Tratándose del mundo creativo, las tendencias del momento pueden llegar a ser agobiantes por su presencia desmesurada en el entorno, o mal entendidas por situaciones naturales de la vida como un cambio generacional. Ejemplos de eso en el panorama musical latino pueden ser los fenómenos vividos con la llegada del reguetón a inicios de los 2000, o el trap a mediados de la segunda década del presente siglo.
Para combatir el ruido de lo ajeno a los gustos personales, considero que es cuestión de encontrar un nicho donde poder ser. Hablando de música, hay quienes afirman que existen más de 2.500 géneros, y siendo así, enojarse porque un reguetonero/a te invita a perrear, o a tu pareja, a través de sus letras que comúnmente yuxtaponen la mentalidad más relajada del ser global, no te hace más inteligente. Siempre hay más hacia donde ver. No hay porqué demeritar tajantemente lo que más hace ruido alrededor.
Menospreciar discursos que no comprendes lleva al plano de la ignorancia, por más doctorados que poseas. Con esto quiero aclarar, además, que todos los artistas que componen canciones ‘malandras’ mediante jergas y anécdotas no son dignos de sentarse y analizar, pero no por tal motivo debería ser complicado comprender que tanto ellos, como su música, suelen ocurrir como resultado de un entorno que les contagia.

Eso pasa en el mundo del hip hop. Hay un sinnúmero de trabajos que retratan la realidad, generalmente —y como debería ser, por la misión del mismo movimiento— de las mal llamadas minorías. YEYO, del rapero venezolano Lil’ Supa, es uno de esos casos. En dicho LP, el rapero posteriza en un paisaje auditivo la realidad criminal que vive Venezuela por medio de su alter ego Marc Ginale, un bandido como pocos.
Sobre la obra de Marc Ginale, he de decir que, mediante la definición de la palabra ‘margen’, de Renny Ottolina, el rapero venezolano definió de una forma, tan lógica como satírica, la existencia del ‘discurso malandro’ como un alivio artístico.
“Nuestra marginalidad es al revés… aquí se habla de clase marginal como un pedacito. La clase marginal en Venezuela es la hoja”, expresó Ottolina refiriéndose a su país, en declaración que aplica para muchos países en el mundo, como puede ser Colombia.
En mi caso, yo detesto la narcocultura, pero amo las historias bien contadas. Romantizar actos delictivos no es lo mismo que abrazar lo que eres, o lo que fuiste, y expresarlo a través de rimas, que, en buenos oídos, se convierten en testimonios de que sí es posible salir de las trincheras del marginalismo, aunque este se mantenga en ti mediante experiencias/memorias/traumas/resentimiento social.
Jürgen Habermas, en su Teoría de la acción comunicativa, planteó que el ser humano es un ser social por naturaleza. Aplicando lo dicho por el filósofo a nuestro lado del andén, podría decirse que, si existen artistas interpretando temas acerca de todo lo malo que uno pueda escuchar, es debido a que buscan métodos para deshacerse de lo que les atormenta o acompaña. Tienen algo que decir y es completamente normal.
O quizá, en una forma más simplista, y como dijo Crudo Means Raw, rapero paisa, es que “todos tienen que comer”. Están en el famoso rebusque.
Continuando con la teoría de Habermas, es aceptable decir que las personas son resultados de su entorno, puesto que como seres que necesitan interactuar inherentemente, lo hacen con dos tipos de ideas; las personales y las de compresión social, y ese segundo tipo de ideas se exponen en sistemas o instituciones sociales constituidas (como la iglesia y la familia), motivo por el cual el hombre es, o puede ser, moldeado subjetiva e identitariamente.
Volviendo al ‘malandreo’, por algo el rapero Zen P dijo: “En el rap encontré mi templo; mi único mandamiento es rapear malandro no vine pa’ darte el ejemplo. En vez de rap consciente, rap con cientos de mensajes que me sirven para poder calmar mis tormentos”. Quienes lo subliman, es porque han estado en paisajes tan mórbidos como lo describen.

El discurso malandro no es más que el alivio artístico de personas con realidades adversas. Cuando no se trata de buitres culturales, claro está.
En busca de vivir de forma digna hay quienes deciden estudiar, otros trabajar de 9 a 5, mientras que los protagonistas de este texto toman un micrófono y sueltan, limpian todo lo que tiene su mente, y con suerte (trabajo y sacrificio, más que nada), pueden llegar a vivir de ello e incomodar -por la causalidad de la vida- a más de un acomodado en su burbuja de negación ante una realidad latente.
Si géneros musicales como el reguetón, el funk, el rap, o el trap no existieran, o basaran su narrativa en situaciones de su entorno, mayoritariamente jovial y con un discurso llenos de jergas y eufemismos, a muchos desinteresados se les olvidaría lo que ciertos conglomerados al margen viven o tiene para decir.
RECOMENDACIONES:
- Thuggin’ – Freddie Gibbs y Madlib (canción)
- Something to Rap About – Freddie Gibbs (canción)
- WWCD (What Would ChineGun Do) – Griselda (álbum)
- Good Kid, M.A.A.D. City – Kendrick Lamar (álbum)
- Too Deep For The Intro – J. Cole (canción)
- Topo – ZEN P. (canción)
- ZO – inDiazo (EP)
- Tragedy Khadafi ft. Nas & Noreaga – Calm Down (canción)