Irina Henríquez nació en San Juan Nepomuceno (departamento de Bolívar, Colombia) en 1988. Es poeta, productora de cine, gestora cultural y tallerista de escritura creativa.
Autora de los libros de poesía A riesgo de caer (Ediciones corazón de mango, 2012) y Memoria del sueño vegetal (Universidad Externado de Colombia, 2021). Tiene inéditos los poemarios El sonido de los signos y La vida secreta de los pájaros. Ha sido coordinadora del Encuentro nacional e internacional de mujeres poetas de Cereté. Su poesía ha sido traducida al inglés, portugués e italiano y publicada en varias revistas y antologías.
Productora de los cortometrajes Tierra Escarlata (Jesús Reyes, 2013); Genaro (Andrés Porras, y Jesús Reyes, 2017); Elena (Jesús Reyes, 2019); Todos los ruidos (Jason Vital, 2022); Nudo de agua (María Alejandra Buelvas, preproducción), Mario Mar & Sol (Jesús Reyes, preproducción). Productora del largometraje de ficción Muchachos de madera (Andrés Porras-Jesús Reyes, desarrollo). Desarrolla su ópera prima como directora documental Traída por la música.
Reside en Montería, Córdoba.
Memoria del sueño vegetal es una antología que estuvo al cuidado y selección de la misma poeta, publicada por ‘Un libro por centavos’ en el mes de mayo, y corresponde al poemario No. 178 de la colección.
Del libro ha dicho la escritora Lucía Estrada:
Memoria del sueño vegetal es una atmósfera, un ritmo, una textura que nos descubre las manos. Cada poema es conjuro, color, sonido, invitación a las grandes y transparentes regiones nocturnas en las que el mundo puede transformarse en un árbol, una semilla, o ser el silencio de los amantes. Irina Henríquez no está segura de lo que puede hallar, pero sí lo está de su búsqueda. Camina a tientas por entre las hojas, siguiendo el fluir del agua, por entre las piedras que son su verdad. En este libro que va de encuentros y sortilegios, que no para de preguntar ni de sentir desde la primera línea, podemos asomarnos a una sensibilidad —acaso— mucho más cercana a este tiempo, por prestar ojos y oídos al reino de la intimidad, por entender que este aquí y este ahora se tejen bajo la tierra, oscuramente, y se alimentan de una misma raíz.
A continuación puedes leer 3 poemas del libro Memoria del sueño vegetal.
LA VERTICALIDAD DEL ASOMBRO
El árbol es un dios enraizado
que aspira a esparcir sus semillas
y ascender al cielo.
La eternidad se puede medir en él.
Ha estado aquí antes que todos
no sabemos si estará después
de los diluvios,
las tormentas,
las sequías,
y los afilados bordes del progreso.
El árbol es la verticalidad del asombro,
expresión de belleza y tragedia,
padre de todo cuanto existe caído en desgracia.
POR CAMINOS DE PIEDRAS
Voy por la vida
entre voces lejanas y desconocidas
con los ojos cerrados,
para no mirar cuántas gaviotas comen
de mi vestido el alimento del desamparo.
Caminos de piedras se dirigen al mar
y con ellos yo,
embelesada en el deseo de arrojarme por el acantilado
de esfumarme entre las aguas
de no cargar más conmigo misma.
Pero existes tú en algún suburbio lejano al mar.
Ven, aparece.
Descifra esta mano abierta
y sigue el rumbo de mis pupilas hasta el sueño.
MEMORIA DEL SUEÑO
El sueño me toma de la mano y conduce
por senderos luminosos
a unas alas que nacen en el vuelo,
y asombro vertical,
toco con la punta de las patas
las anheladas copas de los árboles.
Guardo la memoria de que
fui pájaro y piedra en el estanque,
caminé por escaleras que no avanzan
y desperté pronto
y también pronto ansié de nuevo
la continuación del sueño
en iluminados patios de la infancia.
Soñé la resurrección de mis muertos
las palabras que no dije tatuadas en la lengua
y la purificación del fuego
en esos cuerpos resucitados.
En la palma de mi mano revelo la memoria del sueño.
Celosa guardiana,
con el puño cerrado busco
la tierra de un jardín secreto
para enterrarlo.
A Digna María, quien sabe volar en los sueños.
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