En 1921 el Concejo de Cartagena expidió el Acuerdo No. 12 que prohibió el baile conocido como cumbia o mapalé en la ciudad y sus corregimientos. En 1942 el director de la Biblioteca Fernández de Madrid dijo que su labor era la de sacar al pueblo cartagenero “del infierno en el que vive” durante la inauguración de la discoteca clásica de esa institución, pues era su música la “verdadera”, no la escuchada en las calles que, en pocas palabras, era obra de Buziraco. En el 2014 un estudiante cartagenero decidió retirarse de sus estudios en un conservatorio francés, porque le prohibieron que su trabajo de grado se tratara sobre la nueva música colombiana.
¿Cuánta agua ha corrido para que pasáramos de prohibir la cultura de aquí a que uno de los nuestros luchara por ella en Europa? Mucha, porque luego de reconocernos como hijos culturales del viejo continente hemos recordado nuestra bastardía. Un papá blanco, pero una madre indígena sometida por la mita o negra por la esclavitud.
El nombre del estudiante del cuento es Santiago Pinaud Moreno, él prefirió explorar la cultura de nuestro país que contar con la validación de la academia europea. Por eso, se devolvió luego de casi 10 años de vivir en el viejo continente a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música para cumplir su sueño: Pinó Moré.
Yo creo que era apenas lógico que tratáramos de borrar de nuestra memoria que en nuestras venas también corría la sangre de los sometidos. Los que tuvieron que mezclarse con los conquistadores como acto de supervivencia y bajar la cabeza hasta que fenotípicamente se parecieron a sus verdugos. La manifestación de ese olvido a nuestros ancestros fue la reacción, se descalificó lo indio y lo negro para probar lealtad con papi, al precio de olvidar a mami.
Porque la vida es así, Santiago tiene ascendencia francesa por el lao de su abuelo paterno, pero llegado el momento escogió lo de aquí, no como un acto político, sino como una decisión estética. Para él, el arte colombiano era más makia que los vaciles que le tocó estudiar en el Conservatorio de Estrasburgo, que valoraba a la música como una experiencia individual del autor. Sonidos de cosas cayéndose, programas de computador que generan ruidos en razón a interacciones con el público y una larga lista de etcéteras coletos.
Pero es que Santi vivió la escena roquera cartagenera de los 2000, estuvo un año en Cuba aprendiendo de maestros músicos y tocó salsa en Luxemburgo con amigos de toda Latinoamérica dirigidos por un local que se sentía más caribe que él.
Su relación con la música no era mental ni solitaria, era comunitaria como en nuestra cultura. Él había podido sentir la conexión que existe entre el que ejecuta y quien escucha. Cuando pruebas ese vicio es muy difícil de soltar; era cuestión de tiempo para que retornara a sí mismo. La influencia de una maestra de piano japonesa, que le recordó de dónde venía y por qué quería componer, bastó para que su proyecto de grado se alejara de la corriente a la que pertenecía su escuela y quisiera hacer música “verdadera”.
Su proyecto de tesis fallido en Estrasburgo se convirtió en Pinó Moré, una banda de música colombiana ejecutada por vientos metálicos, bajo, batería y piano.
La primera vez que los escuché fue en 2016 en el Planetario Distrital de Bogotá, con un formato integrado por Santiago en el Piano, “Toño” en la batería, “el Pachera” en el bajo, “Vlacho” en la Guitarra, “Tumaco” en la trompeta y no me acuerdo quien en el saxofón. La plena es que no pude entender muy bien de qué se trataba la vaina. Una mezcla de música colombiana, jazz y sicodelia resultaba difícil de comprender para una persona acostumbrada a tomar con la música de Poncho Zuleta y a viajar por tierra escuchando a Andrés Landero.
Pasaron años hasta que los volví a pillar en vivo. Fue en el lanzamiento de su álbum debut en la Libélula Dorada en 2019. Allí cambiaron por completo los pitos, llegó un nuevo guitarrista y una cantante. Yo también había cambiado mucho como persona. Esa vez pude escuchar el segundo álbum de la banda – aún inédito-, que suena más calle. Para mí es un nieto del porro y la cumbia de salón de mediados del siglo XX por el lado de la mamá – que es champetúa-, mientras que por el lado del papá el jazz y la música de orquesta son los ancestros perceptibles. Sin embargo, solo hasta el toque en Casa Kilele supe de qué se trataba todo.
En primer lugar, porque por mucho tiempo solo escuché un tipo de música: la popular. Por ello, los códigos a los que estaba acostumbrado eran repetitivos y si las canciones no se circunscribían a eso que “me gustaba” las juzgaba peyes, de ser música rara que no era para mí. Eso cambió cuando arrancó el confinamiento, le encontré otra vez el gusto al arte que entra por los oídos y llegué a la conclusión de que es la expresión lo que lo define, no unas formas preconcebidas para satisfacer los deseos de unos consumidores.
