La serie que estábamos esperando
En el año 2015 los fanáticos de la ciencia ficción estuvimos de plácemes con el estreno de la primera temporada de “The Expanse” y no era para menos. Desde el final de BattleStar Galactica los intentos para colocar en lo más alto las naves e intrigas estelares habían sido como mucho, discretos, por no decir desastrosos en términos de crítica y fidelidad de público.
Se echaban en falta buenas adaptaciones seriadas de space opera y la saga literaria, aún con una densa carga frontal de tecnología y política que la hacía más una lectura de culto para conocedores que un fácil bestseller, había creado altas expectativas en los seguidores del género.
Ciertamente la obra original posee el valor de haber sido escrita por expertos en modos de hacer y narrar desde la pantalla, lo cual le daba una ventaja para la adaptación por encima de otras sagas. Tras el seudónimo James S.A. Corey encontramos dos escritores que esgrimen sólidos vínculos con las políticas creativas en televisión y medios: Daniel Abraham y Ty Franck. Por lo que no es casual que la adaptación televisiva haya mostrado mejores resultados que otros intentos de llevar novelas de ciencia-ficción a la pantalla. Particularmente el escritor Ty Franck es colaborador de G.R.R. Martin, lo cual entraña una recomendación interesante en cuanto a estilos y producción de audiovisuales.
El éxito de ventas y público de la saga, que la catalogaron rápidamente como un competidor de la serie del momento (GOT), la puso en el ojo de posibles compradores para llevarla al plano televisivo, pero no de inmediato. Varias productoras pujaron por los derechos y finalmente Alcon Entertainment, de la mano de guionistas reconocidos del género, Mark Fergus y Hawk Ostby, aceptó el desafío. Llevando un poco más allá la valentía a casi temeridad, la productora fichó como guionistas a los autores de los libros. Esta ha sido, en muchas adaptaciones anteriores, una decisión poco feliz, debido a las contradicciones que pueden surgir entre escritores y adaptadores, pero esta vez, afortunadamente, fue la mejor opción. Los autores aceptaron de forma incondicional las decisiones de los creadores televisivos y se incorporaron al proceso en una verdadera sinergia creativa que ha dado excelentes resultados.
La serie se estrenó el mes de noviembre del 2015, y aunque en su momento no despertó tantas expectativas, henos aquí, esperando ansiosos si habrá más temporadas y por el videojuego que nos han prometido.
The Expanse: una space opera solar exitosa
En general la space-opera trata acerca de esa posibilidad hipotética donde hay prospectores de asteroides, conglomerados empresariales que operan fuera del planeta, mercenarios y ejércitos en ingravidez, culturas exoplanetarias, navegantes que manejan las naves y transbordadores, operadores que se ocupan de las comunicaciones entre naves y con la Tierra y forajidos espaciales como enemigos de todos. Para dar color al panorama no pueden faltar los enredos burocráticos, religiosos, políticos, sexuales y sociales que conforman el paisaje donde transcurre la historia. La space opera es, en resumen, la narración en clave ficcional de nuestros posibles futuros en el espacio.
Las space operas solares se enmarcan en nuestro sistema. Las mejor escritas de los últimos tiempos se sitúan en algún momento entre el siglo XXI y el XXIII, cuando posiblemente podamos al fin dar el segundo paso sustancial de la carrera al espacio colonizando algún otro cuerpo estelar además de la Luna. Poseen una fuerte carga de política, economía e intrigas sociales, y la caracterización psicológica de sus personajes no está tan distante de la nuestra.
Aún somos reconocibles como especie, con los mismos defectos, sesgos y cualidades. Y el modo de solucionarse o generarse los conflictos no difiere en forma medular de nuestros actuales chanchullos. También exhiben una carga notable de descripción técnica sobre las propiedades de las naves y estaciones planetarias u orbitales, consecuencias de la gravedad o la falta de ella, cuestiones como la hermeticidad, la regulación térmica, el uso de compartimientos estancos, escafandras y esclusas de presión, niveles de sostenimiento vital e impacto de la vida fuera de la Tierra en el organismo humano y en las relaciones que se establecen entre las personas. Hasta el momento este parece el subgénero de la SO más cercano en el tiempo, posible en comparación con sagas galácticas como Dune, Fundación y las obras del Ekumen. Su base fundamental, la colonización terraformadora de los planetas del sistema solar, se presenta no solo como un desafío a la inteligencia y la tecnología, sino como un imperativo para la supervivencia de la especie humana.
