Veo a la gente del conservatorio de música estudiando y me da envidia. No solo porque no sé tocar trombón, ni trompeta, ni bombardino, ni diferenciarlos, sino porque ellos tienen una materialidad a la que enfrentarse.
Y una herramienta: el viento. Metal y viento. Su cuerpo y el tiempo. Están los elementos claros y son pocos. Así lo veo yo, pero porque no soy ellos. Lo que de verdad trato de hacer es un otro. Ese, me parece, es uno de los mecanismos de la envidia. Elaborar un otro que uno ya nunca será pero que no es tampoco el que el otro es. Un juego de espejos. Lo que a uno le genera deseo y rabia al mismo tiempo, es una imagen deformada e improbable de uno mismo.
Si pudiéramos realmente alcanzar al otro no sentiríamos envidia sino compasión. Compasión que no solo se siente por la miseria sino por la alegría. Pasión compartida.
Los músicos son ese otro largamente inventado en la ducha y envidiado (es una envidia leve, no alcanza a ser pecado) en esa invención.
Yo, si es el caso de hablar de mí, no sé muy bien a que enfrentarme. Ni con qué. Vamos a ver, ni con quién. Digamos, el pensamiento y la escritura, enfrentar el pensamiento a la escritura como el viento al metal. Pero, pensar ¿en qué se parece al cobre? Y si fuera el viento, escribir tendría cierto número de orificios, y una forma que poco se transforma con el sueño, con el sol, con el tiempo. Estudian en el pasto, hace sol. Desde que estoy aquí sentada los he oído tocar La Pollera colorá, un porro que no supe reconocer (mal ahí), y Rivers of Babylon. Son tres. Se divierten. Desde acá miro que se divierten, pero es sobre todo porque necesito hacer un otro, y… porque seguro se divierten.
¿Cuál es la materialidad de la escritura? ¡Ay! Qué pobre sería decir: la vida. Porque sería no decir nada. Las palabras claro, el cuerpo y el tiempo también. No me contenta. Querría un clarinete. Piensan los clarinetistas, piensan y suena. Tienen dónde echar el pensamiento. Es un asunto de contenedor.
La materialidad, en este caso, sería entonces un asunto de lugar-en-donde-poner. El clarinete de la escritura sería el escrito. No me contenta. Viento, tiempo y sonido: eso está mejor. El sonido que hace el pensamiento, algo como eso es la escritura.