El terror como un instrumento del entretenimiento posee la singular capacidad de transmutar los tintes que le caracterizan a través de un gran número de formas que, a su vez, comparten un origen común en la expresión artística y cultural. Desde los oscuros rincones de la mente de enigmáticos directores y guionistas de cine hasta las profundas e inquietantes escenas narradas a través de la tinta y el papel, el terror emerge como un tipo de diversión sin igual, deseada en apariencia por millones, pero verdaderamente disfrutada contados fanáticos.
A lo largo y ancho de las dimensiones del género, son varios los seres y cosas que han llegado a ser considerados como instrumentos del miedo. Fantasmas, duendes, hombres lobo, criaturas de la noche, demonios, seres de otro planeta, psicópatas, maldiciones, objetos, lugares y demás cosas han sido protagonistas al momento de contar una historia de horror. Una puesta en la que los personajes se ven de cara a lo desconocido al enfrentarse a una fuerza que, en la mayoría de los casos, tiene un origen sobrenatural.
En esta ocasión, las criaturas que se levantan del abismo como un tema principal de conversación en el furor del mundo del entretenimiento no son otras que los vampiros. Los inmortales amos de la noche, dotados de fuerza sobrehumana, sentidos aumentados, regeneración, una irresistible necesidad de beber sangre y más características por las que son considerados parte de los depredadores más famosos de la ficción.
De entre todos sus exponentes en el cine y la literatura, aquel que es recordado por el mundo como el vampiro original es sin duda el conde Drácula, el cual ha tenido incontables apariciones, versiones y encarnaciones desde su concepción por obra de la pluma del novelista y escritor irlandés Bram Stoker, además de su más fiel adaptación en la pantalla grande dirigida por el famoso Francis Ford Coppola.
Pero, así como grande ha sido la fama tras el nombre del temido príncipe de Valaquia, la presencia de una figura oscura y retorcida, como un reflejo maltrecho de la historia creada por Stoker, logró alcanzar un éxito comparable gracias al auténtico terror que infundía en los espectadores.
Un ser que fue presentado ante el mundo como el terror de los Montes Cárpatos, un pájaro de la muerte que vagó entra la realidad y la ficción provocando horrores en sus víctimas. El espectro al que finalmente se le reconoció por el nombre de Conde Orlok, quien es mayormente recordado en los albores de la cultura popular como Nosferatu.
El monstruo del pasado es el terror del presente
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Un clásico de culto para el mundo del terror que vuelve a las pantallas grandes del mundo un siglo después con una nueva y espeluznante forma. Nosferatu fue el nombre por el que se le conoció a la cinta del director Friedrich Wilhelm Murnau, estrenada en el año 1922 en Alemania.
Un filme inmortalizado no solo por presentar ante el mundo uno de los conceptos más novedosos y aterradores del vampiro en el cine, sino también porque acarreó una gran controversia debido a las notorias similitudes que lo relacionaban con la obra original de Bram Stoker publicada en 1897, más de veinte años antes de que Nosferatu viera la luz en los cines.
La historia sigue la desventura de Thomas Hutter, un corredor de bienes raíces que adquiere la responsabilidad de hacer negocios con un misterioso personaje conocido como el Conde Orlok, quien es en realidad un vampiro que ha vivido por miles de años atemorizando a los habitantes de Transilvania y sus alrededores. Al conocer a Hutter, el conde Orlok desarrolla una atracción por su esposa Ellen, razón por la cual el monstruo emprende un viaje hacia Wisborg, ciudad donde vivía la pareja, esparciendo el horror, la muerte y la enfermedad a su paso a través de su siniestra presencia e innumerables hordas de ratas infectadas con la peste.
Hacia el clímax de la cinta, el personaje de Ellen descubre la única forma de derrotar a la criatura, siendo esta su sacrificio propio para hacer que el monstruo se olvide del tercer canto del gallo al amanecer, provocando su muerte ante la luz del sol, completando así un final poético en el que tanto el villano como la heroína pierden la vida.
La obra de Murnau es recordada por ser uno de los primeros largometrajes en contar con la figura de un vampiro como antagonista. El Conde Orlok, una criatura de la noche cuyo aspecto animalesco lucía detalles propios de roedores, como el característico par de colmillos juntos y torcidos, dedos alargados terminados en uñas como garras, orejas puntiagudas que se asemejan a las de los murciélagos, además de una mirada fría y penetrante propia de un muerto viviente.
