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Librerías de segunda mano: Espacios imprescindibles para el lector pobre// Harenes urbanos con orgasmos de papel// Regateo-seducción: librero-cliente// Cajitas de sorpresas donde puedes encontrar la edición que tanto anhelabas// Lo mejor es ir solo al centenario, no sea que tu compañero se  adelante y compre el libro que tanto quieres// Nunca jamás saltes de emoción delante del librero cuando encuentres el libro que buscabas, Será usado en tu contra// No preguntes de primero el precio del libro que te gusta, crea señuelos, pregunta por el libro más caro y vulgar y luego ataca// Jamás robes en una librería de segunda// No pagues menos de lo que el libro cuesta, casi nunca los libreros de Yellow Hell City conocen el contenido de las obras. Si te gustan estos espacios, cuídalos y ayuda al librero porque él vive de eso// Lo mejor es que no dejes que el librero te busque el libro, di que solo estás viendo, así sabrá que eres un conocedor del rollo// Las librerías de segunda son como las pacas de ropa, sitios para reafirmar tu identidad y conocer el mundo// Librerías de segunda del Parque, para llegar puedes acceder por la entrada del Centenario que da a la Torre del Reloj, por la entrada que se encuentra frente al Pasaje de la Matuna o por la entrada diagonal al porno-cinema// El borracho de la Torre del reloj es gruñón, pero tiene un corazón gigante y a veces tiene buenos libros// Librería Elmo es el poder en cuanto a libros geniales y baratos: aquí no es necesario pedir descuentos, es un librero muy justo// El borracho de la calle Román, es un viejo sabrosón, vendía libros infra-baratos, desafortunadamente se fue para San Andrés// El señor Jaime ubicado en la gobernación, tenía libros para volverse locos a buen precio, desafortunadamente lo desplazaron  por la remodelación del edificio// la viejita ubicada en la entrada central de la Torre del Reloj, vende cosas buenas pero es excesivamente carera y a veces regañona// En Bazurto antes del enredo con los vendedores ambulantes, junto a Drogas La Rebaja un señor vendía libros que cualquiera hubiera dicho “Dios, qué hace este libro tan genial aquí archivado ¡me lo llevo!// Las mejores bibliotecas están conformadas por libros de segunda, porque demuestran que su dueño es un caminante buscador de aventuras. La lectura de un libro no es algo que se da en cuatro paredes, es la experiencia de salir, buscar y encontrar// Los libros de segunda esconden la historia de su primer dueño// Yellow Hell City y el retumbar neurótico de sus lectores…

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Llevaba en mi bolsillo la oreja de Van Gogh. Un anciano me perseguía con una escopeta. En un momento era Borges y al otro Walt Whitman. Escapé entre la multitud de Bazurto, una multitud anónima con ropas hechas de carne teñida con la sangre del arcoiris. Al llegar a la carnicería vi como despedazaban una ballena gigante, era la ballena de Rómulo Bustos, la ballena que una vez levitó. Saqué la oreja del pelirrojo para escuchar la agonía del animal, pero solo alcancé a oír estas palabras: “agua en el desierto de la botella, refracción de mil anémonas divinas”. Un pescador le gritó a todos  que yo era el Anti-mesías  y tomaron sus hachas y machetes y se abalanzaron y me despedazaron y antes de perder el conocimiento sentí el filo del machete atravesando mi dentadura y mi lengua. Cuando desperté el dinosaurio todavía estaba allí y me dijo: “se han necesitado diez mil agujas, quince mil rollos de hilo mágico y cuatro mil hilanderas para reconstruir tu cuerpo. Ahora tu sangre es agua de alcantarillas, ahora tus huesos son varillas oxidadas de un edificio viejo sin terminar, ahora tu carne es un pedazo de carroña llena de cicatrices”. Supe entonces que el cuento de Augusto Monterroso, era un conjuro que nunca antes nadie había podido interpretar. El dinosaurio todavía estaba allí, y era un chamán, un sacerdote de la ficción. Me levanté y caminé tambaleando en  la cima del puente Román. Ahí encontré a dos jóvenes fumando marihuana. Vestidos con gabanes rojos y botas militares, me dije que solo los demonios podían soportar esas vestimenta  con semejante calor. Me aparté sospechando que mi alma ya tenía dueño. Olvidé mi nombre y una mariamulata  se posó en mi hombro y me dijo: “el Quiscalus mexicanus es la profecía ambulante de la ciudad. Cuando escuches su canto arrodíllate porque la soberbia es merecedora de la maldición”. Olvidé mi nombre. El pajarraco se fue y miré la Popa y descubrí que era la verga de la ciudad, un falo geológico con un glande infectado con la sífilis clerical. Olvidé mi nombre. De los techos bajaron miles de mandriles furiosos que me perseguían mientras exhibían el Manifiesto Comunista sucio de orines y excrementos. Me persiguieron por la calle Larga hasta el Camellón de los Mártires, donde prostitutas ancianas me defendieron con navajas hechas con los huesos de sus amantes. Sentí que moriría. Olvidé mi nombre. Entré en un supermercado y un vigilante cantó: “tu nombre es una serpiente venenosa del Alfabeto Dormido, baila y las ventanas vomitaran el misterio”. Salí espantado y miré el cielo de las 3 de la tarde y vi que el mundo tomaba la forma de un libro que se quemaba, un libro que brillaba en medio de la Vía Láctea como una hoguera esperando la oportunidad para extinguirse. Y grité como un demente y luego me llevaban amarrado en una camilla por las calles del centro de Yellow Hell City y todos lanzaban billetes y aplaudían. No podía recordar mi nombre y me llevaron a las librerías de segunda del Parque Centenario y me tiraron sobre un montón de libros con mal de rabia que me mordieron con sus portadas y sus páginas. Zafándome como pude, corrí hasta los pies de dos hombres que se sentaban sobre una botella gigante de ron. Supe que se llamaban Elmo y Cuca, eran los dioses oníricos de los libros baratos y pensé que nada de eso tenía sentido. Y como truenos en un día de verano, empezaron a hablar.

