Estoy sentado sobre las teclas de una gigantesca máquina de escribir en medio de una plaza fantasma de cualquier ciudad del mundo. Mientras me pregunto a qué escritor colosal pertenece esta máquina, aparece una hermosa niña negrita  negrita negrita con sus dientes blancos de leche y me pregunta:

foto 1-¿Señor Underground, para ti qué es el amor, por qué nunca hablas de él en tus escritos?

Me quedo paralizado y pienso: “¿Qué demonios es todo esto? ¿Qué hago sobre una máquina de escribir inverosímil y qué hace una niña negrita negrita negrita vestida con un traje rojo haciéndome estas preguntas?” Doy rienda suelta a mi paranoia y me digo: “Esta niña me quiere hacer quedar en ridículo ¿cómo se atreve a preguntarme semejante cosa?”. Tomo aire, me olvido que es absurdo que me encuentre montado sobre semejante abominación literaria y le respondo:

-El amor es el ácido ribonucleico con el que la otorrinolaringología camina en la cuerda floja sobre un abismo inesperado de pura adrenalina y miedo, con un helado de mandarina en una mano y con una hamburguesa de doble carne en la otra.

La miro a los ojos esperando que mi respuesta sea suficiente, pero me equivoco, esta niña es más lista que mis lectores y yo.

-Señor Underground te pregunté qué es el amor, no qué es la felicidad.

Me atrapó. Cómo decirle a esta pequeña que hablar del amor es como creerse la patraña de que 1­+1=2 (ni menciono que soy dueño de 1+1=3). Le pido disculpas y le prometo que trataré de responder su pregunta.

-El amor es salir un sábado por la noche y tomar litros y litros de cicuta y cianuro mientras se baila y se canta en la carretera y se ignora las bocinas de los carros y sus conductores molestos y de paso se hacen juramentos de rebelión junto a todos los postes de energía eléctrica.

La niña negrita negrita negrita se queda en silencio y bajando la mirada me da la espalda.

-¿Qué te pasa pequeña?

-¿Crees que soy tonta? Una vez más me evades la pregunta. No te he preguntado qué es la libertad, sino qué es el amor para ti. Ya me vas dando una idea de por qué nunca hablas de él en tus escritos.

Qué le puedo decir a la niña negrita negrita negrita con sus dientes blancos de leche. Ponerme en evidencia no es la clase de juego infantil que me gusta compartir con los niños. Pero veo su rostro y sé que si no le digo qué es el amor se pondrá a llorar.

-El amor es tener sed en medio del desierto y mirar en la televisión comerciales de agua dulce y cristalina, sentados en las dunas bajo un inclemente sol a la espera de la tormenta de arena que se acerca y que nos elevará al ojo de un huracán de ardiente y desesperada soledad. El amor es decir “ZYXWVUTSRQPOÑNMLKJIHGFEDCBA” cuando todos dicen “ABCDEFGHIJKLMNÑOPQRSTUVWXYZ”. El amor  es darse un martillazo en el dedo y no saber si reír o llorar. El amor es quizás en definitiva una calavera pintada de azul en medio de la oscuridad.

La niña negrita negrita negrita sonríe, se acerca y me abraza. Su momentánea alegría me da satisfacción, pero sé que nada es para siempre en este universo.

-¿Señor Underground, qué es lo que más amas?

Otra pregunta. Un nuevo no sé qué hecho respuesta. Me tambaleo entre la felicidad y el Delírium trémens.

-Yo, Underground, amo las motas de polvo debajo de la cama donde duermen los 7 príncipes y las 7 princesas del reino de los alfileres. Amo las gotitas de sangre dentro de los labios rojos de una mujer apasionada. Amo los billetes rebeldes perdidos en las calles, que jamás serán encontrados y por lo tanto jamás serán malgastados en la mega producción  de cualquier cosa de este mundo. Pero en especial amo las probabilidades de que mi cerebro estalle al ver en la acera a la hermosa y demencial saltimbanqui con la magnum que hará un agujero en mi corazón, del tamaño de la boca obscena de los sueños y las pesadillas.

La niña negrita negrita negrita aplaude y comienza a saltar sobre las teclas de la gigante máquina de escribir. Salta sobre la tecla L y luego sobre la E y la T y la I y la E y la N y la E y la S y la M y la I y la E y la D y la O y la A y la T y la U y la G y la R y la A y la N y la D y la E y la Z y la A. Y entonces me quedo sorprendido del mensaje que queda grabado en la gigantesca hoja de papel y me pregunto cuánto sabe esta niña negrita negrita negrita sobre mí.