De acuerdo a estos patrones, “The Expanse” es lo que se llama una space opera solar.
Colonizar el sistema, terraformar planetas, conseguir recursos y sobrevivir como familia y como especie ante conflictos ecológicos y políticos, tendiendo incluso a la transhumanidad, parecen tareas bastante pesadas. No conformes con esta agenda ya bien complicada para la humanidad, los autores de The Expanse cargaron la mano incluyendo más, mucho más.
Ubicada en el siglo XXIII, en esta novela río se describe la concatenación de eventos políticos y sociales que rodean un experimento de dudosas implicaciones éticas, ejecutado con material genético humano y una exótica materia alienígena. Abarca desde la génesis de dicho experimento hasta la apertura de todo un mar de posibilidades a partir de él, y la repuesta humana a todas esas posibilidades, desde las deseadas como el crecimiento, expansión y desarrollo hasta corrupción, violencia, guerra y desunión.
La raza humana ya no está limitada a la Tierra. Marte está poblado por una cultura fuertemente expansionista y terraformadora. Y la región entre el planeta rojo y Júpiter, el cinturón principal de asteroides del sistema, es el hogar de los beltalowda, los mineros estelares. Justamente el hogar de los cinturinos es la manzana de la discordia entre la Tierra y Marte por los recursos de agua estelar y minerales.
Como en una compleja partida de ajedrez de dimensiones cósmicas se va tejiendo la trama de La Expansión. De un lado las Naciones Unidas, institución que se ha erigido en la principal autoridad de gobierno planetario y no tiene mucho en común con las Naciones Unidas que conocemos. Esta ha cambiado en el tiempo y padece los mismos males de todas las grandes instituciones seculares e inflexibles que superan el límite de la antigüedad: corrupción, inmovilismo, abuso de poder y discrepancia de criterios y métodos. Su divisa es “La Tierra primero”. Del otro lado, Marte, haciendo honor al origen de su nombre, se eleva como una potencia militar altamente tecnológica y con una misión urgente: terraformar a cualquier precio o morir. Y en el centro del tablero, los cinturinos con sus propios conflictos por la supervivencia y la autonomía, enemigos de todos los planetícolas y solos en la lucha por convertirse en una civilización estelar autosustentada, con un gobierno propio y con una organización que lucha en la sombra por lograr la independencia, la OPA (Outer Planets Alliance)
Estos cinturinos han pasado de ser obreros temporales a convertirse en habitantes permanentes del espacio. Han desarrollado cuerpos diferentes, una cultura propia, idiosincrasia, lenguaje e incluso una tendencia política independentista, surgiendo quizás como la primera cultura exoplanetaria que no intenta repetir el estilo de vida terrícola, sino crear uno completamente nuevo.
Esta no es una historia para consumidores medios que solo busquen emociones fáciles: es hard science-fiction, de la más dura y coherente. Y lo mejor del producto: aun siendo un escenario futurista resulta muy creíble.
No hay viajes instantáneos aunque existan naves aptas para alcanzar aceleraciones capaces de provocar el efecto de más de veinte gravedades, mortal para el cuerpo humano. No existen tampoco las comunicaciones instantáneas. Los mensajes tardan horas o días en llegar a sus destinos. No hay pistolas láser, se limitan a las armas de proyectiles o de electrochoque, los misiles nucleares y las armas biológicas.
Los conceptos de la saga acerca de habitáculos espaciales, naves y transbordadores, poseen una lógica ingenieril muy bien concebida, la cual fue trasladada con éxito a la serie (máxima puntuación para el equipo de producción, escenografía, efectos y diseño) La conceptualización de los entornos detalla con rigor el efecto de la gravedad planetaria, de los generadores de campos gravitatorios y del uso de la energía y los factores de sostenimiento vital como el espacio, la disponibilidad de oxígeno y el aprovisionamiento básico para el viaje espacial, así como el tratamiento de la hermeticidad, las amenazas biológicas y la alusión a las complejas trasformaciones orgánicas generadas en los humanos por la vida en entornos sin gravedad. Todo esto apunta a una carga frontal de ciencia bien distribuida a lo largo de las novelas.