El siniestro aspecto del monstruo fue brillantemente complementado con elementos insignia del cine mudo de la época, como una banda sonora inquietante, escenarios construidos para ilustrar la vibrante ciudad de Wisborg y los lúgubres aires de Transilvania, así como un estilo de filmación que combinó diferentes fotogramas para dar la noción de la esencia vampírica de Orlok al moverse, desaparecer, levantarse de la tumba y atacar a sus víctimas.
Fue gracias a la notable repercusión que tuvo en el cine de su época que, a pesar de la aceptación del público, fue trágicamente opacada por la polémica debido a una demanda por plagio emprendida por la viuda de Bram Stoker, la cual consiguió que se destruyeran todas las copias que no habían salido de Alemania, salvándose por poco algunas enviadas al extranjero, permitiendo así que el filme quedará inmortalizado y su esencia se conservara en nuevas versiones que aparecieron con los años, como la curiosa historia del detrás de cámaras de la cinta original relatada en La sombra del vampiro (2000) y la más reciente interpretación del actor Bill Skarsgård en Nosferatu (2024) del director Robert Eggers.
De igual forma, en el año 1979 arribó un filme que es considerado como uno de los mejores remakes y adaptaciones de la obra de Murnau hasta la fecha. Conocida como Nosferatu: Phantom der Nacht en su idioma original, o como Nosferatu, el vampiro en Latinoamérica, fue obra del director alemán Werner Herzog. Un trabajo que, más allá de presentar una versión dotada de una sonoridad digna, trabajo de diálogo y la composición de color adecuada, entre otros aspectos conseguidos con el presupuesto invertido, logró dar una muestra de la genialidad de Herzog al presentar los detalles estéticos de Murnau y la línea narrativa de Stoker en una misma puesta, con la presencia siniestra y bestial del Conde Orlok en apariencia, pero asumiendo el rol de Drácula en esencia junto a los respectivos protagonistas de la novela.
Una inspiración para Murnau y el mundo
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El origen de la controversia yace en el hecho de que Friedrich Wilhelm Murnau se inspiró en el Drácula de Bram Stoker para la creación de su Nosferatu, haciendo del Conde Orlok un ser original y único a su manera. A pesar de que la historia guarda similitudes que se encubren con cambios en elementos cruciales como los nombres de personajes o lugares, es un hecho innegable que ambas historias brillan como dos de las obras de la ficción y el terror más importantes en la industria del cine.
Para empezar, la premisa de una desventura sobrenatural que inicia con un acuerdo inmobiliario es un punto en común entre ambas historias, teniendo por el lado de Drácula a la historia de Jonathan Harker quien, teniendo la misión de cerrar el trato por unas propiedades para el Conde Drácula, termina aprisionado en el castillo del monstruo en Transilvania mientras este último se embarca con destino a Londres para reclamar a la esposa de Harker como suya, puesto que esta parece ser la reencarnación de la esposa del conde, fallecida siglos atrás durante los tiempos en que se libraron las guerras religiosas contra los ejércitos Turcos en Transilvania.
Un predicamento similar es aquel al que se tuvo que enfrentar Thomas Hutter, con la diferencia de que la obsesión del Conde Orlok por su esposa, dejando un poco de lado el romance trágico que alimentaba las motivaciones del Drácula de Stoker, se inclina más hacia la noción de cazador y presa, puesto que el mayor deleite para el pájaro de la muerte era devorar a una mujer santa como lo era Ellen, deseándola de una forma un tanto más retorcida y carnal, provocando a su vez deseos oscuros y prohibidos en la mente de Ellen a través de la conexión psíquica que existía entre ambos previo a su encuentro final.
Por otro lado, el trayecto que emprenden ambos antagonistas comparte un mismo inicio, pero un destino diferente, ya que el Conde Drácula parte desde su natal Transilvania hacia Londres en el conocido y trágico viaje del barco Demeter, volviendo posteriormente a sus dominios en Rumania para intentar recuperarse del daño infligido por la cacería del profesor Abraham Van Helsing. Por su parte, Nosferatu parte igualmente desde Transilvania, acarreando la muerte y la enfermedad desde su viaje en barco hasta llegar a su destino, siendo en este caso la ciudad ficticia de Wisborg en Alemania, lugar donde el monstruo muere gracias al sacrificio de Ellen Hutter.
