeta brasileño Oswald de Andrade en su Manifiesto Antropófago que es, a su vez, muchos de los procedimientos que el arte latinoamericano ha tomado para crear. Consumidores de los géneros y estéticas masivas (por lo general anglo-europeas), las hemos amado y replanteado y así hemos creado un gótico tropical o rioplatense, pero también un western gaucho o una ciencia ficción andina. Salvaje Sur nos dispara otras conversaciones antropófagas. Nos lleva a dos películas brasileñas como Dios y el Diablo en la tierra del sol y Antonio das Mortes, ambas del impertinente Glauber Rocha. Allí la estética del western toma forma en la región del sertao y es un fondo sobre el que se mueven personajes como Antonio das Mortes, cazarrecompensas de las élites y sombra negra de los cangaceiros. El eterno y grosero tira y afloje entre los opresores (que jalan más fuerte) y los oprimidos tan común por estos lares se revisita en el cine de Rocha, cuyo imaginario visual le debe a la estética del western cinematográfico. Podríamos triangular incluso las figuras de un Jesse James, con las de las figuras del bandolerismo social como el cangaceiro en Brasil o el gaucho matrero en Argentina.

Pero también hablamos del pulp, de esas publicaciones que, para quien no lo sepa aún, fueron aquellas revistas de bajo presupuesto en las que géneros como la ciencia ficción, el policial, el terror y el mismo western, se convirtieron en consumos masivos. Aquel primer antecedente de quien consume una serie cualquiera frente a su computador, de detectives o de quien observa en TV una película de ciencia ficción un día cualquiera, fueron los pulps. Porque las personas corrientes también querían consumir historias y las encontraron en las dime novels o las penny dreadful. Aunque el pulp redoblaría la apuesta y se pensaría desde publicaciones por género, las que además estarían acompañadas por el trabajo gráfico de sus portadas y las ilustraciones de sus relatos. Aquí está el germen de los libros de antologías del terror o la ciencia ficción, del cómic, pero también de la mezcla entre publicidad y literatura. Así, el pulp pasó de ser una publicación hecha con la pulpa de un papel barato, y se convirtió en una forma de ser de la literatura. Una literatura volcada a la acción y al movimiento de los personajes, a su viaje del héroe, que podía ser aventura casual o bizarra. En el pulp nace gran parte de la industria del entretenimiento contemporánea, también el consumo barrial y ese interés popular por lo siniestro y bizarro.

Por ejemplo, las primeras publicaciones baratas inglesas tenían que ver con los asesinatos y descuartizaciones que aparecían en Londres. Entonces la gente consumía esos pliegos de cordel… que se vendían a un centavo… todo el mundo podía acceder a ellos, ¿qué pasa con esto?… y volvemos al lejano oeste, al mundo de escritores y narradores que habla de la expansión del oeste. Mientras se escribía esto, la gente lo leía, era una literatura presente esto generó una suma de géneros que vinieron luego cuando comenzaron las publicaciones a estandarizarse.

Y como Salvaje Sur es un pulp, resaltamos su diagramación y la recreación que hace de aquellas publicaciones antiguas de finales de siglo XIX y principios del XX. Su diagramado a dos líneas, además del uso de esos avisos de comercio; algunos recreados, otros inventados en un ejercicio de observación nostálgica, le dan ese carácter de artefacto atemporal y máquina al pasado. Su creador se refiere a la memoria emotiva como motor creador. Y la verdad es que hay algo encantador en aquellas publicidades antiguas que lo curaban todo, en esa charlatanería de los viejos tónicos o los cinturones voltaicos.

Interiores de la revista Salvaje Sur

“Lo que siempre me ha gustado a mí es el falsario, siempre me encantó eso, entonces la primera Salvaje Sur y la segunda y ahora lo logré con la gauchesca, parten de la pregunta de qué productos y artefactos se comerciaban en la época y para eso necesitas asentarte cronológicamente… para mí es importante que cuando el lector abra la revista, esté dentro de ese universo…. son paratextos que cuentan pequeñas historias”.

Matías Castro

Ajena al centralismo literario, Salvaje Sur es también oposición a las lógicas de la literatura citadina, que impone siempre un imaginario literario que deviene en las narrativas privadas del sujeto genérico de la capital. Fenómeno que se replica casi que en caso todos los países. Es una revista que nace en San Martín de los Andes, en la Patagonia argentina y que se opone a ese vicio de la literatura porteña que se mira mucho el ombligo. Y más que un fetiche, es todo un ejercicio creativo, una reflexión sobre los géneros de consumo popular y de aventura. Es todo eso que aquella literatura que se llama a sí misma seria, no quiere ver. Salvaje Sur es un pulp que quiere indagar en la ciencia ficción, pero también en el weird y que espera, en próximos números, homenajear al género negro.


Conoce más de Salvaje Sur y de su creador Matías Castro en el siguiente enlace: https://www.instagram.com/revistasalvajesur/

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Escritor. Autor del libro de relatos “Lo que pasó en el sepelio de Béla Lugosi” (2020). Ha publicado cuentos, entrevistas y reseñas en algunas revistas nacionales e internacionales. Actualmente ilustra el zine digital @ulises_zine.

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