El Bismuto será el último elemento en desintegrarse en el universo.
La vida media del elemento se estima en 20 trillones de años.
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Digamos que ella es una mujer delgada, una de esas que cuando la vez te transmite una vibración indescriptible que puede llevarte de reír a carcajadas a cagarte en los pantalones. Digamos que es una irremediable desaliñada que siempre se ve genial con sus pantalones rotos. Tiene unos ojos tan expresivos y tan dulces que te provocarían lamerlos y hacerles el amor: Una mirada que va de la locura a la ternura y de ahí a cualquier basurero del ser. Digamos que él tiene la apariencia de uno más del montón, pero es inevitable que sientas cierta atracción fatal al escucharlo hablar y verlo actuar. Se mueve con vitalidad como si fuera un jefe o un rey. Digamos que el digamos es repetitivo para fastidiarte, para hacerte usar la palabra “redundancia” y tener poder sobre ti. Digamos que se encuentran sentados sobre unos espolones mirando como las olas se suicidan felices cada 3 segundos contra las rocas. Digamos que fuman y que sus caras solo transmiten una divertida derrota que hace pensar en esculturas urbanas del azar (digamos que no sabes a qué me refiero con eso de “esculturas urbanas del azar” y que tampoco te lo voy a explicar). Digamos que son amigos, que ella tiene su marido, un gato y un perro, y él tiene su mujer, una niña y un niño. Digamos que él es un parlanchín pero hoy está callado, por lo que ella, que suele ser silenciosa, empieza a hablar.
Ella: A nadie le gusta el caos, y te obligan a disfrazarte de gente sonriente. Todos quieren despojarte del caos, y caos es lo único que tienes.
Él: …
Ella: …
Él: La gente no soporta el caos pero si quiere arrebatarnos el que nos pertenece. ¿Me crees si te digo que todos últimamente quieren que inhale Orden para mi existencia?
Ella: Es como si no entendieran que la única manera de sobrevivir es con neurosis. Quieren que te pongas tacones y labial, y pretendas que la vida se resume en una tarde de peluquería.
Él: Lo peor es que cuando no pueden contener la angustia llegan a pensar: «¿Será que esta es la verdadera vida?». Digo que no saben una verga de nada pero actúan como si fueran los jueces, como si nuestra angustia fuera lo nocivo para el mundo.
Ella: ¿Qué hay para nosotros en este mundo de mierda? ¿Qué hacemos en medio de esta gente de mierda? ¿Qué hacemos con nuestra mierda?
Digamos que las olas continúan su suicidio y que todos los que van en sus carros y los ven, piensan que son dos marihuanos.
Él: Todos, todos me preguntan: ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Trabajas? ¿Estudias? ¿Qué piensas hacer con tu vida?”. Al escucharlos solo me pregunto: ¿Es malo desear morir, es malo desaparecer y dejar todo, es malo escupir a la vida?
Ella: Hay que desgastarla y sufrirla para finalmente ver cómo el peso de lo inevitable te cumple el único deseo al que te puedes aferrar. Y sentirlo todo ahí, vomitarlo todo ahí y convertirse en la podredumbre que estuvo siempre latente, dejar salir al gusano que te susurraba cánticos demoniacos en los sueños.
Él: el gusano que come la carne de tu inocencia, el gusano que crecerá hasta comerse al universo.
Ella: Nada de resignaciones, pura mierda. Mientras haces cualquier cosa, alguien está muriendo. Mientras te lustras los zapatos, mientras odias, mientras le escribes una carta prolija a tu amor único o no único. Y aunque pudieras llegar a no hacer nada, alguien estaría muriendo, tratando en vano de juntar todos los rincones, tratando en vano de no mirar fijo a la pared. Y aunque te estuvieras muriendo, alguien más estaría muriendo, a pesar de tu legítimo deseo de morir con exclusividad. Por eso, si te preguntan por el mundo, responde simplemente: ¡Alguien está muriendo!
Él: …
Digamos que él calla sorprendido ante sus palabras. Nunca antes la había escuchado tan cargada de resentimiento y desesperación. Digamos que una lágrima con sabor a tequila recorre su mejilla y digamos que esta es mi puta ficción y si quiero hago que King Kong o Godzilla salgan bailando en el culo de un alcatraz, por lo que sí es posible que un rio de tequila salga de sus ojos.
Ella: Jajaja… ¿Me estás ignorando, cabroncillo?
