Estoy obsesionado con mi ciudad.
No la ciudad de la superficie,
si no la subterránea,
esa que aparece y desaparece
en mis sueños…
Sentados en un muro de la calle Tripita y Medía dos borrachos beben de una botella de caña, mientras cae la tarde y en la radio suena una canción triste de Héctor Lavoe. Uno de ellos es un viejo negro que se vanagloria de haber sigo el guía turístico predilecto de los narcotraficantes a finales de los 80 y principio de los 90. Es inteligente y aspira a que la muerte lo encuentre borracho. El otro es un tipo cuarentón, fuerte y feo como un gorila. Es un vendedor de baratijas y promesas de paraísos caribeños a todo aquel que tenga unos dólares para gastar. Su mirada de soñador lo delata: el clásico individuo con mucho en la cabeza y pocos amigos a los que contarlo. Los otros borrachos de la zona lo evitan por problemático y por hablar de asuntos que nadie entiende. Ni la policía lo quiere en su calabozo, cuando vienen barriendo la zona, es al único al que le dan un puntapié y no montan en la patrulla. Eso, que algunos podrían considerar una ventaja, es un defecto en la calle, porque demuestra que eres peor que un leproso. El viejo en su inteligencia sabe que esto puede destruir a un hombre sin esperanzas, por eso le da unas palmaditas en el hombro y siempre escucha lo que este tenga que decir. Esta tarde no es la excepción.
-¡Esta malparida ciudad se mete con sus zapatos sucios de mierda hasta en mis sueños!
-Eso es por estar jodiendo a los turistas, metiéndoles gato por liebre.
-¿Qué sabes tú viejo marica?
-Sé que eres un borracho que se queja de que los tiempos de ahora no sean tan condescendientes con los bandidos gozones como nosotros…
-Viejo marica, deja tus palabras bonitas para los cachacos jediondos y los gringos cagá. En serio esta ciudad quiere volverme loco.
-La locura es para los ricos que tienen plata para pagarle a un cacorro con bata que les diagnostique. Tú lo que tienes es el Delírium Trémens…
-¿Eso qué mondá es? No me jodas con palabras raras, no me busques…
-Solo digo que estás haciendo mucha bulla por un mal sueño, hay cosas peores en esta ciudad…
-¡Claro que hay cosas peores!
-…
-¿Qué mondá te crees huevo muerto, por qué me miras así?
-No voy a pelear contigo. La última vez te arrastré el culo por toda la cuadra…
-…
-…
-¡Viejo marica! Jajajajajaja
-Jajajajajaa… el culo te hace achibe… jajaja achibe…
-Deja de hablar cagadas y escúchame…
-Primero pasa esa botella, que es la única que hace soportable este cagadero…
-¡Viejo marica, palenquero mandarinoski!
-¡Palenquera tu abuela! Yo tengo sangre del Chocó.
-Se te va a salir el hígado por el chicorio de tanto beber… Jajajajaja
-Ya tú cagaste el tuyo… Jajajajajaja
***
Dos espectros disfrazados de jóvenes dibujan grafitis en una de las paredes exteriores del Colegio Departamental. Las jovencitas en uniforme los miran con curiosidad, ellos las ignoran: dialogan maravillados de ser más y menos que un habitante de la ciudad. Algunos días, como el de hoy, olvidan lo que son y hablan como si fueran hombres de carne y hueso, con los pesares y las impaciencias típicas en semáforos, filas de bancos y salas de urgencia.
–Espectro 1: Solo unos pocos saben que esta ciudad todos los días a las 3 en punto de la tarde, empieza a oler a mortecina.
–Espectro 2: Mi abuela decía que olía a perro muerto. Nadie le creía.
– Espectro 1: Solo unos pocos tienen ese repugnante privilegio.
– Espectro 2: ¿A qué crees que se deba?
– Espectro 1: Siempre he pensado que el acontecimiento que inaugurará el principio del final, será en esta tierra.
– Espectro 2: ¿Qué de especial puede tener esta ciudad de ignorantes lujuriosos?
– Espectro 1: ¿No te parece suficiente ese olor de las 3 de la tarde?
