Como emergiendo desde uno de los rincones oscuros de la colombianidad (asumiendo de una vez por todas que tal cosa si existe), surge Tierra en la lengua de Rubén Mendoza, ganadora del FICCI 54 pendiente a estrenarse en Cartelera Nacional el jueves próximo.
El título de la película; La expresión tierra en la lengua alude a la situación de querer gritar algo desde lo profundo del ser pero no poder pronunciar palabra alguna por su mal sabor, por el dolor que causa o vergüenza que trae, generando una sensación de impotencia y rabia reveladora como de tierra atragantada.
Así se muestra la película, como un duelo personal del realizador y los protagonistas con sus raíces y con su tierra, y sea de paso de la colombianidad con sus conflictos sin resolver.
La historia narra el viaje, que tras la muerte de la abuela, emprenden dos primos (citadinos) y su abuelo (un patriarca llanero en declive), a su origen anterior en el campo. Desnudando en los personajes emociones encontradas, nostalgias perdidas y duelos sin resolver, propios de la ambigüedad que persiste en Colombia entre “aquello” que no termina de ser completamente urbano ni ha dejado de ser del todo rural. Ambientada en la plenitud de los Llanos Orientales, ganado, calor, conflicto y tierra, se entremezclan en ambientes de aparente sosiego pero llenos vorágines internas.
La película en su esencia es reveladora de aquellas ambigüedades y contradicciones incómodas en nuestras raíces, no solo de este choque ciudad-campo, también lo es de la relación tierra-violencia, el respeto-miedo, muerte y fe, el machismo arraigado y avergonzante, el amor y resentimiento que se puede sentir por alguien “difícil”, y un punto muy a favor para la cinematografía colombiana que calará en el inconsciente colectivo: logra reivindicar la violencia como algo inherente en nuestro ser y como parte del conflicto de nuestro “yo” interno, no solo desde el punto de vista del conflicto armado, (que por desgracia a veces es impersonal para muchos colombianos). Mendoza logra desarrollar estas contradicciones en el filme de una manera poética y política a partir de una reflexión muy personal y propia, haciendo de Tierra en la Lengua una gran película.
A propósito de Rubén Mendoza; En su tiempo fui uno de los grandes detractores de Rubén cuando surgió la Sociedad del Semáforo la cuál califiqué de mala, más repercutida en su momento por la pelea pública en una estación de radio entre Rubén Mendoza y uno de los críticos de la W, que por la verdadera recepción del público, ausente en las proyecciones.
Sin embargo me guardé en aquel tiempo un “quiero ver algo más de Rubén Mendoza”. Aun pareciéndome la Sociedad del semáforo una película pobre en argumentos, la película proyectaba una visión de autor en Rubén Mendoza particular y propia, lo dice el propio Rubén, lo de él son: los indigentes, las prostitutas, los drogadictos, pero ojo, no tratados desde la lástima y la indiferencia, sino retratados en su esencia espontánea a pesar de la marginalidad, logrando convertir en una especie de “Rockstar criollo” a un indigente como Cienfuegos en películas como “Memorias del Calavero” o los videos de Edson Velandia.
Me parece que Rubén Mendoza tiene mucho por contar y con Tierra en la lengua está descubriendo el “cómo”, sin dejar atrás “Memorias del Calavero” (También estrenada en el FICCI 54). Ambas películas ofrecen a la cinematografía Colombiana dos esquemas de producción muy diferentes, pero totalmente válidos para nuestro contexto, el primero exponiendo una película muy bien trabajada, y cuidada, desde un proceso muy juicioso y dedicado pero que a la vez expone un punto de vista sincero y emocional del realizador, y el otro, una película, desordenada, punk, hecha a lo que salga, a la maldita sea, sin mayores pretensiones que el querer hacer películas, alimentada por la singularidad de sus personajes, mamándole gallo a todo el mundo, y resumiendo el cine en cámara-acción.
León D. Robles
* Aún quiero ver más de Rubén Mendoza.