En segundo lugar, porque siento que ellos como banda ya pudieron encontrarse. En los primeros ensambles existía un ruido – no sé qué otro nombre ponerle- provocado por la discordancia entre lo que sonaba y la intención total de la obra, de alguna manera sentía que no había un lenguaje único, sino que varias voluntades jalaban hacia direcciones diferentes.
Además, la dificultad material de acoplar a varios intérpretes requiere de un proceso de maduración del director, que debe aprender a gestionar el carácter de los individuos para cumplir con el fin del grupo, así como para los mismos integrantes que deben saber cuál es el papel que les corresponde dentro de todo el montaje y la intención propia de su interpretación en relación con las obras de la banda.
En este momento percibo que Santiago ya aprendió los bemoles del liderazgo, que los músicos que integran Pinó Moré entendieron el concepto artístico que él les propuso cuando los invitó a la banda y lo ejecutan bien makia.
Los nuevos vientos se sienten un todo integrado, Yakov con su virtuosismo en el clarinete, “Pacho” con su sentimiento en la trompeta, “Carito” con su disciplina en el saxofón y Andrés con su actitud en el bombardino logran que la nueva música colombiana suene a una gran orquesta. Por su parte, la batería de “Toño” con sus cambios dramáticos y la anexión del tambor alegre recuerdan que la percusión colombiana tiene antepasados africanos, pero logró su emancipación sincretizando esa cultura con la europea y la amerindia. “El Pachera” que toca el bajo de él, porque estuvo en Pinó desde siempre, muestra que la individualidad y las ganas de expresarse son los elementos necesarios para ser un artista iwepeta. El Capullo en la guitarra prueba que todo camino se puede recorrer y que de ser el invitado a un Jam se puede pasar a ser arreglista e intérprete de la banda con la que soñabas pertenecer. Leidy le metió el canto a la vaina para que el mundo supiera que la nueva música colombiana tiene voz y es interpretada con maestría. Por último, el piano de Santi dirige la banda, porque comunica la intención narrativa de cada tema cuando ejecuta: los acordes son la conjunción de todo lo que pasa en el escenario y las melodías de sus solos la historia que fuimos a escuchar.
Pinó Moré es música colombiana en lenguaje de Jazz. Es porro y cumbia; es la vida de este país tratando de comunicarse con sus integrantes que todavía ven hacia el norte con ojos aspiracionales.
Llegó el momento de levantar la cabeza, de recordar que la individualidad nos la otorga nuestra sangre triétnica, que ese futuro que soñamos construir llegará cuando nos reconozcamos como individuos de valía y el camino comienza amando nuestra cultura.
El próximo miércoles 16 de marzo Pinó Moré toca en la Galería Café Libro (Cra. 11A #93-42) a las 8 de la noche, quise escribir sobre ellos para que a ustedes les den ganas de ir, lleguen y nos pillamos allá. Ojalá vayan para que puedan decir que los conocieron antes de ser famosos.
Glosario.
Champetúa: 1. (adj.) Cualidad de pertenecer a los barrios populares de Cartagena.2. (adj.) Calidad de pertenecer al movimiento de la música champeta.
Coleto: 1. (sust.) Persona perteneciente al mundo del hampa. 2. (adj.) Cualidad de una cosa de ser estrafalaria.
Iwepeta: 1. (adj.) circunstancia que tiene implicaciones nefastas para quien la padece, proviene de la palabra hijo de puta. 2. (adj.) cualidad de haber llegado al grado sumo en una técnica.
Makia: 1. (adj.) cualidad de ser muy perito en una actividad concreta, derivada del adjetivo maquiavélico. 2. (adj.) Peligroso o de origen delincuelncial.
Meterle un algo a la vaina: Expresión coloquial que comunica la acción de introducir un cualidad particular a una cosa determinada por el contexto de la oración.
Peye: (adj.) Despreciable o de poco valor simbólico.
Plena: (sust.) Sustantivo impropio que hace referencia a la verdad sobre el asunto en ciernes.
Por el lao de: 1. Expresión relacionada con la genealogía del sujeto del que se habla, usualmente para referirse a la línea de la que emana un parentesco en particular de un sujeto. 2. Expresión coloquial para informar un punto de referencia para llegar a un lugar.
Vacile: (sust.) Una actividad realizada por una persona o grupo de ellas, con unas características específicas que la dotan de una particularidad que la identifica a ella o a las personas que la practican.
Vaina: (sust) Sustantivo impropio que hace referencia a una cosa indeterminada pero determinable por el contexto.