Despreciable editor-vampiro inexistente:
Podrías existir en cualquier editorial: Norma, Oveja negra, Seix Barral, Anagrama, Planeta, Alianza Editorial, Alfaguara, Tusquets, Randon House Mondadori, Visor, Cátedra, Fondo de Cultura Económica, Salvat, Lozada, Círculo de Lectores, Bruguera, Emecé, Hiperion, El Acantilado, etc.
Podrías ser mi amigo: interesarte por mi obra no como una mercancía sino como un elemento que hace un “aporte” a la humanidad; podrías irte de fiesta conmigo una de estas noches sin importar que la literatura colombiana se vaya a la mierda cada mañana; podrías mandar regalos y juguetes a mi mujer y a mi hija; podrías darme un adelanto antes del lanzamiento del libro.
Podrías ser mi enemigo: aprovecharte de mi inocencia haciendo que firme contratos donde tú y la editorial se hacen ricos con mi obra y después mandarme al último infierno renegando de mis papeles; intentar robarme a mi mujer e hija mientras me emborracho para matar la tristeza que tú y tu maldita editorial me han causado; aprovechar mi Boom para editar y vender lo que debe permanecer inédito y es invendible; convertirme en tu ramera para que los lectores te llamen mi proxeneta cuando en realidad te has robado los derechos de mi obra enseñándome que debo prepararme para colocar una extraordinaria carga de explosivos al culo de tu maldita-capitalista-editorial para que desaparezca del planeta.
Podría decirte: que estoy desesperado porque mi cabeza es un nido blanco de confusiones donde lo único reinante es el miedo a un exilio literario y espiritual. Podría contarte que estoy feliz sin trabajo mientras con mil malabares mantengo a mi mujer y a mi hija. Podría mostrarte mis páginas para que entendieras esta nada que jode y enferma mi realidad. Podría enseñarte la cara del horror que ni Poe ni Lovecraft supieron abarcar. Podría decirte que me siento viejo y perdido a pesar de solo tener 28 años y tan solo haber fumado 11.000 cigarrillos desde la adolescencia. Podría hacer mucho más por la vida pero hoy no me atrevo porque estoy aburrido y hastiado de mí megalomanía.
Podría demostrarte: que ni tú ni tu editorial con 50.000.000 de publicaciones al mes son tan importantes como para decidir qué clase de libros merecen los lectores; podría ir a la luna, disfrazarme de libro y escribir un poema; podría quemar con el fuego de mi voluntad todo el papel de las fabricas donde se prostituye el único acto que le queda a los melancólicos soñadores: Crear-crear-crear.
Despreciable editor-vampiro, qué sabes tú de mis caminatas por las esquinas de Yellow Hell City, intentando encontrar la botella de alcohol infinito que me garantizará la gran borrachera y el sueño eterno. Por qué dices que debo escribir como tal o cual escritor si tu solo eres un hijo de perra con una opinión sobrevalorada. Seguro no sabes que El Señor Undeground solo quiere pasarse la vida sentado en un andén, leyendo y escribiendo para los mismos 3 o 4 amigotes hipócritas con una resaca de más.
¿Que si quiero publicar en tu editorial? Si, si quiero. Solo fantaseo con ver mis naderías literarias con esas bonitas y coloridas portadas exhibidas en las vitrinas de las librerías del mundo. Sería un maldito mentiroso si te dijera que no. Pero es que es tan genial ser independiente y anónimo que hasta ahora no he podido escapar de esa tentación. Solo te digo que cuando me vayas a publicar no vengas a cagarme toda la mierda capitalista con la que justificas la explotación caníbal del arte.
Seré sincero, sueño con una guerra donde todos (he dicho todos) los escritores y artistas del mundo se enfrenten a los editores, curadores y críticos en el campo de batalla de la obra, fuera de los museos, las galerías, las academias, las librerías y las premiaciones. Una guerra esencial donde se demuestre que el arte no necesita de los intermediarios vampiros que creen ser dueños de la última palabra en la creación.