-Underground ¿Cuál es la maravilla de hablar solo en todo momento?

Esta hermosa negrita negrita negrita me va a matar.

-Hablar solo es salir a pescar secretos locos del alma con un megáfono que canta silencios.

-Señor Underground ¿Qué estás dispuesto a hacer por amor?

Las preguntas de los niños son los cimientos de una hermosa revolución anarquista.

-Estoy dispuesto a beber una copa llena de vino tocando con el dedo índice la punta de mi nariz. Lavaré los platos, los vasos y las cucharas tarareando una triste canción de cuna. Pero mi gran sacrificio siempre será…

-Despierta Underground, despierta…

-¿Cómo?

-Despierta.

La última imagen que tengo de la niña negrita negrita negrita es dándome un beso en la mejilla y apagándose como si fuera un fuego fatuo.

***

Me despierto. La vida continúa. El laberinto de lo cotidiano, ese que te devora cuando no sabes interpretar sus enigmáticos símbolos. ¿Hay algo más triste que llegar a querer a alguien que solo hace parte de los sueños o de la ficción? Definitivamente si hay cosas más tristes, como por ejemplo, no saber que un personaje del sueño o de la ficción es tan real como uno de carne y hueso, y que en muchos sentidos este es poseedor de más nobleza y humildad que uno de aquellos de “la realidad”.

El laberinto de lo cotidiano: Vasos de agua, duchas, desayunos, compromisos, saludos, lágrimas, risas, almuerzos, billetes, voces, soledad, sombrillas, monedas, despedidas, besos, más vasos de agua, cena, televisión, libros, escandalo, música, melancolía: ecuación de horas que se esfuman y no fueron aprovechadas en la rebelión pizarnikiana de mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos. Inevitable soledad y angustia a mi alrededor.

Algo se quebró al despertar, algo que tenía que ver con la belleza de lo imposible, con el encanto impensable de esa monstruosa máquina, quizás arquetipo de todas las máquinas de escribir donde miles de artistas escribieron su versión del asunto. Entonces me dirán los más cuerdos o más imbéciles “Resígnate, solo era un sueño, debes vivir en la vida real, ya basta de soñar con lo imposible”. Toda la vida teniendo que escuchar la misma historia contra lo imposible, la fábula que dice que lo imposible es nocivo para lo real. Pero ¿por qué demonios no voy a soñar con lo imposible, por qué no voy a entregar mi corazón a perseguir un trozo de lo impensable como lo hacía mí querido y atormentado Calígula de Albert Camus? ¿Por qué no renunciar a todo por vivir en el sueño como el  Piskariot de Gogol? Los hombres le temen al Sueño porque olvidan que este es el que le da consistencia a la realidad, la clase de consistencia que hace que el universo no se desplome.

¿Qué hago? Ya lloré, fumé, leí cómics, miré por la ventana, escupí el espejo  y el vacío sigue ahí ¿Me Resigno? Ya no importa… ¿Cómo hago para regresar a ese sueño?

A la mierda con todo y con ustedes.

(Deberían pagarme por darles el privilegio de que su escritor los maldiga. Ñañañañaña)

***

-El amor  es hacerle cosquillas en altamar a un tiburón blanco (Carcharodon carcharias) vestido con una camisa y un pantalón hechos de carne y sangre fresca, mientras en el fondo se escucha una canción de los The Doors.

Querida Niña Negrita Negrita Negrita, te fuiste y me dejaste entre esta multitud de despiertos adictos a la puta vigilia, este texto es en memoria de nuestro encuentro onírico sobre aquella fabulosa máquina de escribir en la que espero que una de estas madrugadas nos volvamos a encontrar. Te quiero pequeña preguntona del inconsciente. J J J

15 Mayo 2015

EL SEÑOR UNDERGROUND

Ilustraciones tomadas de Jeremy Gedde

 

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(1981 o 1987). Agente patafísico en la ciudad imaginaria de Yellow Hell City. Fanzinero (re)negado en varios planetas del Multiverso. Fanático de los collages y los cómics de Grant Morrison y Charles Burns. Murallero crepuscular. El Amigo invisible de Rimbaud y Lautréamont.

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