El protagonismo de las investigaciones genéticas en este panorama, del manejo antiético de las grandes corporaciones independientes, los gobiernos totalitarios, la opresión sistémica de sectores de población, los movimientos terroristas y las potencias militares refleja uno de los vicios favoritos de la ciencia ficción: la denuncia anticipada. Parte de esta denuncia también se enfoca en la manipulación de las poblaciones, tanto las de la Tierra y Marte como la de las estaciones cinturinas. Estas grandes masas humanas son hierba bajo los pies paquidérmicos de las corporaciones, las Naciones Unidas y el gobierno de Marte, como en el aforismo “cuando los elefantes pelean, sufre la hierba”.
Dentro de este panorama, proyección hacia el futuro de la realidad actual en clave cósmica, se desarrollan las historias convergentes de un grupo de personajes construidos según patrones estereotipados de la space opera, pero no por ello superficiales o caricaturizados.
El despertar del Leviatán (2011), la primera novela de la saga, resultó nominada para el Premio Hugo a la mejor novela en 2012 y al Premio Locus 2012 a la mejor novela de ciencia ficción. A partir de entonces cada año los autores publicaban una nueva novela de la serie: La guerra de Calibán (2012), La puerta de Abadón (2013) y La quema de Cíbola (2014). La puerta de Abadón ganó el Premio Locus a la mejor novela de ciencia ficción en 2014 y ya entonces los estudios estaban en producción de la serie, lo cual dio un envión considerable al interés del público lector hacia los libros ya publicados, en ese conocido fenómeno de público donde los seguidores de una obra literaria se acercan a la adaptación televisiva y a la inversa, los que siguen la adaptación, buscan los libros.
Los escritores firmaron con la editorial Orbit Books para escribir libros adicionales de la serie The Expanse hasta un total de nueve. El quinto libro de la serie, Nemesis Games, se publicó el 2 de junio de 2015, el sexto, Babylon’s Ashes, el 6 de diciembre de 2016 y el séptimo, Persepolis Rising, el 7 de diciembre de 2017.
En los últimos años, entre cada par de libros completos, publicaron trabajos más cortos de la serie. La primera, una historia corta titulada The Butcher of Anderson Station. Siguió Gods of Risk, una novela corta de 69 páginas, que se publicó como libro electrónico en septiembre de 2012. Una historia corta titulada Drive, fue publicada en noviembre de 2012 como parte de la antología Edge of Infinity. Otra novela de la saga The Expanse, The Churn, se publicó el 29 de abril de 2014.
Los componentes de la historia: intriga, política y ciencia, indican que el cóctel del futuro humano en el espacio está servido.
Del papel a la pantalla y de ahí ¡A las estrellas!
La acogida del público hizo muy atractiva la posibilidad de adaptar The Expanse al audiovisual. El esquema para la primera temporada fue aceptado por SyFy para diez capítulos que no decepcionaron a la audiencia y nos dejaron a muchos fascinados con el producto: había surgido un nuevo hito de la factura de historias de ciencia ficción para la TV.
La serie se estrenó on demand el 23 de noviembre de 2015 y en Syfy el 14 de diciembre de 2015. La segunda temporada de trece episodios se estrenó el 1 de febrero de 2017. Syfy renovó The Expanse en marzo de 2017, por una tercera temporada de trece episodios que fue estrenada el 11 de abril de 2018. La serie recibió críticas positivas de la prensa especializada y del público, destacando sus bellas imágenes, la construcción de escenarios y tramas, personajes diseñados e interpretados con calidad y narrativa política emocionante con toques bien ubicados de discurso humanista.
El 11 de mayo de 2018, Syfy anunció que cancelaba la serie después de tres temporadas. Sin embargo, el 26 de mayo de 2018, Amazon Prime Video anunció que recuperaba la serie para una cuarta temporada, compuesta de diez episodios programados para el 13 de diciembre de 2019. El 27 de julio de 2019, Amazon renovó The Expanse para una quinta temporada. Existen seis temporadas y no hay planes en enero de 2022 para otra renovación, aunque Naren Shankar, el showrunner, recuerda en una entrevista a CBR que hay una buena cantidad de trama narrativa no explorada en la serie, y que se podría adaptar para la televisión en el futuro con ciertos ajustes sobre todo en la caracterización de los personajes porque los acontecimientos de este arco narrativo ocurren casi treinta años después del cierre de los eventos en la sexta temporada.
En 2020, la serie obtuvo el Premio Hugo tras quedar finalista en 2017 y eso la ubica, definitivamente, entre las más exitosas del género.