Los personajes son otro curioso apartado que vale la pena comparar entre las dos películas. Más allá de las evidentes similitudes entre los antagonistas y protagonistas de ambas obras, otros personajes surgen como un reflejo opuesto entre la novela de Stoker y el filme de Murnau, como es el caso de Knock en Nosferatu, jefe del negocio inmobiliario quien cae bajo el influjo del Conde Orlok, convirtiéndose así en una especie de sirviente. Dicho personaje está claramente construido a partir del conocido Renfield, quien es el predecesor de Jonathan Harker en el negocio inmobiliario con el Conde Drácula y que, igualmente, termina convirtiéndose en un sirviente de la criatura.
Otro caso curioso de personajes similares es el de Abraham Van Helsing, el médico, profesor y cazador de monstruos que tiene como misión dar muerte a Drácula, interpretado en la adaptación de Coppola por el actor Anthony Hopkins. En el caso de Nosferatu, el nombre de Van Helsing es reemplazado por el del Profesor Bulwer, un aliado de Thomas Hutter en su cruzada por dar muerte al vampiro Nosferatu. Dicho personaje también goza de una nueva interpretación en el reciente proyecto de Robert Eggers, siendo ahora el Profesor Albin Eberhart, interpretado por el actor Willem Dafoe.
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El detalle más atractivo y diferencial entre ambas obras es apreciable en el contexto de sus producciones cinematográficas, siendo este el aspecto de los villanos.
El Conde Drácula, un caballero transilvano galante y orgulloso que, tras revelarse contra Dios por la muerte de su esposa, fue condenado a vivir como un monstruo inmortal sediento de sangre que es capaz de adoptar diferentes formas, como un murciélago humanoide, un lobo estepario o una horda de ratas. De igual forma, más allá del monstruo, el aspecto y esencia de Drácula fue brillantemente adoptado por el actor Gary Oldman en el filme de 1992, luciendo una forma anciana, demacrada e intimidante con aires trágicos, así como un aspecto viril y rejuvenecido dotado de cabello largo, vello facial y una actitud más romántica.
Por su parte, el Conde Orlok conserva un aspecto inhumano a lo largo de todo el filme, luciendo las características propias de los roedores y la amenazante aura que precedía a la muerte y la enfermedad, todo gracias a la brillante interpretación del actor Max Schreck, quien se apropió de la esencia del vampiro a tal nivel que incluso permanecía en personaje detrás de cámaras para perfeccionar la forma de moverse, acechar e intimidar que tanto caracterizaba a Nosferatu. Cabe destacar que en la nueva versión del clásico de Murnau, el aspecto del vampiro interpretado por Bill Skarsgård luce características significativamente diferentes, tal como un aspecto ciertamente monstruoso, pero con detalles que resaltan algo de humanidad en proceso de desaparecer, como piel pálida y demacrada, algunos mechones de cabello y un bigote prominente, siendo una versión del monstruo igualmente intimidante y oscura.
Así mismo, más allá de los detalles tenidos en cuenta para la construcción estética del villano en la nueva versión, la dinámica visual, narrativa e interpretativa en el filme hacen de la obra un digno eslabón en el legado de Nosferatu.
Desde severas reacciones y momentos de tensión que remarcan el dominio de la presencia que acosa a los personajes a lo largo del filme, hasta elementos visuales que resultan claves para enmarcar el paso de la criatura y la oscuridad que prolifera con el avance de la trama, la adaptación dirigida por Robert Eggers resulta digna de su nombre en cuanto a lo estimulante que resultan tensión y el horror como elementos predominantes a lo largo de sus más de dos horas de duración haciendo de Nosferatu una de las películas de terror más destacadas del 2024. En esencia, ambas producciones comparten el atractivo de lo macabro en cuanto a lo bien construidos que están sus respectivos antagonistas, siendo Drácula una especie de héroe traicionado por la fe que es orillado a convertirse en el máximo instrumento del mal, mientras que el Conde Orlok es presentado directamente como un portador de muerte sin motivos más allá que depredar y aterrorizar a la humanidad. Por lo anterior, se puede considerar que tanto Drácula como Nosferatu comparten la corona como íconos del terror clásico y grandes exponentes del arte cinematográfico de sus respectivas épocas, siendo a su vez fuentes de inspiración eternas para las generaciones pasadas, presentes y venideras.
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