Utilizando las herramientas que ofrecen los géneros populares, Kike Ferrari ha creado obras tan distintas como auténticas que han renovado la literatura contemporánea en español en todo el mundo hispanoparlante. Su talento escribiendo es innegable y sus libros, que no dejan indiferente a nadie, escritos en orgullosa soledad, como diría Roberto Arlt, “encierran la violencia de un cross a la mandíbula”.
Ferrari milita los géneros populares a tal punto que la novela negra, la ciencia ficción, el new weird y los demás géneros pulp, en mayor o menor medida, atraviesan su producción literaria.
Dentro de su obra, destacan el policial ambientado en la guerra civil española «Lo que no fue», primera mención del premio Casa de las Américas en 2009, la novela negra «Que de lejos parecen moscas», premio Silverio Cañada a la mejor ópera prima del género negro de la Semana Negra de Gijón en 2012, que habla del oscuro mundo y entramado delictivo que rodea la vida de un empresario bonaerense que un día cualquiera encuentra u cadáver en el baúl de su BMW, reeditada por Alfaguara en 2017, editorial que también publicó en marzo de 2022 la segunda parte de esta saga, la novela «El significado del fuego»; es notable, también, su híbrido entre cuento y novela, escrito dentro del registro del new weird, o ficción extraña, «Territorios sin cartografiar», o su más reciente incursión en el cómic, junto al dibujante Cristian Navarro, con una historia apócrifa de Batman, titulada «Uno de los murciélagos»; y, por su puesto, «Todos nosotros», novela de ciencia ficción con viajes en el tiempo.
Desde tu perspectiva, ¿la discusión sobre los géneros en la literatura sigue siendo relevante?
En primera instancia, considero que los géneros, como las demás cosas, son históricos. Entonces, tienen más sentido en un momento que en otro. Y después no hay que olvidar el apellido de las cosas, me gusta decir a mí, y los géneros se llaman géneros populares, y no se llaman de pedo géneros populares; se llaman así porque los leía mucha gente, pero también, se llaman géneros populares porque tienen las características del pueblo, son plebeyos, son mixturados, son porosos. Un género popular es medio como una ciudad, por mucho que quieras hacer el barrio chino, el barrio italiano, el barrio judío, en algún momento la ciudad se entrama, y con los géneros pasa lo mismo. Hay un primer momento que es el de construcción del género, donde todo está en discusión, luego hay un momento en que la forma se estandariza y entonces el género se pone un poco igual a sí mismo y ahí, o se ahoga, se empantana, se hace un cuello de botella y muere, o empieza a nutrirse y ser nutrido de otras literaturas genéricas. A mí me parece que lo más interesante que está pasando en los géneros, por lo menos en Latinoamérica, para empezar a hablar, tiene que ver con gente que viene mezclando, pienso en Argentina en Leo Oyola, Ricardo Romero o Dolores Reyes. Entonces, me da esa sensación, que lo más interesante que está pasando, está pasando en los cruces. Otro ejemplo es la obra de un argentino que vive en España, se llama “La claridad” y el autor es Marcelo Luján, que viene escribiendo una literatura de la crueldad que no tiene nada que envidiarle a Samanta Schweblin; me parece que lo más interesante de los géneros en general se da cuando salimos de la zona de pureza, cuando recordamos que es un género popular y por lo tanto es plebeyo.
¿Qué lugar ocupa la realidad dentro de los géneros populares?
Yo me fui desligando paulatinamente, primero como lector y después como escritor, de la lógica del realismo, no de la necesidad, a veces, de fórmulas que parezcan realistas, pero sí de la lógica del realismo de suponer que nosotros podemos reflejar algo. Incluso en mis textos más ligados al realismo siempre había un punto de fuga, un punto de quiebre, el punto se fue haciendo más grande, se transformó en una grieta, pero me parece que es muy difícil imaginar que podemos reflejar la realidad. Como la realidad y la literatura no caminan por los mismos carriles, es más dable pensar una dicotomía que plantea Andrés Rivera en una novela suya donde hay una tensión entre la realidad y la verdad, no hay que confundir una cosa con la otra, y me da la sensación que la literatura juega de lleno en el plano de la verdad, de la verdad de las cosas, que no necesariamente está ligado a la realidad. La realidad de las cosas me parece que no es el material con el que está hecha la literatura, en general, y mucho menos los géneros.
¿Por qué crees que gran parte de la crítica y el periodismo cultural aún menosprecian la literatura de géneros?
La verdad es que no lo sé. Para todas estas ideas tengo una desventaja muy grande, pero que es una desventaja a la hora de mi trabajo: y es que yo no tengo nada que ver con la academia, no tengo ahora, no tuve nunca, no los conozco, no me siento a tomar cerveza con ellos, no sé si me leen, yo no los leo, no me interesa lo que pasa ahí. No es que esté mal lo que sucede ahí, me parece que debe haber cosas súper interesantes y gente pensando cosas que capaz que años después rebotan y me terminan importando, pero la verdad es que no me interesa lo que producen y entonces no lo sé, no sé lo que piensan de los géneros, no tengo idea. Sé que los lectores no menosprecian los géneros y sé que, además, si en algún lado está la vanguardia literaria, alguien pensado estéticas y poéticas nuevas, es dentro de los géneros. Yo creo que China Miéville es una de las mejores noticias que dio la literatura en años y no es un escritor del yo, no es un escritor del lenguaje puro, es un escritor de anécdotas, es un escritor de géneros, de los géneros más bastardeados como el fantástico. Me parece que, como en todos lados, hay bemoles, pero no solamente es el más dinámico porque lo lea mucha gente, sino porque es donde la literatura está sucediendo.
