27 febrero 2015
Saludos a mi salvadora, a la del cuchillo de tinta y papel…
Una vez más le escribo desde la perspectiva del hombre con la felicidad de los bolsillos vacíos. Sintiéndome ridículo ante la sola idea de que una mujer como usted lea la prueba de que soy un escritor nobel, uno de aquellos que engaña con subterfugios lingüísticos a la aborrecible multitud lectora. Le escribo porque tengo la necesidad de ser leído por la madre de los monstruos, la madre de este carnaval de libros y autores, usted, la reina por antonomasia de la palabra.
Sería un privilegio si sus manos arrugaran esta carta y la lanzara al fuego, porque así al menos tendría el placer de ser ignorado por la más hermosa e incomprensible de la familia Arte (y aunque todos digan que su hermana Música es la más bella, debo decir que la gran mayoría de sus seguidores, los músicos, son una pandilla de descerebrados que dejan mucho que desear).
Cómo empezar a escribir el motivo de esta carta si la realidad con su multiplicidad me aflige y me exige que no descarte ninguna de sus manifestaciones. En esta epístola como en mi obra me pasa lo mismo de siempre: la crisis de querer abarcar un fragmento, al menos una esquirla de la granada de la realidad que estalla contra mis sentidos y mi intuición. Aunque sé que no la puedo engañar, porque usted sabe que todo escritor por muy humilde que aparente ser, en realidad es un individuo ambicioso que está dispuesto a todo por alcanzar la fortuna de poder sentir que expresó en su totalidad lo que quería. Yo, como todos los artistas del planeta, quiero el Dorado de la creación, La Sion de sentir, sino para el mundo si para mí, la creación de una obra maestra.
Usted sabe lo que para mí es una obra maestra. Usted sabe de mi delirio hace algunos años por hacer de cada una de mis expresiones un aporte que desgarrara la conciencia de la humanidad (ya no me importa desgarrar cerebros). Porque escribir y crear no es un conocimiento de cómo construir las frases más hermosas y extravagantes para llamar la atención del lector. Crear es la Hiroshima existencial donde un individuo, sin importar su índole, ofrece su carne, sus huesos y su espíritu a un doloroso Big Bang del que nace un universo llamado Obra.
Muchas veces en el momento en que juego a ser un dios creador, se produce en mi cuerpo ciertos fenómenos que van de los temblores a las ganas de vomitar. Un vértigo en cada una de mis células, acompañado de lágrimas y risas, y un constante ir a tomar vasos de agua para refrescar el volcán de ideas, sentimientos, sueños y profecías (Señora Literatura, usted sabe que si un verdadero artista se encuentra contento y en estado de euforia, no es por el reconocimiento o el banal halago, sino por la creación, por ese parto y ese fenómeno tan hermoso que me gusta llamar “el encontrarse con uno mismo en la cima del mundo creando una obra de arte, sin importar que nuestro cuerpo se encuentre pobre y hambriento en un parque o en un cuchitril”).
El acto de crear es un misterio que muchos se empecinan en explicar en un sinnúmero de teorías. Precisamente ayer en la tarde desde Zúrich me hablaba Mar (La Kamikaze Religiosa) a través de una video-llamada, y me explicaba los motivos que la llevaron a componer una pieza musical. Yo sonreí y le repliqué: <<No entiendo por qué todos se preocupan por explicar qué es lo que hace que una persona dé nacimiento a una obra. Entiendo la naturaleza humana de querer saber y resolver misterios, pero… ¿por qué no maravillarnos de que en este planeta existe la posibilidad de que los hombres puedan crear algo “de la nada”? >>. Miré sus ojos expresivos y su cabello de fuego y continúe: << Con “de la nada” no me refiero a lo inexistente, sino a lo que se da de sopetón sin que tú lo esperes. Mira, la creación de tu obra se viene dando desde el mismo instante en que tus padres te fecundan, quizás mucho antes, todo lo que fuiste y no fuiste influye en la creación. Cuando uno cree que tal o cual persona o situación lo “inspiró” en realidad está reduciendo lo complejo de todo esto. Eso que llaman inspiración es un detonante de todo cuanto somos. Jamás podrías crear solo con las sensaciones o situaciones que te despierta una persona. Tu obra es producto de un millón de hechos de tu vida que ignoras y que hacen que una circunstancia específica del presente adquiera un gran significado. Sonríe y maravíllate de esa pieza musical y dale gracias al universo por lo vivido, sea placentero o doloroso, porque eso es lo que te permite crear>>. Soltó uno de esos griticos histéricos que suele soltar cuando algo la maravilla y trató de hablar pero no se lo permití Señora Literatura, porque sabía que intentaría alimentar mi ego últimamente trasnochado.
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Amada señora con olor a libro (el mejor perfume), le pido perdón por esta palabrería. Ahora se da cuenta como divago y dejo que la pasión enloquezca mi escritura hasta el punto de llegar a ser fastidioso para usted que es una reina de la paciencia.
El motivo por el cual escribo esta carta es para contarle algunos asuntos que hacen que el cigarrillo, ese amigo-asesino, pierda su encanto, lo que es más peligroso que una bomba de tiempo, recuerde que el cigarrillo es mi Prozac, mi Valium, mi Ribotril.
