Aunque Marvel Comics reclama que el místico y desquiciado vigilante Moon Knight es su particular “versión” del Batman de DC, la encarnación audiovisual que el actor irlandés Charlie Cox ha asumido de Daredevil, tanto en la serie homónima de Netflix (2015-2018) como en la “recuela” asumida por Marvel y Disney (2025), titulada Daredevil: Born Again, ha terminado revindicando definitivamente el manto del caballero oscuro para “el hombre sin miedo”.
No se debe menospreciar, no obstante, la irregular pero curiosa versión seriada (2022) de Moon Knight protagonizada por Oscar Isaacs, que introdujo al conflictuado personaje en el mucho más perturbado —ya cerca del desquicie y del mismo irreversible trastorno de identidad disociativo— Universo Cinematográfico Marvel (UCM).
Pero el Matt Murdock definitivo, diseñado originalmente por Drew Goddard y sólidamente interpretado por Cox, ingresó al tejido del UCM casi con la misma brutalidad y desesperación con que el diablo de Hell’s Kitchen combate simultáneamente contra fuerzas perversas que lo superan y contra demonios íntimos no menos malvados. Kevin Feige y sus asociados decidieron rescatar la exitosa propuesta de Netflix para inocular una decisiva dosis de adrenalina en el moribundo corazón de su universo cinematográfico, y resucitarlo. Que lo hayan logrado aún está por ver, quizás solo de trate de un glorioso zombi.
En tanto se cuece el pantagruélico díptico Avengers: Doomsday (2026) y Avengers: Secret Wars (2027) de la mano de Anthony y Joe Russo, Daredevil: Born Again viene a propiciar una cura más urgente, una muestra de la voluntad de recuperar el rumbo extraviado tras Avengers: Endgame (2018). Y casi una disculpa por tanto bodrio, callejones sin salida, personajes desperdiciados y banalizados, e historias baladíes que dieron al traste con nada menos que casi dos fases completas del UCM.
Todo este desastre, no obstante, ha sido muy consecuente con las insoportables auto revisitaciones que Disney sigue largando inmisericordemente sobre el mundo, en la forma de versiones de acción real de sus pretéritos éxitos animados de largo metraje. Pero este otro oneroso naufragio no merece aquí más mención.
Daredevil: Born Again trae al MCU a un héroe atormentado como ningún otro por el dilema irresoluto entre la conciencia casi plena de no poder realmente contener el abrumador desbordamiento de fuerzas malignas sobre la existencia, y la insoportable pulsión de intentarlo que guía sus acciones y pensamientos. Es la persistencia inútil, el sacrificio trágico, la vocación abisal, la consecuencia suicida.
Cuando lo hace, el “hombre sin miedo” de Cox (ahora regentado por los showrunners Dario Scarpadane, Matt Corman y Chris Ord) inspira a resistir pero no a triunfar, motiva a ser justo pero no a cambiar las cosas. Es de un individualismo calamitoso, un mesías lúgubre que percibe la soledad como algo casi material, cual dimensión personal que lo aísla del mismo mundo al que busca proteger a costa de sus propias vida y cordura. Como Batman. Solo que el origen humilde del abogado de Hell’s Kitchen atenúa los móviles de venganza que la muerte violenta de su padre durante la infancia pudiera guiar plenamente sus actos, como el caso de los ascendientes asesinados de Bruce Wayne.
Por momentos, pudiera pensarse que el Cape Cruzader lanza una gran venganza contra Ciudad Gótica por el insuperado deceso de Thomas y Martha Wayne a manos de un sujeto como Joe Chill, emanado por las más recónditas entrañas de una urbe a la que no acaba de comprender. Por otro lado, “el hombre sin miedo”, originario de Nueva York —principal modelo de Gótica—, proviene de los mismos estratos que Chill. Es un ser ctónico que busca trascenderse mientras se desliza con fluidez por las peores angosturas de su ciudad. No se venga de NY, sino que se funde con su múltiple cuerpo de hormigón, acero y lágrimas, y la redime con su sacrificio mesiánico.
La ceguera de Murdock va más allá de la consabida alegoría de la justicia invidente e igualitaria para todos, sin reparar en privilegios, clases o distinciones. La anulación de la visión física le permite percibir el mundo en una dimensión caótica, cavernosa, opresiva, terrorífica, que tiende a emboscarse detrás de los amaneceres esplendentes, las caras amables o los gatos juguetones.