– Espectro 2: Hay quienes dicen que Barran-coya huele a jopo a las 11 de la mañana y Santa Maca a sobaco de loco a las 2 de la tarde.
– Espectro 1: No compares nuestra ciudad con esos agujeros. El olor a mierda de esas ciudades lo puede oler cualquiera. La cagada de un perro en esta ciudad es más trascendente que cualquier acontecimiento que pase en Barran-coya, Santa Maca y Vallechupar.
– Espectro 2: Le das mucha importancia a esta ciudad de playas de alcantarilla.
– Espectro 1: Estoy obsesionado con mi ciudad. No la ciudad de la superficie, si no la subterránea, esa que aparece y desaparece en mis sueños y en mis paseos.
– Espectro 2: …
– Espectro 1: En esta ciudad hay varias puertas de entrada al infierno, eso la hace única…
– Espectro 2: Amigo, te pasas de supersticioso… No quiero ser grosero pero…
– Espectro 1: Esta es una ciudad de pactos oscuros. En el pasado se hicieron transacciones y juramentos… de la combinación de dioses negros, indígenas y blancos, solo podía salir una abominación.
– Espectro 2: ¿Se te jodió el coco? Te estás tomando muy en serio lo de ser de carne y…
– Espectro 1: He visto gusanos del tamaño de un bate comiendo trozos de carne de la ciudad.
– Espectro 2: …
– Espectro 1: Hay cosas inimaginables recorriendo los suburbios al atardecer… En las calles del Centro un carnaval de obscenidades se desplaza junto a los ciegos transeúntes. Esta ciudad es una verdadera frontera del infierno.
– Espectro 2: Mira, ahí viene el chino de los tintos…
– Espectro 1: Los malditos negros, los malditos tuchín con cara de indios y los malditos turistas blancos…
– Espectro 2: Eres un espectro racista paranoico… ¡chino, dame dos café de 300!
***
Despierto asqueado. Temeroso. Despierto con pedazos de ciudad incrustados en los pensamientos. Todas las noches la urbe me arrastra de un lado al otro mostrándome sus cementerios de barrios, calles, monumentos, parques y edificios. Todo es irreal y una llamada de auxilio no me salvará. Niños fantasmales juegan en la calle con una bola de trapo bajo un cielo naranja oscuro. Están alegres y despreocupados del destino de los caseríos porque saben que es inevitable que mañana grandes hoteles y centros comerciales se levanten como altares al buen gusto del progreso.
Mis sienes retumban. Mis huesos tiemblan en esquinas extrañas. Debajo del debajo de este cementerio de invasiones y casas de tablas iluminadas por las estrellas, solo hay el asco y la ingratitud. Si fuera el fantasma de un barrio exterminado en el pasado por la codicia y el racismo, iría de calle en calle espantándolos a todos, dejando un rastro de olores y canciones de tiempos con otra clase de violencia. Si fuera un fantasma saldría a buscar cada una de las piedras que no fueron arrojadas y con ellas volvería a construir lo destruido.
A veces solo quisiera recorrer estas calles como si fuera la primera vez, pero cada paseo es la repetición de mi fracaso como transeúnte. En el próximo parpadeo todo habrá acabado. Con las nuevas necesidades del siglo, secaran el mar, abrirán un parque de diversiones en la muralla y si necesitan una avenida colosal y absurda, no dudaran en crear nuevos cementerios urbanos, destruyendo el hermoso caos de los suburbios. Cada generación es creadora de sus venenos culturales y arquitectónicos.
***
-¿Pero lo vas a contar o no? Nojoda tanto lloriqueo y ahora te arrugas… habla compa, no te me vengas a chupar ahora que solo quedan tres dedos de la botella.
-Viejo maricón, no me entiendes…
-Ombe habla, no te hagas de rogar.
-Pilas con ir a boconear con los otros borrachos caras de mondá…
-Erda, pero habla.
-La vaina que soñé fue así: yo estaba arrinconado meando en el palo de caucho que está por el estanco. Cuando de pronto aparece un negro mameyuo encuero y con cipote de mondá… ¿De qué picha te ríes, maricón? ¡No te voy a contar na!
-Cálmate, cálmate… sigue, que no me voy a reír más.
-…
-No seas marica continúa.