Las dos preguntas idiotas que hacen muchos cuando se enteran que escribo: “¿Eso para qué sirve?” Y “¿Cuándo te van a publicar?” Quienes lo hayan vivido en carne propia saben lo irritante de esto, porque uno no sale a la calle a iluminar la ignorancia de los que creen que todo acto debe traer recompensas económicas y reconocimiento. Por prudencia bajo la mirada y respondo con un monosílabo al que reaccionan con ironía y que me confirma el pensamiento que no pueden disimular: Escribir es una pérdida de tiempo. ¿Por qué debo tener respuesta para estas preguntas? Es uno de esos momentos en que sientes desprecio por la humanidad y deseas ser testigo de un gran incendio mundial. Pero querida Señora, hasta hace poco me reconozco como mortal, yo que me concebía como una deidad, responderé esa pregunta en este instante para que vea hasta qué punto soy capaz de dar el brazo a torcer con todos los que me rodean (responderé porque sé que ese sería el consejo que usted me daría). ¿Para qué sirve escribir? Sirve para nada, sirve para que un individuo pueda expresar y construir nada sobre la base de todo. Sirve para exponer el vacío de las ciudades y dar motivos a los murmuradores para que señalen y llamen fenómeno a ese que con tinta y papel tiene la necesidad de gritar las nebulosas y los infiernos que le corroen el alma (también puede que grite sus lunas y sus paraísos). Escribir sirve para tener acceso a la mascarada en la que 100 se pasan la fiesta en cueros diciendo que son escritores solo para poder darle la mano al tirano y besar la mejilla de la frívola actriz del momento. Escribir sirve para lo que sea, como la maravillosa bolsa de Felix el gato. ¿Cuándo voy a publicar? Cuando llueva pa’ arriba, cuando los sapos bailen flamenco, cuando los cerdos vuelen (todo esto es posible). Ser inédito es un placer menospreciado. Pero amada, ya sabemos que lo último que le debe importar a un autor es ver su nombre en la portada de un libro, su placer debe encontrarse en el acto de escribir, de materializar lo que antes no existía. Sería una hipocresía decir que los escritores no deben desear ser publicados, porque este es el destino final que deberían cumplir las obras. Lo reprochable es que un autor se preocupe solo por publicar y recibir el halago de las masas. La edición no hace al escritor, ese es el error más grande en el que cae la multitud. ¿Cuándo publicaré? Cuando el universo se confabule (no tengo ese afán querida y usted lo sabe más que yo).
Nada como el placer de caminar por las calles de Yellow Hell City siendo un sonriente y anónimo don nadie. Lo he dicho una y otra vez: “podría pasar el resto de mi vida escribiendo para fanzines y publicaciones underground de poca circulación”. El placer se encuentra ahí, en pasarla bien con lo que sea hace, en sentir que sin importar el anonimato, el acto de crear es la experiencia más sincera que un escritor puede vivir.
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La historia de la humanidad es tan compleja y absurda como la sonrisa de un niño que mira con picardía como se derrite un helado en el pavimento en un caluroso día de verano en el caribe. La historia es un chiste de prestidigitadores intelectuales y el arte no es la excepción. Por eso cada uno de mis actos son un divague, una constante confusión de la que no mido las consecuencias, porque haga lo que haga un ejército de dedos índices jugaran al juez solo por señalar y lanzar la piedra contra los profetas leprosos del arte. La historia es una perra hipócrita.
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Señora Literatura, muchas veces la madrugada y yo nos encontramos en el papel. Una pausa para escuchar nuestros silencios, para conmovernos de los hombres que a esa hora duermen, de los que trabajan, de los que se aman con voraz pasión y de los que miran la televisión (¿sabía usted que esos mirones de tv en realidad son criaturas que anhelan al mundo o quizás son espías de otro planeta que recogen datos de nosotros a través de la pantalla chica porque la consideran más real que nuestras vidas?). El punto es que me he visto a mí mismo escribiendo en la madrugada con el deseo de estallar y ver convertido todo mi cuerpo en un gigantesco Jackson Pollock de sangre y tripas sobre el lienzo crepuscular de Yellow Hell City.
Reina de los libros y las bibliomanías es hora de la despedida. Le amo con mi corazón, con mi cerebro, con mis ojos y con mis manos que tiemblan cada vez que abren un libro o escriben. Ojala pudiera raptarla y llevarla a mi torre de Babel para que fuera solo mía y alejarla de los despreciables de este mundo. No lo tome a mal pero soy un hombre posesivo que estaría dispuesto a cometer una locura por su amor (quien no esté dispuesto a sacrificar su cordura por usted, que se olvide de una de sus caricias). Me despido pidiéndole que no me mate de desconcierto como aquella pobre vieja que me pidió una moneda y al recibirla me dijo: “Niño, se nota que eres bueno e inteligente, eso es lo que le queda a los malucos… que Dios te bendiga”. Se alejó como si lo más natural fuera decirle maluco al ser más hermoso de la ciudad del infierno amarillo, y yo quedé… Jajajajajajajaja casi me mata de la risa.
Pd: El verdadero motivo de este carta es pedirle que por favor, sino es mucha molestia, me devuelva los cómic y los libros que le preste hace más de un año. Estoy tratando de recuperar todo lo prestado. Espero que no lo tome a mal.
Pd: No le muestre esta carta a nadie. Sé que es una falta de respeto esta advertencia pero si no la hago mi paranoia no me dejará en paz.
Pd: agrego unas cuantas fotos crepusculares porque se lo mucho que le gustan. No son las mejores, pero las tomé para usted con mucho cariño. Los verdaderos crepúsculos en Yellow Hell City son únicos e imposibles de atrapar con una cámara, aunque en esta ciudad existen excelentes cazadores de crepúsculos, aventureros enamorados del ocaso sentados frente al mar o acostados sobre las azoteas en los suburbios.
Pd: ¿la puedo tutear? Te amo incorregible y apasionada Literatura. (☻☻☻)
EL SEÑOR UNDERGROUND