¿Tienes problemas con que se te identifique como un autor de novela negra?
No tengo problemas. Primero, no me gusta escupir para arriba, y a mí el género negro me puso en el mapa, entonces no me voy a hacer el lindo ahora con eso, pero lo cierto es que no soy eso nada más. Hay autores que realmente escriben nada más que género negro toda su vida, haciéndolo muy bien, y yo los leo con placer, y hay otros que hacemos otra cosa. Yo trato de ser muy respetuoso de las historias, de verdad tengo un respeto muy grande por el trabajo que hago y por el trabajo que hacen mis colegas. Entonces, si una historia me pide las herramientas del género negro, las uso, y si una historia me pide otras herramientas, uso esas otras herramientas. Es muy raro que yo ponga el carro adelante del caballo, decimos en Argentina, es decir, que yo piense en las herramientas primero: “Quiero usar estas herramientas por lo tanto me voy a inventar una historia…”. Yo no suelo trabajar así. A mí se me ocurre un personaje o se me ocurre una anécdota o se me ocurre una historia que quiero contar o un clima, y uso las herramientas que son mejores para contar eso que quiero contar. Los géneros son una herramienta, una más de las herramientas que tenemos, así como podemos elegir contar en primera o en tercera, o el narrador diferido de Borges, o podemos elegir la lógica de la ficción paranoica de Dick porque nos sirve para que una cosa no sea dicha, o el indirecto libre para narrar una voz que se nos complica para ponerla muy cerca, dentro de esa caja de herramientas que tenemos, tenemos las que nos dan los géneros y depende de lo que vos quieras contar, usas una o la otra. Yo hago eso, por lo menos.
Desde ese lugar, ¿cómo definirías al género negro?
Creo que lo único que perdura es que es una narrativa cuyo eje central es la violencia o el crimen. Se fue moviendo. ¿Qué quiere decir?, se hizo poroso. En un primer momento lo importante era narrar el crimen, el crimen no era más un crimen gratuito, era un crimen económico, en otro momento era más importante narrar al investigador anti héroe o a los criminales y en otro momento se hizo más importante narrar las víctimas, es decir, narrar lo que pasa en los cuerpos cuando la violencia llega, en los cuerpos de las personas y en los cuerpos sociales. Me parece que lo único que unifica todo eso, es que el género negro es una hipótesis de lectura en la cual lo que está en el centro de la historia es la criminalidad y la violencia, y la criminalidad y la violencia en el capitalismo, en general, sucede por el factor económico. Eso es más o menos lo único que podría englobar el género desde sus comienzos hasta ahora.
Si bien se te vincula mucho con la novela negra, tu reciente obra va por otro lado. Territorios sin cartografiar, sin ir más lejos, es claramente una obra new weird. ¿Qué ofrece este género a las historias que pretendes narrar?
Yo creo que en “Territorios…” el new weird me aportó una nueva aproximación al realismo, en un mundo en el que no puedes confiar en lo que ves ni en lo que escuchás, en el que las tecnologías están mucho más allá de lo que nos es dable entender, en el que casi no quedan certezas, ni siquiera la propia humanidad, me parece que las herramientas de lo que llamamos nuevo extraño nos permiten contar la realidad, una vez más, enfrentar la verdad de la literatura a las mentiras de la realidad.
¿Qué es para ti el new weird y cómo se relacionada con el resto de la literatura pulp?
Creo que el new weird es la versión de literatura extraña de lo que la ciencia ficción fue al ciberpunk, o sea, el cruce, el hijo de la vieja literatura de terror, de la vieja literatura extraña, de la vieja literatura de monstruos y entidades, cruzada con el policial negro, con los otros géneros populares, como si fuera una puesta a punto del gótico con el género negro. Fantasmas más crímenes o fantasmas y crímenes.
Muchos autores latinoamericanos están trabajando en este registro de la ficción extraña. ¿Se puede hablar de movimiento? ¿A qué crees que se puede atribuir este fenómeno?
No sé, no tengo respuesta. Entiendo que hay búsquedas que son más o menos generacionales, nunca sé por qué se dan, es probable que para dar cuenta de este momento nos resulten más útiles las herramientas de lo ominoso, de aquello que no es completamente claro, la opacidad de los hechos. Sí que hay autores, por lo menos en La Argentina, que hace mucho que están jugando cerca de esta cuerda, pienso en Leonardo Oyola, Ricardo Romero, quizá Samanta Schweblin. La verdad no sé por qué sucede, y no tengo mucha idea de lo que está pasando a nivel continental.
¿Qué autores puedes mencionar como referentes del new weird que consideres imprescindibles para entender el género?
Sin ser un especialista, lo que voy a decirte es una obviedad, pero, supongo que la literatura nostálgica y profunda de John M. Harrison y el vitalismo un poco delirante de China Miéville son las dos directrices con las que es más fácil aproximarse al género, o más productivo, que fue más productivo para mi acercarse al género.
Kike Ferrari es amante del heavy metal, marxista, cinturón negro de Taekwondo, hincha de River Plate y trabajador de la línea B del metro subterráneo de Buenos Aires. Su obra ha sido galardonada con múltiples reconocimientos a lo largo del mundo, ponderada muy favorablemente por la crítica y aceptada por el público en general. Todos Nosotros (Alfaguara, 2021) es el primer libro de su obra que se publica en Colombia.