Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo… y si esto le resulta imposible, lector, por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en… ¿En qué…? ¿En qué podemos pensar si queremos llorar? Piense, por ejemplo, en la incapacidad de dirigir la imaginación a cualquier cosa que no sea usted mismo… Porque, por ejemplo, si piensa en la entropía… En el hecho comprobado por experimento de que el universo se desorganiza cada vez más, en un proceso irreversible, y que en un momento no quedará nada, ni imaginación, ni gente ni literatura… Si piensa eso, lo está pensando usted, con sus herramientas, su manera única de temer, de tener esperanza… ¡Es en usted mismo en quien está pensando! ¡Imaginando al universo, se imagina usted imaginándolo! Pero, igual, no comprendemos eso…El universo queda por allá, muy lejos… Más allá de su país o su barrio en donde ocurre todo lo importante… No, no comprendemos eso… Pero piense otra cosa… por ejemplo, en la rotura más dolorosa de corazón que ha tenido, lector… Eso sí… O piense, si no ha tenido esa experiencia, en que es mucho más triste nunca haber sufrido por amor… Nunca haber amado… Eso sí, lector, por eso sí puede llorar, dirigiendo la imaginación hacia usted mismo… Imaginándose imaginándose…

            ¿Lloramos, entonces, en la imaginación…? ¿Nos imaginamos llorando, y lloramos? ¿Las lágrimas realmente húmedas son imaginadas en su humedad? ¿Imaginamos la humedad de las lágrimas? Todo esto es causa de llanto, lector, todo esto… No estamos en el mundo, sino que nos imaginamos estando en el mundo, y estamos… ¿No es eso devastador? ¿No es eso lo más triste de todo? Y, sin embargo, no da ganas de llorar… Pero si pudiéramos llorar por eso, tal vez esas serían lágrimas de verdad, y no solamente imaginadas… Tal vez… es bonito pensar eso ¿verdad? Que podemos parar de imaginar, y hacer de verdad las cosas… Es bonito… pero no sé… Porque imaginando lo no imaginado, también estamos imaginando ¿no?

            Para llorar, entonces, dirija la imaginación hacia usted mismo… Porque es lo único disponible… Para llorar, haga lo que siempre hace… imaginarse persona, imaginarse una persona con problemas… Y llore…

            Imagíneme a mí, lector, escribiendo esto… Sin llorar, pero habiendo llorado mucho… Muchas veces, por cosas muy distintas… Por dolor, por amargura, por impotencia… Y por felicidad… Por la tristeza de haber sido feliz en algunos momentos… ¡Qué tristeza…! Qué tristeza haber sido feliz… Como si no la mereciéramos… Como si fuera un atrevimiento ser felices… Por eso he llorado mucho, por atrevido… Por robarle la felicidad a lo que sea que la contenga… ¡Por ladrón! Ladrón de felicidad… Ladrón de lágrimas de felicidad… Una felicidad imaginada, como todo lo nuestro… Ladrón de cosas imaginadas… Ladrón de alucinaciones… Por eso podemos llorar.

            Y, si va a llorar, tápese los ojos… Las lágrimas se ven más cuando queremos esconderlas. La vergüenza de llorar hace al llanto más dulce… Es decir, más doloroso… Porque la dulzura del llanto es el dolor…

            Si es un niño, busque un rincón del cuarto para llorar más cómodo… En los rincones estamos más solos que en la soledad común… El rincón es como el bolsillo del cuarto, en donde uno puede meterse… Un segundo cuarto, imaginado, dentro del cuarto real, que también es imaginado… Doblemente solo, se llora mejor… Porque llorar solo es llorar para uno mismo… Sin pedirle a nadie que lo salve… Sin pedirle a nadie que llore con uno.

            Así puede llorar… Llorar mejor, con más tristeza, o con felicidad, si es ese tipo de llanto… Porque el llanto de felicidad también duele… ¡Duele de tanta felicidad! Una felicidad que es casi una tristeza… Una felicidad que nos parte algo por dentro… Así lloramos, solos, imaginados… Y, llorando así, algo cambia en nosotros… Comprendemos mejor… Porqué… Porqué estamos tristes, o felices, o solos… El llanto nos enseña siempre, aunque esa enseñanza sea darnos cuenta de que en verdad no comprendemos…

            Dirija, entonces, la imaginación hacia usted mismo… Y llore. Yo, ahora, me imagino imaginándome… Y en ese Yo imaginado hay ganas de llorar… Porque yo lo imagino así… Y ese segundo Yo, como el rincón de mí mismo, llora por todas las razones al mismo tiempo… Es un llanto al mismo tiempo alegre, triste, solitario, entrópico… Es tantos llantos juntos que ya ni siquiera es llanto… Es un llanto que se imagina llanto… Se imagina sus lágrimas, que son las ideas de las lágrimas… Se imagina sus motivos para llorar, que son las ideas abstractas de esos motivos… Así, llorando en la imaginación, entiendo algo… Que hay tantos motivos para llorar que solo es cuestión de recordar alguno… Solo es cuestión de imaginarse uno de esos motivos… En ese sentido, siempre estamos llorando allá abajo, en el rincón del recuerdo… Llorando, llorando siempre… Un llanto escondido en el espíritu… Un llanto que es la idea del llanto… Con lágrimas transparentes, muy transparentes… Y húmedas con la idea de la humedad.

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Escritor y artista. Nació en Cartagena en 1987. Ha publicado las novelas Cómo abrí el mundo (Planeta, 2021), La oquedad de los Brocca (Caín Press, 2016) y Osamentas relampagueantes (Caín Press, 2015). A través de su escritura aborda la fragilidad de los conceptos y las fantasías con los que se negocian, entre los miembros de la especie, el problema del estar-aquí. Fue pintor antes de escribir cualquier cosa, soñador lúcido antes de empirista, y cree que el agua le entra al coco desde un adentro más interior.

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