Me tomé la molestia de escribir en mi libreta el nombre de cada uno sin marcar jerarquías. Cada nombre fue escrito al ritmo intermitente de la memoria que falla. Cuando los nombraba sentía el peso de sus vidas y la belleza de la influencia que ejercieron en mí. Una lista de esta clase es ridícula porque no agrega ni quita algo al mundo del arte. Lo maravilloso se encuentra en que esta noche en Yellow Hell City solo hay uno escribiendo una lista para convocar a todos los que sin querer lo convirtieron en monstruo de sí mismo. Ese uno soy yo, el cascarrabias, El Señor Underground. Es mi lista escrita bajo el efecto del calor, es la lista que nació bajo el influjo molecular y cósmico de los sueños. Seria genial que el día que me encuentren muerto (si es que me encuentran) buscaran en los bolsillos de mi gabán (fantástica y extravagante la idea de morir con un gabán en un ardiente rincón caribeño como este. La culpa la tienen Raymond Chandler y Roberto Bolaño) y vieran este manuscrito donde aparece el nombre de algunos de mis demonios favoritos. No son todos (no hay papel ni tinta suficientes) pero si algunos de los que el azar-destino me permiten recordar.
Últimamente solo me provoca patearles el culo a los poetas, a los cuentistas, a los músicos, a los pintores, a los actores, a los dramaturgos, los fotógrafos y a los intelectuales. Perseguir con un cuchillo a 5 o 10 que conozco que viven del arte, lo manosean y se creen los jueces. Envenenar el café de los que proyectan certezas culturales y solo son parásitos de los verdaderos creadores (burócratas hipócritas que se vanaglorian en las tertulias de haber robado el moco o las lágrimas del soñador: “oye tú, cerebro de pollo, que no te atreves a tomar riesgos, estoy hablando contigo aunque creas que no me refiero a ti”). Últimamente solo encuentro refugio al pensar en otras épocas. Es más fácil vivir la vida de otro que la propia. Las calles y las plazas están llenas de hipocresía y de hombres arrodillados. Últimamente tengo el poder de intuir la falsedad de los que me dan la mano y me dicen “Eres el mejor”. El problema siempre ha estado en el corazón del arte: el exceso de vanidad, la fiebre momentánea por gritar que se es alguien. No somos más que niebla y polvo. La bruma histórica flotando en el repúgnate inodoro existencial de lo cotidiano. Nunca antes como hoy sentí lo imprescindible del Fuego para purificar desde sus cimientos a esta nueva generación de artistas (Underground ¿qué es lo que te tiene tan fastidiado? ¿Por qué no lo compartes con tus lectores y te dejas de indirectas? ¿Te atreverías a usar nombres propios? “¡Cállate!”).
Todo lo que proviene de mi pluma, por muy idiota y descabellado que parezca, está marcado por la grandeza del “me importa un culo sino te gusta o no entendiste”. Me concedo una vez más la bendición de vagar inédito como un tipo del montón, dándome por ahora el lujo de rechazar propuestas vulgares de conquistar la eternidad.
Esta lista es una forma de dar las gracias a este planeta por haber parido a las bestias salvajes que con sus obras me han dado el placer de sentir que vale la pena levantarme cada mañana de la cama a escupir mi nicotina y mis pesadillas contra la realidad. Esta lista es la forma vanidosa de decirles a todos (a ti, repugnante y malnacido lector) que tengo una pandilla de amigos históricos que están ahí para mí cuando todo lo demás pierde consistencia y se transforma en lo que siempre fue: un rasgo de la inexorable soledad que se respira en las calles y avenidas del mundo.
Pd: ¿Me Creerán si les digo que esta noche acabo de atravesar media ciudad en una buseta de Crespo-Pozón con “Howl and Others poems” de Allen Ginsberg y que a la altura de Olaya había llantas ardiendo como forma de protesta por la falta de luz? ¿Será que el viejo poeta G. sonreiría por este contraste entre mi Yellow Hell City y su colosal New York? ¿No es hermoso vivir aventuras en el Infierno Amarillo acompañados de libros que jamás se imaginaron un destino tan sórdido? Podemos predecir el camino del artista, pero jamás podremos predecir el destino de una obra.
