(…) antes tuvieron otro nombre, relaciones familiares, un género; 

cuando se vuelven a encontrar en estado escatológico

 lo han perdido todo, salvo la memoria. 

Enrigue

El escritor colombiano Luis Carlos Barragán ha publicado tres novelas: Vagabunda Bogotá (2013), El Gusano (2018), y Tierra Contrafuturo (2021). La suya es una de las propuestas narrativas más audaces del actual panorama literario de nuestro país. Utilizando recursos de la ciencia ficción y sin agotarse en ellos, construye ficciones donde el cuerpo no es un límite en la experiencia vital de sus personajes, y problematiza las nociones de familia, identidad y género.

En la historia relatada en El Gusano, a partir de 1997, las sociedades del mundo empiezan a colapsar porque las formas de interacción cambian radicalmente. Ya no será posible que las pieles de una persona y otra se toquen, sin que ello implique que las identidades individuales se desbalanceen, perdiendo elementos propios e incorporando otros ajenos.

…el sexo en casi todas sus manifestaciones se había convertido en un acto deformante, aberrante, destructivo y, por supuesto, el crecimiento demográfico se había estancado en la mayor parte del mundo. (Pág. 43)

Novelas de Luis Carlos Barragán: Vagabunda Bogotá (Angosta editores, 2013), El Gusano (Ediciones Vestigio, 2018), y Tierra Contrafuturo (Minotauro, 2021)

En la novela se habla de fenómenos de fusión y de síntesis como los causantes de esas extrañas alteraciones. Luis Carlos Barragán mezcla especulación científica y discusiones teológicas en una historia que tiene como uno de los protagonistas a un periodista nacido en el Cauca.

En El Gusano, hay una forma original de retratar la monstruosidad del conflicto armado colombiano, nuestras violencias intestinas. Hay una manera de escarbar en las realidades nacionales apelando a las criaturas más descabelladas. Esto podría concretarse en una frase de James Ballard: “una metáfora extrema para una situación extrema”.

Esta segunda novela de Barragán narra el advenimiento de un ser divino, un elegido encargado de poner fin a la Historia impartiendo una “justicia suprema”. En este sentido puede catalogarse como una novela apocalíptica, en tanto nos informa la desaparición del mundo conocido. Hay entonces una dialéctica de la destrucción y un interés cifrado en problemas de índole teológica, donde se propone una representación heterodoxa de Dios, y luego se conjetura sobre la naturaleza que le atribuye a ese Ser: su composición esencial y sus “motivos”. Digamos, sus razones supremas para el amor o el exterminio.



En las últimas dos décadas, otros autores colombianos han abordado en sus novelas, de formas más o menos directas, el tema de Dios y lo religioso, o el de la salvación y la culpabilidad. Tales son los casos de Hábitos nocturnos de Alfonso Carvajal, en la que un sacerdote lidia su adicción a la cocaína al interior de su fe católica; Estrella madre de Giuseppe Caputo que, a través de su narrador, nos hace experimentar lo que el autor llama orfandad religiosa. Otros ejemplos están en Plegaria por un Papa envenenado de Evelio Rosero o en Zen nō de Andrea Reyes, quien relata la llegada de un mesías artificial, uno cuya existencia es factible gracias a la tecnología. 

El Gusano está dividida en treinta y tres capítulos, la mayoría de ellos narrados en primera persona por un periodista llamado Cesar. Sin embargo, el autor rompe con esta estructura narrativa e incluye capítulos contados por un tercero indirecto. Asimismo, incluye lo que parece ser la transcripción de un artículo científico o capítulos que parecen guiones para videoclips de YouTube: 5 cosas que no sabías sobre la fusión.   

Ya desde su primera novela, Vagabunda Bogotá, este autor ensayaba mecanismos para “disolver” la identidad de sus personajes. Precisamente, hablando de este último libro, Florencia Colombetti afirma que Luis Carlos Barragán usa un principio de indiferenciación a través del cual se diluyen las clasificaciones y los límites.   La segunda novela de este escritor colombiano es un híbrido que mezcla elementos de horror corporal, en gran medida es una novela de formación, pues, vemos a Cesar siendo un niño y atravesando su adolescencia hacia la mayoría de edad: el aprendizaje de los primeros años, su posterior peregrinaje para luego fusionarse con un ente que es llamado Dios.

Inmerso en ese estado escatológico, Cesar aún conserva un cierto grado de conciencia que le permite todavía reflexionar sobre sí mismo, sobre su madre o sobre Sara, a quien conoció siendo un niño y por la cual llega a sentir una fuerte nostalgia. 

Es diciente que, en su libro de relatos, Parásitos perfectos (2021), Luis Carlos Barragán incorpora un cuento llamado Teología de los campos de fuerza. El narrador protagonistarelata sus azares como miembro de una extraña secta que, en una Bogotá pos-apocalíptica, controla la sociedad. Allí las creencias religiosas combinan un oscurantismo de ecos católicos y una fe perversa en la tecnología. Mientras piensa en las palabras de uno de sus santos el narrador dice:

No sé si es Dios a lo que se acercan, pero sea o no una mentira, entiendo cómo a través del dolor y la mortificación se puede encontrar cierto tipo de paz. (Pág. 286)     

También en El Gusano surge la vieja pregunta: ¿Es posible el contacto, es viable un diálogo con un Ente Supremo o solo somos “islas de monólogos sin eco”? Cuando hablamos de Dios en la literatura moderna, según Bustos Aguirre, estamos ante un vacío vivo, latente, como el dolor fantasma de un miembro amputado.

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Realizó estudios de derecho en la Universidad de Cartagena y la Universidad Externado de Colombia. Desde 2012 escribe en El Laberinto del Minotauro. Ha hecho colaboraciones para el diario El Espectador y para la revista Otras Inquisiciones. Es autor del poemario inédito Las cenizas de la luna.

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