Elmo: Tu linaje es el de las librerías. Por tus venas corren párrafos y mantras de grandeza.

Cuca: Tu destino es matar al perro pulgoso que baila a las 6 de la tarde en la Torre del Reloj.

Elmo: Tus espermatozoides son millones de ideas para millones de libros. Eres el Santo Grial de la literatura, pero nadie en Yellow Hell City lo quiere aceptar.

Cuca: El perro pulgoso es de Brasil y ha infectado a una legión de soñadores. El perro pulgoso es hijo de la falsa esperanza.

Elmo: Todas las librerías del mundo te pertenecen. Eres dueño de todos los libros que se venden y se regalan. Alguna vez fuiste lector, escritor, comprador y librero, conoces la profecía. Eres el Anti-mesías, la reencarnación de la literatura.

Y vi que después de esta vida los hombres se transforman en libros, y se me dijo que por eso entre más hombres mueren, las editoriales (máquinas de fertilidad del Capitalismo) más paren libros. Vi que yo sería un libro maravilloso, un libro hecho con las mejores páginas de cuanto libro se ha escrito. Un libro-imposible que ni siguiera Borges, el dios-lector, era digno de leer. Un libro formado con todas y cada una de las páginas más geniales y descabelladas de la literatura. Un libro más enigmático que el Corán, la Biblia y el Zohar. Un libro que solo yo podía leer, en mis soliloquios.

Elmo: No lo olvides, las librerías de segunda mano de Yellow Hell City son tu reino, tu hogar, tu paraíso prometido.

Cuca: toma, esta es la única cerilla con la que puedes matar al perro pulgoso que baila a las 6 de la tarde en la Torre del Reloj.

Y se esfumaron. Tomé la cerilla y corrí a  la Torre, olvidándome de la Matuna y sus edificios de concreto que convidan a pelear a los resentidos y aristócratas rincones coloniales. Eran las 5:59 de la tarde. Cuando el reloj marcó las 6, apareció la maldita criatura, y entonces entendí lo que quiso decir Cuca con “perro pulgoso”. Mi destino se cumpliría aunque todo fuera un chiste del azar. El perro era nada más y nada menos que un libro de Paulo Coelho, un libro que representaba a todas las obras y autores de su calaña. El libro-perro intentó morderme obligándome a que lo leyera, pero yo cerré mis ojos, encendí la cerilla y se la lancé. Y entonces empezó a retorcerse de dolor y ladraba fragmentos de “El alquimista”, “Verónika decide morir”, “El Zahir”, “Juventud en éxtasis” y otras idioteces más. Y cuando quedaron solo las cenizas, el dinosaurio todavía estaba allí escuchando terapia criolla, y se escuchó un estruendo en Yellow Hell City.

Al día siguiente en “El sangriento”, un periódico amarillista de mierda, popular entre los nativos-vampiros del infierno amarillo, apareció en primera página una foto mía meando las cenizas del perro-libro, con el siguiente titular: “El anti-mesías. El hijo de perra más grande, lo dijo: yo soy la literatura”. Fue increíble y entonces recordé mi nombre y me fui a dormir.

Al despertar de ese maldito enredo me dije: estas jodido Señor Underground, hasta en los sueños eres un puto megalómano. Que los poemas de Artaud, los cuentos de Carver y las novelas de Murakami, se apiaden de tu alma. Amen. (Jajaja)

20 agosto 2014

 SEÑOR UNDERGROUND

Fotografías: Señor Underground

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(1981 o 1987). Agente patafísico en la ciudad imaginaria de Yellow Hell City. Fanzinero (re)negado en varios planetas del Multiverso. Fanático de los collages y los cómics de Grant Morrison y Charles Burns. Murallero crepuscular. El Amigo invisible de Rimbaud y Lautréamont.

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