¿En qué momento se le dio poder a estas sanguijuelas para decir cuál es el verdadero arte? En el momento en que la vanidad, el marketing, la fama y el consumo sobaron las piernas de la nobleza y la libertad. Publicar no es un delito, lo nocivo se encuentra en cortar las alas de la imaginación solo para complacer las necesidades del mercado. Publicar es lo último, la premiación que se le hace al escritor por sacrificar horas en el acto sincero de crear universos, pero no es imprescindible, ni lo que define al escritor. Digamos, despreciable editor, que publicar es compadecerse del mundo, es el acto de compartir la belleza que nace en la intimidad de un individuo.
Editor, donde sea que te encuentres, en el infierno o en el paraíso, recuerda que El Señor Underground tiene la bendición de la Señora Literatura, esa que te da de comer a ti y a tus compinches. No te las des de intelectual, todos saben que eres un vampiro hijo de puta que disfruta chupar la genialidad de los profetas. No le saques la piedra al viejo Underground, si lo vas a publicar no te pases de listo.
Me despido, no sin darte las gracias por tu inexistencia en esta etapa de mi vida (entre más desconocido, inédito e independiente soy, más divertido y mucho mejor). Si el universo se confabula quizás algún día nos conoceremos y quizás hasta lleguemos a ser muy buenos amigos. De todos modos muchas gracias por la inexistente (e imaginaria) invitación a publicarme en tu renombrada editorial.
Pd: Perdón por tener esa imagen tan negativa y estereotipada de unos seres tan honorables como son los editores.
Pd: Unas palabras de más (nada en mí es lo que parece señor editor-vampiro):
TODO POEMA ES UN MANIFIESTO
Aullido de cisne de Mario Santiago Papasquiaro
Nada malo me ocurrirá de Roberto Bolaño
El pez insoluble de André Breton
Salamandra de Octavio Paz
Incurable de David Huerta
Árbol de Diana de Alejandra Pizarnik
Aullido de Allen Ginsberg
Poeta en Nueva York de Federico García Lorca
La canción de amor de J. Alfred Prufrock de T. S. Eliot
Sensación de Arthur Rimbaud
Van Gogh el suicidado por la sociedad de Antonin Artaud
5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat
Contranatura de Rodolfo Hinostroza
Altazor de Vicente Huidobro
Canción de la vida profunda de Porfirio Barba Jacob
Esplendor de la mariposa Raúl Gómez Jattin
Fires de Raymond Carver
Morgue y otros poemas Gottfried Benn
Revelación y caída de Georg Trakl
El Feliz cumpleaños de la muerte de Gregory Corso
El pájaro azul de Charles Bukowski
Lisbon Revisited (1923 y 1926) de Fernando Pessoa
Fui de Constantino Cavafis
El Cuervo de Edgar Allan Poe
El paraíso perdido de John Milton
Anti-poemas de Nicanor Parra
Salí del poema a la iniciación
Sin esperar nada del mundo
Reconociendo en la palabra el arma que podía fallar
Podía fallar porque ese era su gran mecanismo
Su inestable manera de ser
Salí de los libros
Y me senté en mi ventana
No quería esperar la meditación
No quería el efecto conmovedor del inconsciente
Quería algo por encima de la tristeza
Ya bastaba de hoy si mañana no
¿Pero cómo lograrlo?
No soy mecánico de la creación
Solo sé destruir
Y pilotear confundido la nave del poema
¿Estoy lo suficientemente despojado de mis pertenecías
Como para arrojar Los cantos de Maldoror a la basura?
No queda nada de los libros
La literatura duerme con sus críticos
Me despojé de toda vanidad –en apariencia-
Para escribir la verdadera carta de amor a la vida
La verdadera carta que se quema junto a la vela
Soy un hombre que envejece
Uno más del montón
Punto.
Pd: El mundo es una canción que siempre dice Ñañañaña cuando menos te lo esperas.
EL SEÑOR UNDERGROUND
Ilustraciones: El Señor Underground