Siempre es un desafío llevar una historia como esta a la pantalla. Los obstáculos tecnológicos, la necesidad de construir escenarios creíbles y la concatenación de una trama que transcurre en planos tan distintos de los cuales solo la Tierra nos es familiar, son retos difíciles de afrontar. Además de que el género en concreto (space opera), por su complejidad, siempre ha rondado en la peligrosa línea entre lo incomprensible y lo banal, y evitar uno u otro extremo no siempre ha sido bien logrado en otras series.
Es muy interesante como el uso de dispositivos móviles y ordenadores con pantallas de cristal líquido sobre silicio, proyectores en 3D y sistemas de operación táctil prevé la posible evolución de tecnologías actuales.
La serie tiene un inicio lento, progresivo, presentando a los personajes, y el complejo universo donde se desarrolla la historia. Tenemos colonos espaciales, que habitan los asteroides luchan por sus derechos, en una mezcla de lucha obrera sindical, activismo político y mafia a la irlandesa. También tenemos a la corporación Terrestre que todo lo controla, y por supuesto, tenemos a los marcianos, que en su día, ya organizaron su guerra de secesión con La Tierra y que no se acaban de fiar de ellos. Entre todos esos, intrigas políticas, asesinatos, mafias, piratas espaciales, corporaciones con poderes sobre la vida y la muerte de miles de seres humanos, contrabando, ejércitos de élite espaciales, asteroides convertidos en gigantescas estaciones espaciales, tráfico de naves regulares intersistema y en general un excelente worlbuilding que emula al de la obra narrativa.
Listar a los personajes y hablar de su papel en la historia es dar spoilers, por el rol determinante de estos en la trama, cuyo protagonismo varía en cada temporada. Algunos hacen gala de un altruismo casi angélico, como el capitán terrícola James Holden, el esposo de la subsecretaria, Arjun Avasarala, los científicos Praxideke Meng y Michael Iturbi, la hija de un mega empresario, Julliette Mao, y la reverenda Annushka Volovodov. Otros experimentan una verdadera transformación a medida que avanza la trama y sus vivencias les involucran más, como el detective Josephus Miller, Clarissa “Peach” Mao y Filip Inaros.
Algunos, como Amos Burton, Fred Johnson, Camina Drummer, Klaes Ashford, Roberta Drapper y Anderson Dawes, son ejemplos de pragmatismo, capacidad de supervivencia, liderazgo y adaptabilidad, además de contar todos con una historia previa que se devela a lo largo de las temporadas en las que más protagonismo alcanzan.
No pueden faltar los políticos de carrera, Chrisjen Avasarala y Sadavir Errinwright, y los monstruos como Jules-Pierre Mao, el doctor Lawrence Strickland y el terrorista Marco Inaros.
Todos los personajes abarcan un amplio abanico de humanidad. Aún aquellos secundarios que toman muy poco tiempo de metraje, han sido diseñados e interpretados magistralmente, lográndose la profundidad necesaria para sentir la historia creíble, cercana.
Los vínculos humanos en la serie también muestran un delicado balance que les hace igualmente verosímiles y orgánicos.
¿Desaciertos de la historia? Algunos, casi todos ubicables más en la obra narrativa que en la serie en sí. Uno es que el ciclo narrativo en forma de novela río suele plantear al autor limitaciones técnicas para hacer confluir de forma coherente las historias individuales cuando los personajes no son afines, no están ubicados en los mismos espacios ni son abiertamente antagonistas. También padece de una tendencia incurable a dedicar demasiado tiempo a personajes más atrayentes y activos en detrimento de otros que en apariencia son menos interesantes. Por ello parte de la acción subterránea transcurre lejos de la percepción del lector-espectador y el riesgo de abusar del recurso Deux ex Machina en los momentos más álgidos de la acción puede alejar a un público serio que busca historias bien hilvanadas y con un ingrediente de causalidad bien dosificado. Buscando minimizar este riesgo, los autores escribieron noveletas intercaladas como fix ups que permitieran seguir la historia por derroteros adyacentes y explicar el rol de algunos personajes secundarios, tanto dentro de la saga literaria como en la serie. Estos fix-ups están incluidos en la serie, intercalados dentro de la trama.
Otro de los desaciertos, no de la serie sino de la obra narrativa y según algunas críticas, fue reabrir la saga a partir de la cuarta novela, la cual no logra la exquisita organicidad de las anteriores entregas que eran el compromiso real de los autores con su editorial. Pero el dinero impone, y dado el éxito de la saga y la adaptación a la pequeña pantalla, era inevitable que más novelas llegaran para explorar este universo, decorosamente pero no con la misma suerte que las anteriores. Es interesante señalar que en la adaptación estas contradicciones casi no se perciben.
