NOTA A UN LECTOR
Dejaré que la tinta fluya ahora que el reloj marca la 1:30 AM de un lunes. Sonreiré ¿puedes sonreír conmigo ingrato lector? Cuando leas estas páginas miles de células habrán muerto en mi cuerpo, y a pesar de eso te atreverás a decir: “ese que escribe es el irreverente hijo de puta que siempre se quiere lucir”. Púdrete lector. Mil revoluciones orgásmicas y existenciales separan al Yo-escritura del Tú-lector. Cuando me encuentres en las calles de Yellow Hell City piensa que ese que va ahí, es un ser cambiante, una monstruosidad que se renueva a cada segundo. Quiero que le digas al que te acompaña: “ese es dueño de un cuerpo lleno de sudor, lleno de excremento, de células alucinantes que hacen que sus uñas y su cabello crezcan a un ritmo enloquecedor”. Recuerda, lo única que jamás se renovará en ti, será el maldito prejuicio y el temor a aceptar mi autoengañada grandeza. Ahora te pregunto ¿dejaras que continúe? ¿Ya puedo escribir mi maldita expresión?
***
No va borracho, va soñador.
Fernando Pessoa
I
A los hermosos cazadores de cocteles que un día fuimos sin preocuparnos por cómo nos miraban los emperifollados en las galerías y los museos. Aventureros con arena y cigarrillos en los bolsillos, que saboteábamos los discursos mientras se pronunciaba el mantra del último libro leído en el andén o la muralla. Felices en la incertidumbre, sentados a los pies de la iglesia San Pedro Claver, esperando que el museo de Arte Moderno abriera para que un mesero idéntico a Nicolás Curi nos mirara con desdén y nos negara una puta copa con vino.
Cómo olvidar los brindis y juramentos bajo el efecto del alcohol. Nada tan conmovedor como una pandilla de anarquistas irrumpiendo en el orden de las galerías donde se ultrajaba (se ultraja y se ultrajará) el arte como a una ramera pintoreteada. Eran noches resplandecientes con humo de marihuana y luces de neón, noches de besos, abrazos y caricias, endulzadas con una cajita del príncipe Termidor o una botella del rey Chanceler. Éramos los hijos de perra con la autoridad “ilegítima” de decir: “¡ese cuadro, esa foto, esa instalación, ese video-arte, son una completa mierda!
II
Un demonio y un ángel deciden visitar un museo de arte experimental. Se encuentran a un hombre desconcertante que mira con desconcierto una obra desconcertante. Este hombre es uno de esos cínicos farsantes que tanto abundan en las bibliotecas y en los museos. Se le acercan e inician una conversación.
Demonio: ¿Qué es lo que más disfruta de las exposiciones de arte?
Farsante: ¡El día de la inauguración!
Ángel: ¿El día de la inauguración?
Farsante: Si, el día de la inauguración.
Demonio: ¿Qué tiene de particular el día de la inauguración?
Farsante: Tiene de particular que es el único día donde el espectador tiene la oportunidad de emborracharse.
Ángel: ¿Pero lo más importante no es el artista y su obra?
Farsante: Lo importante es emborracharse gratis. Lo de más llega por añadidura.
Demonio: ¡No le da al arte la importancia que se merece!
Farsante: El único arte que importa es el de embriagarse gratis mientras el “gran arte” y sus artistas se convierten en un objeto blandengue que compiten y se traicionan entre ellos, por becas, fama y dinero.
Ángel: …
Demonio: …
Farsante: ¿sin palabras? Ja, ja, ja… ¿Que puede saber un ángel y un demonio de la mierda que cada día el hombre-artista obliga a comer al hombre-espectador?
Y el farsante se aleja con una carcajada, dejando desconcertadas a las divinidades frente a la desconcertante obra de arte experimental.
III
Quienes nos vieron nos temieron. Éramos los antihéroes ridículos, onanistas lectores de Baudelaire, megalómanos risueños con el poder de fumar cigarrillos y mirar a los ojos al falso arte, financiado por los que creen que en este infierno amarillo solo se come arepa con huevo y se escucha música de tambor.
Lo mejor era nuestra pobreza, nuestra hambre jamás disimulada, agarrando los pasabocas de queso, jamón y aceitunas (odio las aceitunas). Tomando el mayor número de copas para llenar el “frasquito” y continuar la fiesta en otro rincón, en otro anden.
Todavía retumba en mis oídos la voz del mesero elitista diciéndonos: “jóvenes, por favor no muestren el hambre” “jóvenes ¿vinieron a emborracharse o a ver la obra?” “jóvenes, si tuviera el poder no dejaría que entrara la chusma”.
¿Cuántas veces nos expulsaron porque no entendían el performance etílico que practicábamos al burlarnos del espectador que arruga el entrecejo frente a un mamarracho fingiendo comprender la inexistente eternidad de la obra?Todo con el patrocinio de: Cooperación española, Alianza francesa, Guardería Inferior de Feas Artes(sanias), Palacio de la inquisición, N. H. Galería, Alianza alemana, Museo naval, Casa Bolívar, Museo la presentación, instituto Colombo-Americano, Cabis, Biblioteca Fernández de Madrid. Gracias por recibir a estos parias cazadores de cócteles, gracias por ser instituciones de zombificación cultural en Yellow Hell City; gracias por invitar a las damas de la alta sociedad para que actuaran como grotescas payasas con los labios llenos de botox y las mejillas reconstruidas con injerto de carne tierna de bebé.
Oh, aquellos tiempos, ojalá que nunca vuelvan… no quiero volver a lidiar con esos caprichosos e inconformes hijos de perra… Ja, ja, ja… Ana, Never, Joaquín, Milton, Hernán, Hailher, Emanuel, Nancy, Evlyn, Yiscela, Jonatan, Cleydis, Eric, Etc. Si me dieran la oportunidad de vivir una segunda vida, juro que repetiría cada segundo de esta primera vida y volvería a cometer los mismos errores al lado de ustedes y seguiría siendo el incansable lector de William Blake y el Conde de Lautréamont.
IV
Todo inició y todo terminó con la luz de las farolas un viernes por la noche. Todo nació y todo murió con el tambaleante paso de un borracho buscando un estanco para comprar su última botella de ron. Luces distorsionadas de una farola en la gran ciudad de los rascacielos enanos. Mira las farolas y reinventa el sentido nocturno de su luz, pocos saben que en ellas se esconde el corazón dormido del apocalipsis.
Fotografías: Sr Underground