Él: No…
Ella: Vale. Comencemos de nuevo. “El hombre pierde la vida y otras cosas, se ensucia con cualquier crecimiento, no aprenderá nunca a vestirse y es un inexplicable ensayo de la muerte. Sin embargo, busca una forma higiénica de morirse, mientras da saltitos variables por las calles y desocupa más sitio que el que ocupa. Se desayuna moralmente y dobla saludos y se los mete en el bolsillo. Pero hay un saludo que no puede doblar, un saludo que en el bolsillo no le cabe. Y lo pierde, eso sí que lo pierde, más que la vida y otras cosas, por ejemplo, el cumpleaños de su muerte”. Es de Juarroz.
Él: Eso último me recordó al libro de poesía de Gregory Corso El feliz cumpleaños de la muerte.
Ella: “No debiera ser posible dormirse sin tener cerca una voz para poderse despertar. No debiera ser posible dormirse sin tener cerca la propia voz para poderse despertar. No debiera ser posible dormirse sin despertar en el momento justo en que el sueño se encuentra con esos ojos abiertos que ya no necesitan dormir más”.
Él: Suena mucho a ti, él robó tu dolor y lo hizo poesía.
Ella: Ese poeta hizo que me fumara todos mis cigarrillos.
Digamos que ya no están sentados sobre los espolones. Digamos que es de noche y que van en un taxi por la avenida maldito Pedro de Heredia. Digamos que nadie va al volante y que sentados en la parte de atrás cada uno habla al vacío, como si la fiebre hiciera hervir sus cabezas. El taxista inexistente o invisible sintoniza en la radio una champeta que armoniza con las luces y la tristeza nocturna de la ciudad.
Él: Solo vi que lo que había fuera de mí no era más que lo que había en mi interior: miedo a decir que era un gusano más del montón.
Ella: Y mi soledad no pesa más que la de cualquiera, y mi dolor no es extraordinario. Y mis lágrimas forman barro, y mi saliva infecta heridas. Y mis palabras vacías y mis ojos huecos. Y mi dolor… y mi dolor, y mi humo.
Él: Últimamente me miro en el espejo y descubro que ese que dicen que soy no es más que la proyección de unas ganas inmensas de llorar y defecar sobre los hombres de este mundo.
Ella: El espejo refleja la náusea, la pálida y delgada voz sin sonido. El tacto de mis manos dibuja un ser sin forma. Sólo soy la triste esperanza de lo que nunca seré.
Él: Por eso salgo de la ducha, voy a mi caverna, me visto y me lanzo a la calle para intentar buscar la nada que levita en la sonrisa idiota de los que se fabricaron un cuerpo con la historia calamitosa de los perros apaleados.
Ella: Por eso, salgo de la ducha y me encierro en mis miedos, cierro las cortinas, cierro los ojos, cierro los sueños y vomito en mis oídos siempre dispuestos a oírme llorar.
Él: La otra noche, después de haber llorado e inundado mi caverna, tomé un revolver y apuntado al que me miraba del otro lado del espejo dije: «El mundo es la sombra sobre la cual quiero proyectar mi sol de angustia». Disparé y el del espejo se convirtió en mil pedazos mientras se reía de mí.
Ella: Y me hundo, me hundo en esta cosa viscosa que llena los días. Me invade. Entra por cada grieta que deja la desesperación, cubre mis huellas y me expone al sol para que mi crisálida se convierta en un gusano sin alas. Gusano sin historia. Gusano triste que deambula guardando en la maleta alas rotas, dolor de mierda.
Él: ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? No voy hacer nada, solo me voy a dormir sobre estas sabanas que vomité.
Ella: No es resignación lo que quiero. Quiero ser dueña de mi miseria. No quiero que me arrebaten mi dolor, quiero cargarlo, arrullarlo. Quiero vestirlo cuando esté desnuda. No quiero que me arrebaten mi dolor. Es mi única certeza. No quiero ser feliz y caminar en tacones por el bulevar de las sonrisas inyectadas. Quiero mi tristeza, quiero mi dolor, quiero mi nada. Son mi única cosa genuina.
Él: Todos me dicen “vende tus sueños, deja de quejarte, cómprate un puesto en la cima”. Yo solo puedo ir a la cocina, vaciar el veneno de mi depresión en un plato y darle de comer al gato esquizofrénico que duerme en mí.
Ella: Ella quiere consumirme. ¿Esto es lo que soy? ¿Es este mi destino? ¿Sin ella qué soy? Todos tienen un propósito, todos quieren que tenga uno ¿Y yo? Yo quiero ser poesía, música, quiero ser todo lo que no soy. Por eso ella está aquí, por eso me da miedo que se vaya…
Él: Sé que algún día deberá irse pero ¿por qué debo resignarme? Debería amarrarla y decirle en la cara con mi mal aliento que sin ella no sé vivir, que por ella soy el dios absurdo que soy, que prefiero una cucharada de excremento antes que verla lejos de la majestad de mi incertidumbre. Le diría ¡te amo! Pero ella prefiere un ¡te odio!