El final de The Expanse es satisfactorio en el sentido que cierra muchas de las historias y líneas argumentales de los personajes y facciones principales de la serie. Pero también deja inconcluso un buen número de historias y personajes. La principal crítica tiene relación con cómo quedó todo lo concerniente a la protomolécula. Y también lo que ocurre del otro lado de los anillos. El futuro de la serie es incierto. Puede que volvamos a verla de vuelta en unos años, pero no parece que la temporada 7 vaya a ser una realidad a corto plazo.
“The Expanse” sigue siendo un abordaje interesante y actual de la space opera, una demostración de que el subgénero evoluciona, vive y amenaza con transformarse, eventualmente, en el libro de historia del futuro.
Frente a la pantalla: vivencias de espectadora
En mi carácter de fanática de la ciencia ficción, madre y maestra, siempre busco todos esos elementos que distinguen una serie, saga o novela, y lo hacen utilizable para fines de divulgación y enseñanza. En The Expanse hallé el despliegue de muchos conceptos para nada accidentales ni improvisados. Ya he hablado en otros artículos de los vicios de la ciencia ficción: la denuncia anticipada, la recreación de futuros posibles y la construcción de mundos. La serie padece todos y cada uno de estos vicios y va un poco más allá al proyectarlos en una trama verosímil y atractiva, que lleva al espectador a pensar seriamente, más allá del divertimento, en el rol que está jugando la Humanidad en su devenir.
En primer lugar, se destaca el papel de la ciencia, la militarización, la política y la economía capitalista como plataformas de generación de poderes. En el universo expandido la ciencia y la política se subordinan, no al progreso humano ni a las necesidades de la gente, sino a las demandas del capital y del militarismo. El descubrimiento, investigación y desarrollo de una entidad bioquímica capaz de modificar el equilibro de poderes sucede por encima de toda consideración por la vida y la ética. Así surge la protomolécula, gracias a un manejo antiético y privado de la ciencia, a la corrupción política y a la exigencia del aparato militar.
Como contexto general del conflicto, la secesión Marte-Tierra, con una Tierra decadente, contaminada, parásita y polarizada, un Marte militar y potencia terraformadora, y las ambiciones independentistas del Cinturón. En los hábitats extraterrestres se ha generado un ser humano diferente: homo spatio, humano del espacio, un ser de origen humano que ya cruzó la barrera de la transhumanidad por efecto de las condiciones espaciales, la falta de gravedad, el entrenamiento y la disponibilidad de recursos, lo que por fuerza condiciona interacciones, respuestas e identidades distintas. Y como desastre en curso, el propósito de la protomolécula misma, la cual, como todo producto científico sin control, manejo ético ni respeto, se introduce como elemento movilizador y caótico en una realidad ya conflictiva, como giro de timón que modifica el camino que hasta ese momento seguía la especie.
Vi la serie no solo a través de mis saberes y experiencias con la ciencia ficción, los cuales tienen un nivel de elaboración que me hace tal vez incapaz de apreciar a primera vista ciertos entresijos de la trama. Mi hijo adolescente me sirvió de acompañante y “ojos nuevos”. Con él, con sus preguntas reaprendí que hay políticos y políticos y, en resumen, que la política es complicada, enrevesada y a veces sucia. Que los presidentes, funcionarios, científicos y economistas sí que tienen jefes (o deberían) a los que sirven (o deberían): los pueblos. Que existen objetores de conciencia, monstruos y corrupción militar. Que el amor es un fenómeno universal y necesario y que las personas aman de muchos modos. Que existen muchos tipos de familia: consanguíneas, no consanguíneas, homoparentales, extendidas, tribus. Reaprendí de diversidad y unidad, de parentalidades, de transhumanidad, de felicidad y diversión, de ciencia, tecnología, xenología y lingüística; de justicia social, libertad, compromiso, responsabilidad, privilegios de clase, nacimiento y raza. Reaprendí de injusticia, poderes, carencia ética, manipulación, racismo y odio, de dialéctica y genética.
Teorizamos juntos sobre el carácter dinámico y fluido de las distopías y sobre la necesidad de construir realidades más humanas y éticas, si es que queremos sobrevivir como especie. Y, sobre todo, que iremos a las estrellas algún día y hay cosas que, definitivamente, no podemos llevarnos con nosotros o será un mal viaje.