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(Nombrar con respeto y temor si no quieres convertirte en Efraín Medina)
Edgar Allan Poe
Ernesto Sábato
Roberto Bolaño
Federico García Lorca
Salvador Dalí
Jim Morrison
Tristán Tzara
Luis Carlos López
Howard Phillips Lovecraft
Alan Moore
Jorge Luis Borges
Warren Ellis
Gart Ennis
Roberto Arlt
Charles Baudelaire
Arthur Rimbaud
Eduardo Zalamea Borda
Mario Santiago Papasquiaro
Aldous Huxley
Junji Ito
Jean Michael Basquiat
Henry Miller
Vincent van Gogh
Edward Munch
Takeshi Kitano
Miles Davis
Antonin Artaud
Ray Bradbury
Winsor McCay
Reinaldo Arenas
Francois Rabelais
Lautréamont
Frank Miller
Greg Capullo
William Burroughs
Raymond Carver
Haruki Murakami
Jack Kerouac
James Ensor
Allen Ginsberg
Charles Maturin
William Hope Hodgson
Fernando Pessoa
Jean Paul Sartre
Max Ernst
Remedios Varo
Raúl Gómez Jattin
James Delano
Alfred Jarry
William Butler Yeats
Marcel Duchamp
Francis Picabia
Constantino Cavafis
Mircea Eliade
Juan Rulfo
Frank Kafka
Quentin Tarantino
Dave Mckean
Gerard de Nerval
Hugo Ball
Alejandra pizarnik
Mike Mignola
Aless Ross
Gabriel García Márquez
Joe Arroyo
Hector Lavoe
Bruce Willis
David Lynch
Christopher Nolan
Sadeq Hedayat
Samuel Beckett
Andrés Caicedo
Akira Kurosawa
Art Spiegelman
Grant Morrison
Vicente Huidobro
Truman Capote
Robert Crumb
Julio Cortázar
Charles Bukowski
William Blake
Marcel schwob
Eugene Ionesco
Mijail Bulgakov
Alfred Kubin
Cormac McCarthy
Frank O´Hara
José Revueltas
Chuck Palahniuk
Julio Ramón Ribeyro
Raúl Damonte (Copi)
Edward Albee
Aldous Huxley
Flann O`Brien
Aldo Pellegrini
Joris-Karl Huysmans
Milorad Pavić
Nicanor Parra
Vladimir Maiakovski
Arthur Adamov
Los hermanos Wachowski
Darick Robertson
Shintaro Kago
Charles Burns
Richard Corben
Enki Bilal
Moebius
Steven Dillon
Hideshi Hino
Will Eisner
Alejandra Pizarnik
Raul Gómez Jattin
Edward Norton
Jim Carrey
François Rabelais
Thomas Stearns Eliot
André Breton
Omar Rodríguez-López
Robert Bloch
Novalis
Fiódor Dostoyevski
Francis Bacon
Octavio Paz
Matthew Phipps Shiell
Robert de Niro
Leonardo Dicaprio
Stephen King
Clive Barker
Cesar Vallejo
Rodolfo Hinostroza
Fernando Pessoa
Aurelio Arturo
Carlos Castaneda
Neil Gaiman
Keanu Reeves
Woody Harrelson
Paul Auster
Remedios Varo
Leonora Carrington
Georges Perec
Hunter S. Thompson
John Milton
Guillaume Apollinaire
Homero
Raymond Chandler
Antón Chéjov
Guy de Maupassant
Horacio Quiroga
Jackson Pollock
Keith Haring
Piero Manzoni
Robert Rauschenberg
Yves Tanguy
Max Ernst
Victor Brauner
Paul Éluard
René Crevel
René Magritte
Giorgio de Chirico
Amedeo Modigliani
Umberto Boccioni
Mark Rothko
Marc Chagall
Vasili Kandinski
Edward Hopper
Kazimir Malévich
Ludwig van Beethoven
Ígor Stravinski
Frédéric Chopin
Charlie Parker
Thelonious Monk
Carl Gustav Jung
Hermann Hesse
Bertolt Brecht
Heinrich Heine
Friedrich Hölderlin
Rafael Chaparro Madiedo
Scott Fitzgerald
Jerome David Salinger
Woody Allen
Thomas Pynchon
Martin Scorsese
Clint Eastwood
Stanley Kubrick
Emil Cioran
Gustav Flaubert
Paul Valery
Manuel Puig
Lewis Carroll
Oscar Wilde
Los Hermanos Zuleta
Hesíodo
Apuleyo
H. R. Giger
Gustav Courbet
Mary Shelley
Stephane Mallerme
John Kennedy Toole
Jean Paul Sartre
Malcolm Lowry
German Espinosa
Norman Mailer
Kurt Cobain
Freddy Mercury
Chino Moreno
Sylvia Plath
Carlos Oquendo de Amat
Jack Nicholson
Ramón Valdéz
Ezra Pound
Porfirio Barba Jacob
Andy warhol
Philip K. Dick
Yasunari Kawabata
Margarite Yourcenar
Frida Kahlo
Edgard Allan Poe
Pd: toda gran lista debe iniciar y terminar con el cojonudo Edgar “El cuervo” Poe.
EL SEÑOR UNDERGROUND