-El negro me pone la mano en el hombro y me dice “Yo soy Chambacú”. Ahí mismo me escamé y traté de meterle una trompá pero nada… el hijueputa era fuerte y ni se movió. El man me daba miedo porque parecía embrujao o como si le hubieran hechao burundanga. En eso aparece otro negro mameyuo encuero y con su garrote parao y dice “Yo soy Boquetillo”. Mierda mi vale, ni me acuerdo qué pensé pero estaba bien cagao de miedo… ¡Sirvelo!
-Bebe, bebe rápido que el cuento está bueno.
-Bueno y en eso aparecen dos manes blancos encueros y más tabluos que los negros, pero sin picha… no tenían picha ni chucha. Uno dijo “Yo soy Bocagrande” y el otro “Yo soy Manga”.
-¡Nojoda!
-Pilas, cuidao voy a escuchar que te pones hablar mondá de mí.
-Ombe, tu pareces pelao, yo ya estoy viejo Pa’ esas cacorradas.
-Bueno, ahí están reunidos mirándose las caras y yo sin saber Pa’ dónde coger. En esas aparece una morena encuera y despelucá con la chucha bien pelua, gritando “Yo soy Olaya”. Los negros le sonrieron y la morena los abrazó.
-¿Ajá y qué se decían?
-Na, cada uno lo que repetía era su nombre, como unos locos.
-Ya.
-Erda y cuando Chambacú y Boquetillo iban a ensartá a la morena Pa’ darle una mondaquera Pa’ ella sola, vinieron los blancos sin picha y empezaron a apuñalar a los negros por la espalda… erda y eso sí que era sangre que corría. Sentí fue pesar de esos pobres que no pudieron ni defenderse.
-¿Ajá y tú qué hacías?
-Na, solo veía la vaina como un maco sin poder moverme.
-Estás fregao, tan guapo que quieres ser conmigo…
-¿Ajá y qué mondá podía hacer?
-Lo que sea, pero uno no se queda ahí ahuevao mirando…
-¿Este caremondá qué? ¡Era un hijueputa sueño, viejo marica!
-Bueno, bueno lo que tú digas… sigue contando.
-¡Hazte el marica!
-…
-Bueno… y la morena ni se inmutaba. Bocagrande y Manga dando cuchillo a los negros y ella con la chucha peluda mirando la sangre. En eso aparece un enano manejando encuero una bicicleta y diciendo “Yo soy Turbaco”. Se detiene un ratico y se va pedaleando. Erda compa y sin echarte mentira empieza a llegar un poco de gente encuera y empiezan a decir sus nombres “Yo soy Pozón”, “Yo soy Esperanza”, “Yo soy Bosque”, “Yo soy Líbano”, “Yo soy Getsemaní”, “Yo soy Henequén” y le frenteaban el corte a Bocagrande y Manga, y pisaban los cuerpos de Chambacú y Boquetillo como si no valieran una mondá. Pero los blancos sin verga se alejaron triunfantes como los reyes del mundo.
-¡Nojoda, hasta en los sueños!
-Espera que ya casi termino. El gentío siguió pisando los cuerpos de los negros por un rato y luego se fue. Olaya, la de la chucha pelua, cogió una piedra filosa, cortó las pichas de Chambacú y Boquetillo, y se llevó una en cada mano…
-Arrecha la malparida esa…
-Luego no es muy claro lo que pasó… solo recuerdo que todo estaba oscuro y caminaba sobre la Ciénaga de la Virgen. El agua era negra y dentro de ella había unas cosas feas como animales que me querían morder…
-Unos aparatos… jajaja
-Eso, eso… unos aparatos que si llegaba a hundirme me tragarían. Era raro caminar sobre el agua porque sentía que había algo maluco, algo como brujería…
-Erda compa, que sueño maquiavélico…
-Viejo marica, ahora sí entiendes lo que te digo de que esta ciudad mete sus zapatos sucios de mierda hasta en mis sueños.
-compa… deje el bazuco…
-¿De qué mondá hablas?
-Compa, no es por malo, pero deje el bazuco, eso es lo que lo tiene viendo vainas raras… jajajajjajajajja
-Viejo marica, sírvelo… jajajajajajaja
EL SEÑOR UNDERGROUND