Con sus otros sentidos aguzados hasta lo súper poderoso, Matt parece sentir el dolor del mundo de una manera única, y decide, una vez más mesiánicamente, cargar con la mayor cantidad de sufrimiento, odio e iniquidad que puedan soportar su cuerpo y su voluntad. Aguarda la muerte más terrible como la posibilidad perenne. Reprime la sed de matar que le calcina la garganta, que lo tienta desde cada hueso fracturado y cada rostro tumefacto enemigo que cae bajo sus golpes.
Como Batman, Daredevil también se ha impuesto no asesinar. Se empeña en salvaguardar la vida como lo más sagrado de la existencia, aunque muchos no la merezcan en lo absoluto. Poseen ambos una reverencia fanática por lo vivo, por la condición de vida, allende los sujetos particulares, con sus defectos y pecados. Cada cuerpo es un templo de las fuerzas de la existencia, y ostentan una sacralidad que no comprenden. Eso basta para salvaguardarlos.
Luego de las tres casi insuperables temporadas en Netflix, Daredevil retorna y renace, da pruebas de la valía y vigencia de los enfoques originales de Drew Goddard. Reta a los creadores de …Born Again a emular la virtud luciferina del angustiado Murdock y su poderosa contraparte, el Kingpin (Wilson Fisk) que encarna Vincent D’Onofrio con igual contundencia.
Tras la consabida refilmación que sobrevino tras el débil reboot que iba a dar al traste con todo el universo previo, la que se airea ahora es una cuarta temporada muy sincronizada con la saga precedente, una recuela orgánica que apenas se contradice con las lógicas y los acontecimientos del Universo Marvel de Netflix. Aunque los destinos de Bullseye (Wilson Bethel) hayan cambiado bastante drásticamente, luego que al finalizar la tercera entrega en 2018 se revelara que fue sometido a un enhancement tecnológico a manos de misteriosos seres nunca develados, que le insertaron unas pupilas artificiales con forma de bullseye.
Born Again se permitió desfases de continuidad como este para insertar la serie en un MCU muy divergente en tono e intenciones, y a la vez respetar su autonomía expresiva y discursiva. Aunque poco o nada se requiera de esta dependencia para entender las peripecias de Murdock y Fisk, sus respectivos via crucis hacia la sublimación de sus esencias, hacia unas purezas infectas, hacia unas consagraciones últimas.
El engarce dista de ser pleno, pues una vez que se percibe la autónoma serie como segmento de un universo mayor en que Nueva York es epicentro, mil cuestionamientos afloran: ¿dónde está Spiderman? ¿Dónde están Stephen Strange y Wong, el Hechicero Supremo, cuando la ciudad es sumida en el caos por su flamante nuevo alcalde Wilson Fisk en el último y apoteósico capítulo de …Born Again? ¿Y el Capitán América? ¿Desde qué ángulo se divisa la antigua Torre Stark, ahora sede de los Thunderbolts? ¿Y la nueva Hawkeye, Kate Bishop, que hasta venció al Kingpin? ¿Y Echo, la discípula traicionera de Fisk?
Tales escandalosos fallos, fruto de la extrema dependencia en que el MCU se ancló en algún momento para garantizar las audiencias a todas sus entregas, más eficientes unas, más débiles otras —fórmula que falló tras Endgame—, son compensados con una propuesta que siempre se sostuvo en sus propios pilares. Nunca requirió de muletas, ni de sumarse a ningún festival masivo de héroes, antihéroes y villanos. Con excepción del rotundo Punisher que interpreta John Bernthal, otro regalo de la era Netflix.
A medio camino entre la incorporación renuente al MCU que lo llama en su auxilio, y la plenitud autónoma que demanda para brillar con luz propia, Matt Murdock aviva las llamas infernales de la cocina del Diablo y calienta la sangre casi congelada del universo Marvel. Mejor fuera que lo extrajeran de la Tierra-616 y lo premiaran con una dimensión particular en que exista sin otros personajes que perturben la pureza turbia de sus caminos.
Daredevil es un héroe solitario, que alcanza su verdadera medida en el reino de la soledad, que se consagra cuando es sitiado por las circunstancias más pavorosas, que fructifica en las tinieblas más densas. Un hijo luminoso de la oscuridad. No consideremos su lamentable incursión en She-Hulk: Attorney in Law (2022). Mejor dejarlo a un lado como un mero y olvidable apócrifo. Mejor dejar de lado toda She-Hulk…