Han pasado más de cien años desde las primeras investigaciones de los futuristas, que incluyeron máquinas para producir ruido en sus composiciones musicales. Por supuesto, esta relación entre creación y tecnología persiste en la música electrónica. Los siguientes álbumes son ejemplos de las búsquedas sonoras que ocurren en la cultura popular.

Entre el primero y el último de estos álbumes han pasado más de veinte años. Si quisiéramos establecer unas líneas comunes entre ellos, más allá del hecho evidente de ser definitivamente electrónicos, es que comparten los materiales del desasosiego, que además admiten sofisticaciones plásticas en medio de un panorama general de decadentismo.

Plastikman

Consumed (1998)

En 1998, bajo el seudónimo Plastikman, Richie Hawtin dio a conocer Consumed, quizá su álbum de estudio más icónico y al que mayor solidez conceptual se le atribuye. Siendo uno de los pioneros del techno, Hawtin es reconocido por su fe en las posibilidades sonoras de las máquinas. A la base minimalista de este álbum se añaden las atmósferas que genera, lo que Matt Gerardi llamó “desolación electrónica”. Para la muestra, las pistas Convulse o Ekko, llenas de un flujo que parece guiar al oyente a través de un “páramo alienígena”. Pese a que el álbum contiene algunos motivos propios del acid y unas líneas de bajo profundas, el carácter del Consumed es tétrico y oceánico más que bailable. Una de sus pistas: Converge, bien podría ser la banda sonora que acompaña la destrucción de una de las simetríadas descritas por Stanislaw Lem en Solaris.

Chromatics

Night Drive (2007)

El tercer álbum de Chromatics se llama Night Drive, de 2007. Tiene quince canciones, la mayoría interpretadas por Ruth Radelet. Melodías de órganos, cuerdas y flautas sumadas a un uso de sintetizadores que evocan sonoridades disco, sombrías y elegantes. No en vano uno de los títulos de este álbum se incluyó en la banda sonora de Drive, que es una obra maestra del noir neón. Letras cargadas de simbolismos, repletas de imágenes oníricas. Tal es el caso de la canción Mask, cuyo texto dice: La pirámide negra quema un agujero en el cielo… / Desde el borde del desierto hasta el fondo del mar/ La pirámide negra proyecta su sombra sobre mi. Otro ejemplo de esta clase de poética está en la canción The Gemini: Intentamos ver más allá del espejo/ A Través de una cortina de cristal/ más allá de nuestros sueños destrozados.

Black Ligth Smoke

The Earley Years (2021)

Detrás del proyecto musical conocido como Black Ligth Smoke se encuentra el artista Jordan Lieb. Si bien The Early Years fue publicado en marzo de este año, según el autor, la mayoría de esta música se compuso en 2010. Este trabajo se caracteriza por búsquedas experimentales que empujan los límites del dance, el post-punk, el deep house o el rock industrial. El arte de la portada estuvo a cargo de la ucraniana Ole Solonko, y recuerda a la serie de dibujos que Jean Cocteau incluyó en el libro Opium. Según dice la reseña de Bandcamp, quien escuche repetidas veces este álbum descubre en su música una misteriosidad auditiva. Otras dos canciones producidas por Lieb, That´s My Yes de 2013 y Firefly de 2014, fueron incluidas en la película The Bad Batch, que ya es considerada una distopía de culto.

A continuación, les comparto la Playlist en Spotify (también podrás hacerla en la app que desees), con mi selección especial de canciones de cada álbum, para que los acompañe el mood perfecto al leer y recrear los horizontes inimaginables de la ciencia ficción.

Es una lista colaborativa, así que ustedes también pueden incluir, y compartir con nosotros, más música para escuchar mientras leemos ciencia ficción:

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Realizó estudios de derecho en la Universidad de Cartagena y la Universidad Externado de Colombia. Desde 2012 escribe en El Laberinto del Minotauro. Ha hecho colaboraciones para el diario El Espectador y para la revista Otras Inquisiciones. Es autor del poemario inédito Las cenizas de la luna.

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