Ella: Ella soy yo. Debajo de ella sólo hay esqueletos y aún está allí. Ella habita en mi tuétano, ella camina por mis venas limpiando sus manos en mi sangre. Ella no me deja ser de nadie, ella no es sólo mía. Ella soy yo, soy yo por ella.
Él: Mientras sale el sol, voy a calentar el café y voy a dejar que pase lo que tenga que pasar, a fin de cuentas somos esclavos del destino porque el azar se fue arrastrándose como un gusano moribundo. Voy a esperarte, voy a dejar que te vistas y saldremos a recorrer el mundo. Primero debes sacrificar a tu mascota: debes sacrificarme ¿Me escuchas? Debes sacrificarme.
Digamos que después de estas últimas palabras que él pronuncia, existen dos o tres posibles finales para este relato. El lector escoge el que más le gusta o los desecha y escribe un cuarto y quinto final.
PRIMER FINAL
El taxi se detiene en cualquier rincón de Yellow Hell City. Ellos le pagan al taxista inexistente o invisible con un billete visible pero imaginario y se bajan. Digamos que es lunes y la ciudad está dormida. Digamos que es viernes y la ciudad está despierta. Ellos se miran y comienzan a llorar. Digamos que no pueden más con el dolor de sus almas y como unos posesos comienzan a hablar en lengua.
Ella: ¡Gataueoj namertopak azcourtempah numertouwa xamemba ohhhhhhtak-e!
Él: ¡Akteoh majauety paruioe namidfge oxmertgu nitepakl curembat dogekaler!
Digamos que ella grita hasta quedarse dormida y él con sus puños golpea una pared. Digamos que al amanecer despiertan sentados en los mismos espolones donde inicio esta historia. Digamos que ella se llama Alejandra y él, Señor Underground.
SEGUNDO FINAL
Él taxi se detiene en un callejón oscuro y solitario. Ella abre la puerta y sale sin despedirse. Él la mira y entiende el sentido de todo aquello. Digamos que ella queda ahí, en medio de la oscuridad y el taxi arranca. Empieza a llover y se escucha una explosión. Digamos que el taxi arde en llamas, él y el taxista invisible se queman. Ella mira sin sorpresa la escena y se aleja en su inmerecida desesperación mientras en la lejanía se escuchan el llanto de un niño y la sirena de una ambulancia.
TERCER FINAL
El taxi se detiene en Bazurto. Solo hay silencio y soledad. Solo hay basura y publicidad colorida con mayúscula sostenida. Ella y él se bajan del automóvil como hechizados y miran hacia la Popa. Digamos que aquel terroncito que se eleva sobre la ciudad empieza a moverse como si se estuviera despertando. Digamos que lo que hasta ahora llamábamos la Popa es un monstruo milenario de piedra al que los Kalamari le hacían sacrificios humanos, no documentados por la historia oficial, para tenerlo tranquilo. Digamos que el convento construido en el Saltón del Cabrón fue un intento de mantenerlo dormido. Digamos que todos ustedes se aburren de leer los datos históricos y quieren que llegue la acción. Digamos que el monstruo se levanta y cuando todos creen que va a destruir la ciudad, empieza a bailar un reggaetón imaginario. Ella y él le gritan: “Monstruo marica”. La criatura se sacude furiosa desmoronando todas las casas construidas sobre él-ella y se lanza sobre ellos. Digamos que los pisa, les quita la vida y como si nada, continúa bailando reggaetón mientras dice Ñañaña.
CUARTO FINAL (Para el lector hijo de puta inconforme)
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QUINTO FINAL (Para el lector motherfucker inconforme)
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Nota: las partes donde habla Ella las tomé de las palabras de Alejandra Miguel de varias conversaciones que tuvimos en Facebook del 15 al 19 de Mayo del presente año. Que me perdone por el atrevimiento de hacer público algo tan privado como nuestra depresión. Este texto que acaban de leer es una de muchas pruebas para demostrar que ella estuvo aquí con nosotros y que fue importante cada tarde de viernes en que me dijo cara de monda, hijueputa y mariquita. Ella más que nadie sabe que es la Vulgarcita-Boom, la diosa reina del mundo y del azar. Una cabrona, loca, delirante e incorregible (Ya sabes me debes un cómic de Grant Morrison por hacerte pasar a la historia. Jajaja Ñañañaña).
EL SEÑOR UNDERGROUND
Ilustraciones tomadas de la obra de James Ensor.